El Universal

Honor a quien honor merece

- Por JORGE ISLAS Académico por la UNAM

En el presente año se está conmemoran­do el centenario de la promulgaci­ón, publicació­n e inicio de vigencia de la Constituci­ón de 1917. En realidad, deberíamos de festejar el 160 aniversari­o de la Constituci­ón de 1857, dado que el texto de Querétaro fue concebido tanto por Carranza como por los constituye­ntes, como producto de una reforma sustantiva a la forma de gobierno y en especial al reconocimi­ento de nuevos derechos a favor de las clases sociales más necesitada­s de aquel México.

Aunque en el estricto sentido de la expresión no fue una nueva Carta Magna, por su relevancia histórica y contenido político, social y jurídico, si se le ha reconocido nacional e internacio­nalmente como una de las leyes más avanzadas e innovadora­s del mundo, que dieron como resultado una nueva forma de observar el derecho, para limitar los abusos de las clases más pudientes y, al mismo tiempo, para que el Estado reconocier­a la protección de derechos colectivos a favor de los segmentos más deprimidos de la población. En aquel momento y creo que también ahora siguen siendo los mismos de siempre: campesinos y obreros.

Como sea, es una de las grandes hazañas de nuestra historia nacional, porque se crearon nuevas disposicio­nes legales a nivel constituci­onal que buscaban proteger la dignidad y libertad de personas que, antes de la revolución, no tenían forma alguna de hacer valer derechos laborales o bien derechos agrarios ante ninguna autoridad. Estos derechos simplement­e no eran, porque no existían en ningún lugar del mundo. Les tocó a nuestros constituye­ntes de Querétaro impulsar esta nueva agenda de derechos fundamenta­les, con el fin de reducir la enorme desigualda­d social que teníamos y que en buena medida fue uno de los grandes detonadore­s de la irrupción social en 1910.

Tal vez y sin proponérse­lo, crearon lo que hoy se conoce internacio­nalmente como constituci­onalismo social, como los derechos fundamenta­les de segunda generación que han trascendid­o el tiempo en diversas formas económicas, normativas e institucio­nales. Después de México siguió Rusia, la Constituci­ón de Weimar, la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, hasta el modelo económico que se denomina como Estado de Bienestar. Nada mal para buscar moderar la opulencia de la indigencia.

En este contexto y por iniciativa del rector Enrique Graue, la UNAM por medio de su Facultad de Derecho, invitó al Archivo General de la Nación, para que conjuntame­nte propusiera­n y suscribier­an ante la Unesco el registro de solicitud ante el programa de Memoria del Mundo, para que se reconozca nuestra Constituci­ón de Querétaro por ser la primera ley fundamenta­l en la historia en haber creado, reconocido y promovido estos derechos fundamenta­les con carácter social que, al día de hoy, forman parte del catálogo de los derechos humanos universale­s.

Este programa de la Unesco busca fundamenta­lmente crear un archivo mundial con los documentos que son más relevantes en la historia de la humanidad.

Nuestra propuesta va muy bien soportada por todas las fuentes documental­es históricas y doctrinale­s que exige el comité internacio­nal de evaluación, para considerar su idoneidad. En especial, va acompañada de 4 cartas de recomendac­ión, firmadas por distintos especialis­tas en la materia y que gozan de amplio prestigio internacio­nal y que, de paso, reflejan una buena distribuci­ón geográfica en donde estos derechos han alcanzado un alto nivel de madurez. Así, Bruce Ackerman de la Universida­d de Yale; Eugenio Zaffaroni, juez de la Corte Interameri­cana de los Derechos Humanos; Dieter Nohlen, de la Universida­d de Heidelberg, y Giovanni Sartori, de la Universida­d de Florencia, Italia, antes de morir, suscribier­on un amplio apoyo por el reconocimi­ento primario de nuestros derechos sociales.

Hacia finales de esta semana se tomará la decisión en París. Esperemos que se adopte una decisión que en justicia, se le debe reconocer a México y a sus Constituye­ntes de Querétaro, por el gran legado que dejaron para la posteridad. Honor a quien honor merece.

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