Raúl Armando Canseco Rojano
Sistemas van y vienen, sigue la impunidad
El incremento en la comisión de delitos con presencia de arma de fuego es consecuencia de varios contextos y circunstancias que se presentan en la sociedad mexicana. No sólo puede atribuirse a la calificación de la gravedad del delito o las penas con las que se le castigue en el Nuevo Sistema de Justicia Penal, sino que se deriva de la amplia disponibilidad de adquirir las armas en el mercado negro a bajo precio. Desafortunadamente, hay una constante aún más terrible: la impunidad.
No importa si la pena es alta o baja, eso viene a un segundo plano cuando el problema es la impunidad: podría ser la pena más baja, pero debe aplicarse. La mayoría de los delitos cometidos con armas no son castigados porque, aún cuando se detiene al culpable, no se garantiza su condena. De ahí que ni siquiera tengamos la certeza de que esta pena, aunque parezca baja, sea efectiva. La posibilidad de que el dela lincuente se salga con la suya está arriba de 90%, y este es un factor que influye en que se siga cometiendo este delito.
Se suma a esto la gran facilidad que existe para adquirir un arma en el mercado ilegal, posibilidad que se ha incrementado de manera importante en los últimos años. Su precio ha descendido y se convierten en un producto de muy fácil adquisición. El mercado negro pone al alcance de quien las busque, armas que por su potencia de fuego o de daño, no se podían conseguir o cuyo costo de adquisición era muy alto, inclusive hasta por internet pueden obtenerse y, debido al factor de impunidad, existe una gran posibilidad de que su bajo costo se deba a que sean armas “calientes”, es decir, que ya hayan sido utilizadas previamente en la comisión de otro delitos, seguramente con muerte o heridas de por medio.
Otra característica que se está presentando es el aumento desmesurado de la violencia en los ilícitos en los que hay presencia de arma de fuego. No podemos todavía asegurar que esto esté ligado al Nuevo Sistema de Justicia Penal, pero este incremento se ha dado visiblemente. Anteriormente, el arma se utilizaba solamente como un medio para atemorizar a la víctima, pero ahora ya se agrede con ella. Se le usa tanto para golpear como para disparar. Existen indicios de que puede ser resultado del aumento de la presencia de la delincuencia organizada en los delitos del fuero común.
Con la presencia del crimen organizado se presenta un fenómeno en el que tenemos delincuentes que trabajan para otros delincuentes, y estos criminales que controlan a los primerizos o de menor nivel les entregan las propias armas para la comisión de los ilícitos, construyendo una red, una maraña criminal más difícil de controlar. Entonces, el aumento de la violencia también resulta de que a los delincuentes de campo no se les perdona una falla. Si no regresan con la encomienda, no existe piedad para ellos, entonces, ¿por qué ellos la tendrían con una víctima?
Otro factor que debe considerarse, es la creciente desigualdad social, que repercute en el acceso a la educación. Todos sabemos que entre menor grado de estudios hay menores oportunidades laborales y los empleos tienen menor remuneración. Esto provoca que el delito
“La mayoría de los delitos cometidos con armas no son castigados porque, aún cuando se detiene al culpable, no se garantiza su condena”
se convierta en un medio por el que algunas personas pueden acceder a bienes que de manera lícita no podrían obtener. En este sentido, los más jóvenes descubren que el estudio ya no es un medio de crecimiento rentable en nuestro país, que no les va a garantizar la vida que, por el contrario, sí puede, en apariencia, brindarles la delincuencia.
Ante esto, no basta con ver el problema. ¿Cómo nos defendemos?, ¿cuál sería la solución? Existen dos vertientes que deben ser consideradas: la primera es la parte que nos toca como ciudadanos ahora que vienen tiempos electorales, es muy importante que no consideremos como válido a un candidato, a cualquier cargo, que no ofrezca soluciones de seguridad reales, alcanzables, medibles y logrables.
La otra vertiente es la organización y con ello no me refiero a que debemos formar grupos de choque o de autodefensa, pero sí grupos para gestionar ante las autoridades mayores acciones conjuntas contra el crimen. Se trata de lograr que la autoridad enfoque su esfuerzo en las necesidades concretas que la ciudadanía ha identificado y para la que solicita resultados diferentes y concretos. No hay soluciones unilaterales, la autoridad y el ciudadano deben conjuntar sus perspectivas en la búsqueda de soluciones.