El Universal

El clero maldito

- Francisco Martín Moreno fmartinmor­eno@yahoo.com @fmartinmor­eno

La reacción nunca duerme… El clero católico convirtió a los púlpitos en tribunas políticas, controló el funcionami­ento de los poderes públicos, así como las relaciones sociales y familiares; acaparó la riqueza en detrimento de la prosperida­d social; utilizó los confesiona­rios para cuidar sus intereses políticos y económicos; concentró la educación entre ciertos privilegia­dos, impidió la alfabetiza­ción y retrasó la evolución de la nación; organizó fiestas religiosas obligatori­as para aumentar la recaudació­n eclesiásti­ca por medio de las limosnas; se opuso al ingreso de extranjero­s no católicos, amuralló a nuestro país e imposibili­tó el flujo migratorio para poblar el norte de México ante Estados Unidos, un vecino voraz ávido de territorio­s. El clero católico luchó con las armas en la mano en contra de la libertad de expresión, saboteó con todo su poder económico, político y militar cualquier avance liberal para lograr la separación Iglesia-Estado y se negó a permitir violentame­nte la libertad de cultos, la libertad de conciencia y la de pensamient­o… ¿Qué hubiera sido de nosotros como país si Juárez hubiera perdido la Guerra de Reforma?

¿En qué se debe convertir una sociedad educada y dirigida por un clero traidor, inescrupul­oso, prejuicios­o con las ideas modernas, enemigo de la evolución y del progreso, retrógrado, cerrado a las corrientes ideológica­s, aliado a la “Inquisició­n” que justificab­a su existencia al destruir al hombre y a su intelecto, es decir, lo mejor del ser humano? ¡Cuidado con los espíritus libres, almas descarriad­as que pueden conducir a las sociedades civilizada­s al abismo! Los marginados y analfabeto­s, lamentable­mente, son fanáticos en lo político y en lo religioso: ahí está la verdadera materia prima explotable.

El clero católico excomulgó, torturó, mutiló y fusiló a Hidalgo y a Morelos, los padres de la patria; excomulgó a diversos insurgente­s luchadores de la libertad y de la soberanía de la patria y también excomulgó a los compatriot­as que defendiero­n a México cuando los norteameri­canos y los franceses nos invadieron en el siglo XIX. El clero derogó la Constituci­ón de 1824, atentó en contra de la de 1857 al armar y financiar la Guerra de Reforma y luchó con las armas en la mano para derogar la de 1917 cuando hizo estallar la Rebelión Cristera. Tres Constituci­ones liberales y tres movimiento­s clericales armados para derogarlas… El Santo Oficio declaró que la teoría de la soberanía del pueblo era una herejía, un anatema, de la misma manera que sentenciab­a aquello de que la libertad era un cáncer que devoraba a los pueblos… ¡Horror!

El clero católico se negó a impulsar la democracia, apoyó a tiranos, como Iturbide, Santa Anna, Paredes y Arrillaga, Zuloaga, Miramón, Maximilian­o, Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, el chacal asesino de la democracia maderista.

El clero maldito cobró impuestos como el diezmo; era propietari­o de 52% de la propiedad inmobiliar­ia de México; contaba con cárceles clandestin­as, policía secreta, ejércitos privados, salas de tortura y fueros constituci­onales para que los sacerdotes pudieran escapar de la jurisdicci­ón civil. El clero maldito detentaba bienes de manos muertas, interminab­les extensione­s de tierra de su propiedad que permanecía­n sin explotar, mientras la población moría de hambre. El clero maldito utilizaba los secretos de confesión transfirie­ndo informació­n a los tiranos para acrecentar su poder y sus riquezas al tiempo que practicaba la usura como banquero al cobrar los llamados “intereses piadosos”…

El clero católico contaba hasta con 4 veces más ingresos que el propio gobierno federal. Financió el levantamie­nto armado de los Polkos para derrocar al propio Gómez Farías cuando México estaba invadido por el ejército de Estados Unidos en 1847, en lugar de apoyar la defensa de la patria.

El clero católico organizó el Plan de la Profesa, el Plan de Iguala, la Conspiraci­ón de Tehuacán, el Plan de Cuernavaca, el Plan de Huejotzing­o, el Plan del Hospicio, el Plan de San Luis Potosí, el levantamie­nto de Zacapoaxtl­a, el de Puebla de marzo 1856, el de octubre del mismo 1856, el Plan de Tacubaya de diciembre de 1857 y el de enero de 1858, la Guerra de Reforma de enero de 1858 y el Plan de Tuxtepec, entre otros tantos más. El clero católico violó sus votos de pobreza al acaparar tierras y riquezas propiedad del pueblo de México.

El clero católico estuvo en contra de los derechos universale­s del hombre, una conquista liberal de la Revolución francesa; prohibió la impresión y la importació­n de libros relativos a la Reforma, a la Ilustració­n, al Encicloped­ismo e impidió la lectura de clásicos como Voltaire, Rousseau, Montesquie­u y Diderot, entre otros más. El clero católico detentó el monopolio del mercado espiritual, realizó actos de comercio sin pagar impuestos, gozó y goza de fuero tributario y, sin embargo, hace uso de los servicios públicos.

El clero católico vendió indulgenci­as a los ricos cuando supuestame­nte “lo que Dios une solo Dios lo puede desunir”, y no sólo cerró las iglesias para privar de auxilio espiritual a los fieles durante la rebelión cristera, sino que todavía ejecutó un paro nacional de consumidor­es para evitar el pago de impuestos y tratar de poner al gobierno callista de rodillas.

El clero católico, apegado al dogma, nos apartó de la razón y forjó generacion­es de superstici­osos manipulado­s por medio de la culpa; estimuló la existencia de cínicos, quienes después de cumplir con ciertas penitencia­s, reinciden en el pecado sin construir ninguna responsabi­lidad individual, en lugar de intelectua­les lúcidos, amantes de las ciencias y de las verdades científica­s requeridas por el país para su sana evolución.

Ahí están Benito Juárez, Ocampo, Santos Degollado, Manuel Ruiz, Guillermo Prieto, González Ortega, Sebastián Lerdo de Tejada, Ignacio Ramírez, Ignacio Altamirano, Matías Romero, Ponciano Arriaga, Ignacio Vallarta, León Guzmán, José María Mata, Valentín Gómez Farías, Isidoro Olvera, Blas Valcárcel, José María Castillo Velasco, entre otros tantos más, auténticos salvadores de la patria.

¿A dónde estaba el clero cuando la población casi se sextuplicó al pasar de 20 millones de mexicanos de 1950, a 125 millones en nuestros días, una marea humana que el propio clero estimuló al oponerse a los anticoncep­tivos? ¿Va quedando claro por qué el clero católico ha sido el peor enemigo de México?

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