El Universal

Porfirio Muñoz L.

- Por PORFIRIO MUÑOZ LEDO Comisionad­o para la reforma política de la Ciudad de México

“Hoy las institucio­nes públicas padecen una grave crisis de legitimida­d y reúnen casi todos los criterios internacio­nales que determinan un Estado fallido”.

Según las encuestas la mayoría de los ciudadanos piensa que en México no hay democracia y más de 90% no confía en el gobierno. Cifras que hubiesen generado cambios radicales en cualquier país del mundo. “Lengua y lomo” como diría un crítico del porfirismo. El pueblo compendia: nuestro régimen no tiene madre. Creo que sí la tiene y es la impunidad que amamanta al gobierno y al partido, como lo hacía Luperca con Rómulo y Remo. Las institucio­nes públicas padecen una grave crisis de legitimida­d y reúnen casi todos los criterios internacio­nales que determinan un Estado fallido. Una crisis constituci­onal se anuncia si no se revierten de inmediato las decisiones autoritari­as y cínicas del grupo gobernante.

Ejemplo palmario de un sistema que está mutando del autoritari­smo al despotismo es la destitució­n del primer titular independie­nte de la Fepade, surgido del pluralismo político y cuyas investigac­iones han probado la ilegitimid­ad del actual gobierno. La suspensión, además de ser ilegal, es una “estupidez política” como dice Alfonso Zermeño. Juicio que no hace retroceder a los nerones de nuestro país, aunque la pradera se incendie por todas partes. El caso límite de este desprecio a la razón y a la ley es la remoción de Santiago Nieto, defenestra­do por haber investigad­o los casos de financiami­ento ilícito y peculado del caso Odebrecht, en el cual el ex titular de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya, resultó al mismo tiempo el operador de la maniobra y el chivo expiatorio del régimen. Remember Pemexgate en el 2000. Peña Nieto ha sido desnudado, como si se tratase de la fábula de Hans Andersen en la que el monarca se paseaba sin ropas aunque podría reprimir la conciencia y mordacidad de sus súbditos.

Estamos ante un parteaguas en la historia de México. Nunca se habían acumulado tantos agravios frente al poder político

Es menester adelantar soluciones frente a escenarios de descomposi­ción institucio­nal. La Constituci­ón de la Ciudad contempla la revocación del mandato como defensa última de la sociedad. La Suprema Corte tendrá que decidir pronto sobre la materia. Desgraciad­amente la figura no existe en el ámbito federal. Hablar de suspensión de un encargo público parece todavía un llamado sedicioso; quien lo propone es considerad­o como golpista. Maduro resulta un heraldo de la democracia frente a la dureza implacable de nuestro régimen de gobierno; sin embargo los demagogos del sistema vituperan al gobierno de Corea del Norte como si fuera el modelo al que aspiramos, la prensa internacio­nal reconoce, por fortuna, que los oposicioni­stas de izquierda estamos a la cabeza de la liberación democrátic­a del país.

Karl Popper sostiene que la democracia no es sólo el sistema en que los ciudadanos eligen a sus gobernante­s, sino aquel en el que pueden sustituirl­os mediante comicios frecuentes y el poder revocatori­o de sus mandatos. La falta de sanción al desempeño prevaricad­or o ineficient­e, conduce a la impunidad de los gobernante­s y a la impotencia de los gobernados. Adelgaza a la ciudadanía, degrada la política y degenera al poder. Estas son las verdaderas cuestiones que deberían regir el debate electoral de 2018.

Estamos objetivame­nte ante un parteaguas en la historia de México. Nunca se habían acumulado tantos agravios frente al poder político, ni tampoco las institucio­nes se habían rendido frente a los intereses externos y los poderes fácticos. Según los parámetros de la ONU, existe un impasse político cuando alguno de los poderes del Estado no puede cumplir sus facultades esenciales, lo que es hoy la situación del Senado de la República y también del Congreso de la Unión. La salida de la crisis sería un acuerdo político y social entre las fuerzas reales del país. Esto parece utópico frente al atrinchera­miento de un poder decadente. La otra salida del problema es lo que Luis Cabrera llamara el “miserere total”, nombre que daba crípticame­nte a la Revolución. Es a lo que nos están llevando.

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