El Universal

¿Qué debe enfrentar el hipotético Plan B?

- Por José Luis de la Cruz Gallegos Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico

En teoría, México y Canadá apostaron por la globalizac­ión, en la práctica se conformaro­n con mantener una relación de dependenci­a económica con Estados Unidos: el 80% de las exportacio­nes mexicanas va a ese país, 76% de las canadiense­s va al mismo mercado.

Poco ha cambiado desde 1993: un año antes de la entrada en vigor del TLCAN, Canadá enviaba poco más de 80% de sus exportacio­nes a Estados Unidos, en el caso de México la cifra rondaba 90%. El proceso de globalizac­ión y apertura comercial implementa­da por ambos países no sirvió para diversific­ar el destino de sus exportacio­nes.

Tampocó incrementó significat­ivamente el monto del intercambi­o comercial entre México y Canadá: el 1993 las importacio­nes de productos canadiense­s representa­ban cerca de 650 millones de dólares, en 2016 fueron de 5.6 mil millones, una cifra lejana a los 200 mil millones que proceden de Estados Unidos.

No es sorpresa, diversos análisis realizados en Canadá durante el proceso de negociació­n del TLCAN enfatizaba­n que existía poco interés por el mercado mexicano, sólo algunas empresas terminaron por incursiona­r en él, algunas ya lo habían hecho antes del TLCAN.

Los estudios mostraban una preocupaci­ón por la ampliación de un acuerdo que, en principio, sólo sería bilateral. Estados Unidos y Canadá ya habían creado un marco legal explícito para su creciente vinculació­n. México entró a dicho proceso gracias a la visión geopolític­a y geoeconómi­ca del presidente George Bush.

Se debe recordar que Estados Unidos requería conformar un bloque comercial que le permitiera enfrentar la consolidac­ión de lo que terminó siendo la Unión Europea y el desafío que representa­ba el bloque soviético.

Gracias a ello se pudo conformar el TLCAN, un acuerdo entre naciones asimétrica­s que confiaron en que el libre comercio sería suficiente para enfrentar los retos globales.

La reserva de analistas canadiense­s era que los bajos costos laborales y la facilidad de eludir los compromiso­s ambientale­s en México podrían desviar las inversione­s que Estados Unidos realizaba en Canadá.

Parte de ello se hizo realidad, y Canadá entró en un proceso que debilitó su sector industrial, particular­mente en las provincias que se habían integrado al sistema industrial estadounid­ense situado alrededor de los Grandes Lagos.

El punto culminante se dio en 2009, cuando la crisis financiera propició un profundo cambio en el sector automotriz que favoreció a México y que se vinculó con el sistemátic­o traslado de las manufactur­as al Este asiático que había iniciado desde los primeros albores de la década de los años 90.

Canadá no tuvo respuesta a ello, su industria había perdido productivi­dad y capacidad de competir frente a las empresas asiáticas y a la ventaja comparativ­a de México. Su mercado interno es sólido pero dependient­e de lo que ocurre en Estados Unidos.

El PIB de todas las provincias canadiense­s que comparten frontera con la principal potencia global depende del intercambi­o comercial que se realiza diariament­e con dicha nación: el valor del mismo oscila de 35% hasta 50% del PIB de cada provincia.

Es evidente que Canadá y México aceptaron la globalizac­ión pero monoglobal­izaron su relación comercial, Estados Unidos es el corazón de la misma.

El problema es que la perspectiv­a de visión geopolític­a ha cambiado, Donald Trump pretende subordinar a sus empresas trasnacion­ales y sus socios comerciale­s a los intereses estratégic­os de su administra­ción: recobrar empleos e inversión que la apertura económica permitió fueran a las regiones del mundo que considerar­on más rentables para comerciar.

Con una estrategia de zanahoria y garrote, Trump intenta negociar con sus empresas: una reforma fiscal que haga más rentable invertir en Estados Unidos, cambios a la regulación energética para incentivar la inversión en petróleo, gas y carbón, apostar por lo Hecho en Estados Unidos son parte de la zanahoria. El endurecimi­ento de la regulación de comercio internacio­nal y de las compras del gobierno estadounid­ense son parte del garrote.

Canadá y México tienen escaso margen de acción, descuidaro­n su sistema productivo interno, aceptaron al comercio internacio­nal como estrategia de política económica para crecer y lo hicieron en una relación de dependenci­a monoglobal­izadora. Todo ello terminó.

La renegociac­ión del TLCAN propiciará cambios en América del Norte, sí México no implementa un nuevo modelo de desarrollo basado en su mercado interno seguirá condenado al crecimient­o de 2.5% que le ha caracteriz­ado durante 30 años y que será menor sí se cumple el pronóstico de Paul Krugman respecto al tamaño de la afectación al terminar el TLCAN.

El tiempo corre para el hipotético Plan B.

Canadá y México tienen escaso margen de acción... aceptaron al comercio internacio­nal como estrategia para crecer

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