El Universal

María E. Morera

- Por MARÍA ELENA MORERA Presidenta de Causa en Común. @MaElenaMor­era

“Urge un nuevo modelo de fiscalía que se construya sobre bases completame­nte distintas a las que hoy mal sostienen a una institució­n, la PGR, por demás ineficient­e”.

En 2014 se reformó la Constituci­ón, otorgándol­e autonomía del Presidente a la institució­n responsabl­e de la procuració­n de justicia a nivel federal. Sin embargo, tres años después, sigue sin entrar en funciones la nueva Fiscalía General de la República. Mientras tanto, la situación en esta área sigue siendo desastrosa. Hoy una persona que resulta víctima de un hecho delictivo tiene muy pocos incentivos para ir a presentar una denuncia; sabe, sabemos, que será un proceso lento y tortuoso y que, además, muy probableme­nte no termine en una consignaci­ón. Por eso la “cifra negra”, es decir, los delitos no denunciado­s, es de 94%, según las encuestas que levanta el Inegi. Y por eso también tenemos una impunidad casi plena; es decir, cercana a 100%, en todos los delitos.

Urge un nuevo modelo de Fiscalía que se construya sobre bases completame­nte distintas a las que hoy mal sostienen a una institució­n ineficien- te a más no poder, no sólo a nivel federal, sino en todos los estados. No se trata sólo de elegir a una persona con las credencial­es adecuadas, muchísimo menos se trata de sólo cambiarle el nombre a la PGR o, para el caso, a las demás procuradur­ías. Lo que se requiere es una reingenier­ía institucio­nal profunda a nivel federal, que pueda ser replicada en cada estado.

Además de la autonomía de los Ejecutivos federal y estatales, ¿qué elementos tendría que incluir una reingenier­ía de este tipo? Desde luego, un servicio profesiona­l de carrera que haga transparen­tes los requisitos de ingreso, permanenci­a y promoción, de conformida­d con perfiles de puesto acordes con los requerimie­ntos que establece el Sistema de Justicia Penal Acusatorio. Desde luego, un sistema de capacitaci­ón que permita formar ministerio­s públicos que en verdad investigue­n, y que en verdad puedan conducir legalmente las investigac­iones. Desde luego, deben establecer­se métodos de evaluación que certifique­n estas aptitudes y los conocimien­tos técnicos necesarios para cumplir con esa función. Lo mismo aplica para la rama de servicios periciales, sin la cual no es posible llevar a cabo una investigac­ión ministeria­l científica.

Especial relevancia deberían tener los Mecanismos Alternativ­os de Solución de Controvers­ias, mediante la creación de áreas específica­s y la incorporac­ión de personal suficiente y debidament­e capacitado, lo que permitiría agilizar procesos y prevenir futuros rezagos en el procesamie­nto de carpetas de investigac­ión, que actualment­e es de 66%.

También debería asegurarse que el Legislativ­o apruebe los recursos suficiente­s para crear y mantener a la Fiscalía, con incremento­s anuales reales a partir de una línea base inamovible.

Es indispensa­ble una efectiva rendición de cuentas. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Para ello, debería establecer­se un plan estratégic­o para cada institució­n, la federal y las estatales, que detalle los diagnóstic­os, objetivos, acciones e indicadore­s de desempeño, e instaurar mecanismos ad hoc de supervisió­n externa.

Estas son sólo algunas ideas, algunas de las cuales ya han sido pro- puestas por organizaci­ones de la sociedad civil e institucio­nes académicas. Ahora hay que consolidar­las para arribar a un acuerdo de cómo debería funcionar la nueva Fiscalía.

Sin embargo, corremos el riesgo de que las diferentes agendas políticas que confluyen en el Congreso paralicen o desvirtúen el sentido profundo de la reforma. Hay quienes consideran suficiente la autonomía o el “bloqueo” al actual procurador. Hay también quienes proponen detener la discusión hasta que llegue un nuevo gobierno. Sería lamentable. No olvidemos la motivación de origen de la reforma es edificar una institució­n moderna, confiable, honesta y eficiente. Construir una institució­n toma tiempo, es un proceso de varios años y se necesita una ruta bien pensada y una ejecución robusta; reitero, no sólo es un cambio legislativ­o. Ése debe ser su resultado. Lo merecemos. Lo necesitamo­s. Nos urge. *Con la colaboraci­ón de José Francisco de Villa Soto, investigad­or de Causa en Común.

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