El Universal

El Acapulco de las carreras de tortugas

Entre los años 40 y 50 del siglo pasado, lugares como la terraza “Ciros” y el Beachcombe­r eran los lugares de moda en el puerto, ahí se daban cita estrellas de cine y millonario­s

- GAMALIEL VALDERRAMA La Dama de Shangai Acapulco Beachcombe­r, jet set Beachcombe­r bungalows www.eluniversa­l.com.mx Lee el texto completo en la web.

Carreras de tortugas en el del hotel Casablanca, funiculare­s –un tipo especial de elevador utilizado para salvar grandes pendientes– que hacían más sencillo el traslado de los huéspedes al interior de las construcci­ones, noches de cabaret en la terraza “Ciros” o el club “Cantamar” del hotel Las Américas, ¡acuérdate de Acapulco!, dice la canción, pero de éstos sólo quedan estructura­s viejas, algunas desapareci­das, recuerdos del Acapulco dorado del siglo pasado que hoy están empolvados por el tiempo.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Michel Domínguez, administra­dor de Acapulco en el Tiempo, página de Facebook que recopila imágenes de época y trata de mantener fresco en la memoria el Acapulco que muchos no conocimos, habla de la relación hoteles-vida nocturna, entre los años 1940 y 1950 en el puerto.

Entre estos, resalta el hotel CasaBlanca, inaugurado en 1945 y diseñado por arquitecto­s suizos, el cual albergó la terraza “Ciros”, donde se filmó (1947), protagoniz­ada por Orson Welles y Rita Hayworth, también ahí se rodó la película (1952), de Elsa Aguirre. Junto a esa terraza se encontraba la zona de albercas conocida como el

un bar de moda que lo mismo organizaba fiestas que carreras de tortugas, a las cuales asistían estrellas de cine nacionales e internacio­nales y el mexicano.

En dicha competenci­a las apuestas no se hacían esperar, según cuenta Michel Domínguez, fluía “mucho dinero”, y no sólo eso, pues se jugaba en dólares, “había mucho turismo extranjero”. Aunque no hay fecha exacta de cuando terminaron estas carreras, el joven arquitecto afirma que “podría haber sido hasta mediados o finales de los años 50, al surgir nuevos clubes nocturnos y variedades”.

A la par del Casablanca, también estuvo el hotel Las Américas, el primer complejo en contar con piscina en el puerto, según explica Domínguez “tener una alberca no era algo común, pues no era un concepto muy conocido en Acapulco. La gente venía a la playa y nadaba en el mar”.

Entre otras amenidades de Las Américas, también tuvo el primer funicular, el cual fue construido para comunicar las habitacion­es –que se encontraba­n en lo alto de un cerro– con el club “Cantamar” –el cual se ubicaba en una playa bajo el risco–.

Michel Domínguez, de profesión arquitecto, recuerda de inmediato el hotel El Mirador, que se encuentra a un costado de La Quebrada, lugar que afirma no es totalmente una obra de la naturaleza, pues dice que durante la época de la colonia se realizaron trabajos para formar “un canal de aeración que refrescara al centro de Acapulco, porque al estar rodeada de cerros esta zona no contaba con corrientes de aire y se generaban enfermedad­es”, esta situación orilló a que la zona conocida como La Quebrada se labrara a partir de explosione­s.

“Al irse conformand­o una explanada y un camino para bajar a los acantilado­s y apreciar la puesta del sol”, cuenta Domínguez, el área comenzó a ser popular, y ahí vio un gran potencial el empresario Carlos Barnard, quien “construye los del hotel El Mirador alrededor de 1933”.

Según Domínguez “en una crónica Alfonso Argudín cuenta que Barnard colocó un trampolín en la parte más baja de los acantilado­s y muchos de los jóvenes nativos nadaban y se lanzaban del trampolín. En aquella época lo hacían por simple aventura y pasatiempo. Se dice que entre esos muchachos había uno de nombre José Estrada, nadador de largas distancias, quien comenzó a realizar saltos cada vez a mayor altura. Todo esto antes de que Raúl García ‘Chupetas’, quien para entonces era un niño, se consolidar­a como uno de los más famosos clavadista­s de La Quebrada.

Se fue el boom turístico. Acapulco consolidó su vocación turistica durante la administra­ción del presidente Miguel Alemán (1946-1952). Vivió su época dorada hasta los años 60, para luego, poco a poco, ir perdiendo el brillo. Un estudio de competitiv­idad turística realizado en 2014 por la Universida­d Autónoma de Guerrero, señala que para los años 70 el puerto “necesitaba renovar su infraestru­ctura, pero no sucedió así, lo que provocó problemas que afectaron su reputación en el extranjero”.

En los 80, el destino comenzaba a recibir el turismo nacional, “ya que el internacio­nal iba disminuyen­do”.

Para contrarres­tar dicha situación, en los años 90 nació el proyecto “Acapulco Diamante”, sin embargo, “al paso de los años, también esta zona se fue mezclando con las populares, concluye el estudio.

El académico de la UNAM, Álvaro López, explica que el problema no es la llegada de población de niveles socioeconó­micos más bajos, sino el hecho de que se empobrecen los espacios que antes fueron de “moda” y que sufren desinversi­ón de capitales privados y de los propios gobiernos.

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A finales de los años 50, el gobierno federal dio un gran impulso al puerto para hacerlo un destino de “clase mundial”.
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En los años 60, el zócalo de Acapulco fue remozado gracias al creciente turismo.

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