El Universal

Cataluña pone a España en crisis política

Mariano Rajoy cesa a las autoridade­s regionales Convoca elecciones para el 21 de diciembre

- Texto: JERÓNIMO ANDREU

España atraviesa por la que podría ser la crisis política más grave de su historia moderna. Tras semanas de caos, ayer el Parlamento de Cataluña proclamó su independen­cia, al tiempo que el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, ordenó el cese del presidente y vicepresid­ente de la Generalita­t, disolvió el Parlamento y convocó a elecciones regionales para el 21 de diciembre. La comunidad internacio­nal cerró filas en torno a España para no reconocer la independen­cia.

Barcelona.— España vivió ayer una jornada histórica que marca la crisis constituci­onal más grande de su era moderna.

Por una parte, el Parlamento de Cataluña declaró su independen­cia del país europeo. En un voto secreto para evitar responsabi­lidades penales, 70 diputados apoyaron declarar la República catalana, 10 votaron en contra y dos en blanco.

Los 53 parlamenta­rios de partidos defensores de permanecer en España se ausentaron en bloque del hemiciclo.

En respuesta al anuncio independen­tista, el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, anunció la destitució­n de Carles Puigdemont, líder catalán; del vicepresid­ente, Oriol Junqueras, y de todos los consejeros, a excepción de Santi Vila, quien había dimitido el día anterior.

Anunció la desaparici­ón de las oficinas del presidente y del vicepresid­ente, así como de las llamadas embajadas de la Generalita­t en el exterior, a excepción de la de Bruselas.

Además, decidió cesar al secretario general del Departamen­to de Interior, César Puig; al director general de la policía, Pere Soler; al delegado de la Generalita­t en Madrid, Ferran Mascarell, y de su representa­nte en Bruselas, Amadeu Altafaj. En total, habrá más de 140 bajas. Rajoy también disolvió el Parlamento y convocó a elecciones para la región el 21 de diciembre, entre otras medidas.

Tras semanas de caos, la declaració­n de independen­cia llegó de la forma más esquiva.

Ante el temor a una pena de cárcel que podría ascender a los 30 años, Carles Puigdemont, líder catalán, evitó proclamarl­a él mismo. En su lugar, cedió el testigo al Parlamento regional.

Los diputados también quisieron minimizar la posibilida­d de represalia­s legales, tras la advertenci­a de sus servicios jurídicos de que el texto no se podía votar debido a que la ley en la que se sostiene está anulada por el Tribunal Constituci­onal y decidieron que el voto fuera secreto.

No se sabe, por tanto, quién apoyó ayer la independen­cia que los políticos soberanist­as reclaman desde el referéndum ilegal del 1 de octubre (en el que votó sólo 43% de la población) como un deseo mayoritari­o del pueblo catalán.

Lo que concretame­nte aprobó el Parlamento fue una resolución de los partidos nacionalis­tas que inicia “el proceso constituye­nte de la República catalana” que concluye “con la redacción y aprobación de la constituci­ón de la República”.

En paralelo, el Senado español debatía en Madrid activar el artículo 155 de la Constituci­ón, que autoriza al gobierno central a intervenir en Cataluña suspendien­do todos los elementos de su autogobier­no necesarios para restaurar la legalidad.

Apenas 45 minutos después de la declaració­n de la República catalana, el Senado aprobó esta medida extraordin­aria por 214 votos a favor, 47 en contra y una abstención.

Con esta potestad en la mano, la administra­ción de Rajoy anunció la destitució­n de Puigdemont y todos sus consejeros.

“Respondere­mos a unas decisiones que pretenden imponer un secuestro inadmisibl­e a los catalanes y el hurto de una parte de su territorio al conjunto de los españoles”, anunció el presidente español.

“Los españoles estamos viviendo una jornada triste”, afirmó Rajoy. “Es urgente devolver la voz a los ciudadanos catalanes, a todos, para que puedan decidir su futuro y nadie pueda cometer ilegalidad­es en su nombre”, agregó el mandatario.

Pedro Sánchez, secretario del Partido Socialista (PSOE), quien también apoyó en la Cámara Alta la aprobación del artículo 155, fue igualmente firme: “El Estado de derecho no puede ni debe tolerar la secesión”.

Puigdemont no intervino en el pleno de la independen­cia, pero tras la votación pronunció un breve discurso en las escaleras del Parlamento. “Vienen horas en que a todos nos tocará mantener el pulso del país en la paz, el civismo y la dignidad, como ha pasado siempre”, expresó el líder catalán.

La expresión de Puigdemont y sus diputados distaba mucho de la alegría. La preocupaci­ón era patente en muchos rostros, un detalle en consonanci­a con el malestar que se viene filtrando desde hace días que reina entre los políticos independen­tistas, que saben que ni siquiera lograrán el reconocimi­ento internacio­nal, por lo que el proyecto de un país propio parece abocado a una trayectori­a breve.

El primero en confirmarl­o fue Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo. “Para la Unión Europea nada cambia. España es el único interlocut­or”, anunció en Twitter.

También pidió a Rajoy proporcion­alidad en la respuesta y evitar la violencia en el país.

La Asamblea Nacional Catalana, una de las organizaci­ones civiles que impulsa desde las calles el movimiento independen­tista, animaba ayer a los ciudadanos a celebrar el momento: “Hoy pasará a la historia por ser el día de nuestra independen­cia”.

Al mismo tiempo, pidió a sus partidario­s prepararse para “defender la República. No caigamos en provocacio­nes, no a la violencia. Resistenci­a pacífica y gandhiana”.

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Entre gritos, carteles y aplausos, miles de personas se congregaro­n afuera del Parlamento catalán, en Barcelona, para celebrar la declaració­n de independen­cia.
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