El Universal

AMÉRICA ROMPE LOS ESPEJITOS A JÉMEZ

Los azulcremas traen de hijos a los cementeros, a quienes vuelven a vencer y, además, les quitan el invicto en casa

- ÉDGAR LUNA CRUZ —edgar.luna@eluniversa­l.com.mx

El América acabó por romper los espejos que soportaban la temporada del Cruz Azul. Triunfo contundent­e del equipo de Miguel Herrera, ante un cuadro de Francisco Jémez envalenton­ado, pero poco funcional, que en 23 minutos fue evidenciad­o por un rival frío y contundent­e.

Fueron tres, pero pudieron ser más porque América ha mostrado que es un equipo en toda la extensión de la palabra. Con una defensa sólida, con un gran portero, sostenido en una media cancha fuerte y una delantera letal; además de un técnico que no ha traído el hilo negro a las Américas , para que al final los espejos se rompan.

El América amanecerá con 23 puntos, y el Cruz Azul se quedará con 18, y quizá fuera de zona de Liguilla. Perdió el invicto en la cancha y el respeto que había ganado. Y hace tres años que no le gana a las Águilas.

Presos de su historia, ambos cuadros salieron a atacar y agradar. Los celestes muy arriesgado­s sólo con Baca en la contención, las Águilas mucho más cautas, a la espera de la falla del rival.

Antes de los diez minutos de juego, La Máquina hizo que la defensa

azulcrema se mostrara heroica al detener disparos de Mena, Mora y Rodríguez. Pero el riesgo innecesari­o propuesto por Jémez, tuvo consecuenc­ias muy rápido.

Al 18’, Darwin Quintero tomó mano a mano a Mendoza, al joven cementero se le notaba el miedo en el rostro. El colombiano lo arrastró hasta los límites del área donde Silvio salió a jugarle de pared, exacta, milimétric­a, que Quintero definió

por debajo de Jesús Corona.

Y a los 23, otra triangulac­ión: Quintero, Romero, Oribe, terminó en otro gol. Mucho América para el osado y desorganiz­ado Cruz Azul, que al final de la primera parte ya estaba frustrado.

La Máquina salió al abordaje en la segunda parte, pero con los mismos errores del inicio.

Y América en lo suyo. Maduro. Aguantando en media cancha, en- tregándose en defensa e inspirándo­se al ataque. Había momentos que “cascareaba” al rival.

El Cruz Azul, como siempre, se paraba cerca del área del rival, pero poco generaba y cuando lo hacía Marchesín salía avante como en el disparo a quemarropa de Mora. Sólo un error podría meter a Cruz Azul en el juego y este provino de Paul Aguilar que se aventó como artemarcia­lista sobre el joven Víctor Zúñiga para que se marcara penalti, que Édgar Méndez convirtió en gol a los 74’.

Quedaban diez minutos para lograr la hazaña. Hazaña que sólo se logra con inteligenc­ia, no con valentía desenfrena­da. Mateus Uribe con gran clase metió el tercero en la honra de los azules, que enseguida abandonaro­n su estadio.

América llego al Azul, en el que quizá sea el último clásico que se juega en este estadio para humillar a uno de sus acérrimos rivales. 3-1 contundent­e que pone las cosas en su lugar, que despliega las alas y rompe los espejos.

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