FBI reúne a capos para hundir a El Chapo
La agencia de investigación de EU recluta a Chupeta, Don Diego, Luis Caicedo y a Julio Lozano, del crimen organizado en Colombia, que testificarán en contra de Guzmán Loera
Antes de ser sometido a una cirugía en su pierna izquierda, el narcotraficante colombiano Diego Montoya, Don Diego, ex jefe del Cártel del Norte del Valle, se comprometió con el FBI a testificar en el juicio contra Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.
Según Don Diego, el capo mexicano le compraba al año 15 toneladas de cocaína, la mayoría de las cuales salían en aviones King Quest, Grumman, Commander y Convert, que aterrizaban en los aeropuertos de Los Mochis, Torreón y Veracruz, y cuyas matrículas tiene en su poder.
Además, conoce los nombres de ingenieros rusos y estadounidenses que fueron enviados por El Chapo a Colombia para ensamblar submarinos, moverle droga desde la costa Pacífica —especialmente desde la convulsionada Tumaco—, y proveer a los hermanos Beltrán Leyva, a Ismael El Mayo Zambada y al ex policía Juan José Esparragoza El Azul.
Aunque en la acusación contra El Chapo se anunciaba: “Numerosos líderes de grupos colombianos van a testificar sobre los envíos a Guzmán a través de rutas aéreas, marítimas y terrestres”, Washington guardaba en secreto sus identidades. Fuentes federales le confirmaron a El
Tiempo que el FBI está reclutando a capos extraditados para garantizar que el gran jurado le dé cadena perpetua al escurridizo mafioso mexicano.
Para el Departamento de Justicia, este caso se ha convertido en una cuestión de honor, puesto que desde hace más de 30 años han estado detrás del jefe del Cártel de Sinaloa y tuvieron que ver cómo se escapó dos veces de cárceles de máxima seguridad de México.
Libraron una batalla adicional: el pulso con México para que extraditara al capo justo al inicio del mandato de Donald Trump y meses después de que anunciara la construcción del muro fronterizo.
A eso se une la artillería legal que la defensa del capo está desplegando. Jeffrey Lichtman, Eduardo Balarezo y William Purpura, tres veteranos defensores de narcotraficantes, pidieron la anulación del juicio a El Chapo, argumentando que su extradición fue “ilegal y con base en afirmaciones falsas”. Aunque su intento fracasó,
ahora alegan que su cliente es sometido a torturas sicológicas y físicas que impiden incluso coordinar su defensa.
Los abogados del narcotraficante mexicano buscan desestimar a los potenciales testigos, asegurando que van a mentir a cambio de beneficios judiciales.
Pero está documentado que en la larga y selecta lista de aliados de El Chapo figuraban los
colombianos Efraín Hernández, Don Efra; Elizabeth Montoya de Sarria, Iván Urdinola, Arcángel Henao, Francisco Pacho Cifuentes, Miguel Solano y Giovani Caicedo.
“Muchos fueron asesinados, pero otros sobrevivieron a venganzas, como Juan Carlos Ramírez Abadía, Chupeta, quién va a colaborar”, dijo una agente. Socios frescos
Chupeta, el otro gran proveedor de El Chapo, va a contar cómo el jefe del Cartel de Sinaloa le secuestró a uno de sus emisarios tras una disputa por un cargamento. Se trata de Juan Carlos Ortiz, Cuchilla, quién años después murió acribillado en Cali.
El Tiempo estableció que a la lista de testigos a la que se unen Luis Caicedo Velandia y Julio Lozano Pirateque, jefes del narcotraficante Daniel, El Loco, Barrera. Sus testimonios son claves porque demuestran que el capo mexicano mantuvo su imperio y sus nexos con la mafia colombiana hasta hace tres años, cuando cayó en manos de la Marina de su país.
De hecho, aunque Caicedo cumplió su condena, tras una ventajosa negociación con Estados Unidos, permanece preso en Brooklyn para garantizar su comparecencia en el juicio.
Por esa misma razón, Lozano, ya en libertad, no fue deportado a Colombia y se le ha visto en Miami.
El único beneficio que Caicedo y Lozano obtendrían por ayudar a hundir a El Chapo es el de quedarse en Estados Unidos.
Don Diego, condenado a 45 años por el asesinato de un testigo federal, también es poco lo que puede obtener. Tiene 59 años, lleva ocho en prisión y saldría a los 96.
Si acaso le darían mejores condiciones carcelarias debido a sus líos de salud, que lo tienen en una cárcel de mediana seguridad.
Entre tanto, Chupeta, después de ser extraditado a Estados Unidos por el gobierno de Brasil, en 2008, enfrenta una sentencia de 25 años, de los cuales le quedan 14 pendientes. Si bien los podría reducir delatando al patrón del grupo de narcotraficantes de Sinaloa, sería mínimo el beneficio.
Por ahora, El Chapo permanece incomunicado en una celda de una correccional de Nueva York, ciudad que inundó de coca en sus épocas de bonanza y terror. Así es la cárcel de El Chapo
Una celda sin ventanas, luces prendidas 23 horas al día, cámaras de vigilancia sobre la ducha y el escusado, visitas vetadas y cero contacto con otros presos. Las condiciones a las que está sometido Joaquín Guzmán en el Centro Correccional Metropolitano de Manhattan son tan duras que en Estados Unidos muchos las consideran peores que las de la base de Guantánamo, donde encerraron a terroristas de AlQaeda. Según sus abogados, el capo ha perdido la noción del día y la noche, ha tenido alucinaciones auditivas y sufre de frío.
Pese a que la fiscalía autorizó que llamara 30 minutos al mes a familiares y pudiera ser visitado por curas; paradójicamente, su situación carcelaria mejoraría si lo condenan, ya que pasaría a un penal con menos restricciones.