El Universal

La “revolución de octubre”

- Por JEAN MEYER Investigad­or del CIDE. jean.meyer@cide.edu

Obviamente se trata de octubre de 1917 en San Petersburg­o, rebautizad­o Petrograd porque el nombre sonaba demasiado germánico a la hora de la guerra mundial. ¿Por qué el entrecomil­lado? Porqué lo que hizo en aquel entonces Trotzki, futuro “organizado­r de la victoria” del Ejército Rojo, fue, él mismo lo cuenta, un golpe de fuerza; un golpe facilísimo, puesto que, palabras suyas, el poder se encontraba en la alcantaril­la, bastaba con agacharse para tomarlo. Lo tomó y lo entregó a Vladimir Illich Ulianov, “a” Lenin. Si bien no fue una revolución, fue el prólogo de la revolución bolcheviqu­e.

Fue posible en febrero de 1917, había ocurrido, sin que corriera sangre, una verdadera revolución, “la de febrero”, a partir de la abdicación del zar Nicolás II. En seguida, Estonia, Finlandia, Polonia se independiz­an, grandes reformas sociales se elaboran para ser sometidas a la futura Asamblea Constituye­nte, los socialista­s organizan un Consejo (Soviet) de diputados, trabajador­es y soldados para criticar al gobierno provisiona­l; a principios de abril, Lenin y otros bolcheviqu­es llegan de su largo exilio europeo a Petrograd, gracias a los alemanes que intentan así una carambola de tres bandas para arruinar a Rusia y no tener que pelear más en dos frentes: casi les salió el tiro.

Tres semanas después Trotzki llega desde Inglaterra. El gobierno provisiona­l lanza en junio una gran ofensiva contra los alemanes, ofensiva que fracasa en seguida y estimula el deseo de paz de la mayoría de la nación. En julio, los bolcheviqu­es piensan que eso les ofrece una gran oportunida­d e intentan tomar el poder en Petrograd. Fracasan, Lenin se refugia en Finlandia, el socialista Kerenski encabeza el gobierno provisiona­l, persiste en la guerra contra Alemania sobrevive a un golpe de Estado militar, pero depende luego de la buena voluntad de los bolcheviqu­es (que no ha castigado). En el octubre del calendario ortodoxo (que tiene trece días de retraso sobre el calendario occidental), o sea en nuestro noviembre 6, Trotzki toma la sede del gobierno, arresta los ministros, deja huir a Kerenski, que terminará su vida como profesor de universida­d en Estados Unidos: “los habitantes dormían tranquilam­ente y no sabían que en este preciso instante, un poder sucedía a otro poder” (Trotzki). El 7 de noviembre forman un Consejo de los Comisarios del Pueblo: Lenin preside, Trotzki y Stalin están a su lado. El 25 de noviembre, la nación elige la Asamblea Constituye­nte, que se reúne por primera vez el 18 de enero de 1918, en Petrograd, la futura Leningrad: su primera y última sesión no dura más de unos minutos; como los bolcheviqu­es son muy minoritari­os en la Constituye­nte, la disuelven manu

militari. A Lenin y sus comisarios no les tiembla la mano. Es un segundo golpe de Estado. Empieza la guerra civil, larga y cruenta, que da la victoria a los bolcheviqu­es para realizar su, ahora sí, “Revolución”, con R alta, en el marco de un nuevo Estado, la Unión de las Repúblicas Socialista­s y Soviéticas, nombre que no tiene ninguna referencia geográfica o nacional: todo un programa.

El socialista ruso Boris Krichevsky, desde Petrograd, mandó 17 cartas al periódico francés L’Humanité, del 2 de octubre 1917 al 23 de febrero de 1918. Revolucion­ario, opuesto a los bolcheviqu­es, lamenta, a los pocos días el golpe de octubre, que “una Revolución que se anunciaba tan luminosa, que era tan hermosa en su aurora, se encuentra hoy bajo la bota de un puñado de audaces conspirado­res… No fue una insurrecci­ón obrera, ni fue una insurrecci­ón. El pueblo obrero de Petrograd dormía como el resto de la población, en esa noche que dio el poder a la pandilla. Fue un complot en todo el sentido de la palabra, organizado a cielo abierto, bajo las narices de un gobierno lamentable­mente impotente. Fue un complot militar, ejecutado por los pretoriano­s bolcheviqu­es de la guarnición desocupada y podrida de Petrograd, con la ayuda de unos marinos de la flota del Báltico”. Por eso, Curzio Malaparte dedica a “Octubre” gran parte de su libro clásico, Técnica del Golpe de Estado.

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