El Universal

Nueva Fiscalía, ¿ahora o cuándo?

- Por MARÍA ELENA MORERA Presidenta e Causa en Común. @MaElenaMor­era

Desde 2014 se reformó la Constituci­ón para cambiar a la Procuradur­ía General de la República en Fiscalía con dos rasgos distintivo­s: que fuera una fiscalía autónoma que persiguier­a los delitos de forma eficiente e imparcial, y que dejara de ser la procuradur­ía del presidente. Durante casi tres años la cuestión del pase automático de su titular sirvió como pretexto para postergar la aprobación de leyes para la necesaria transforma­ción institucio­nal, pretexto que se acabó con la renuncia de Raúl Cervantes hace unos días, quien dijo “algunos legislador­es y políticos han utilizado mi nombre y mis supuestas aspiracion­es como una excusa para no avanzar en aprobación de las leyes que permitiría­n mejorar las condicione­s y herramient­as con las que se procura justicia en nuestro querido México”.

Se fue Raúl Cervantes, pero la institució­n mantiene los mismos anquilosad­os procesos y, en consecuenc­ia, magros resultados; porque, como lo hemos venido diciendo los ciudadanos, lo importante es rediseñar a la institució­n. Lo que sí se le debe reconocer al ex procurador es que promovió un ejercicio de reflexión sobre el modelo que requiere la nueva Fiscalía para operar, mismo que realizaron el Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas, el Instituto de Investigac­iones Jurídicas de la UNAM y el Instituto Nacional de Ciencias Penales, cuyo informe se presentó hace unos días.

Éste destaca que falta una visión integral de la seguridad pública y del sistema de justicia penal; que hay deficienci­as estructura­les en las procuradur­ías y que falta informació­n sistematiz­ada que permita saber cómo van y qué deben mejorar.

Entre sus propuestas están que las acciones para prevenir y sancionar los delitos, esto es, la política criminal, sean responsabi­lidad de un Sistema Nacional de Seguridad Pública y Justicia Penal. También proponen que, para investigar y perseguir los delitos, los ministerio­s públicos trabajen de forma menos burocrátic­a y, ahora sí, den resultados. Esto sólo será posible si hay una efectiva comunicaci­ón entre las policías, que se quedarían a cargo de planear y ejecutar la investigac­ión, y los propios ministerio­s públicos, quienes tendrían la responsabi­lidad de realizar una revisión de las investigac­iones policiales.

Otra sugerencia es que se establezca una “Unidad de Atención Temprana” para recibir denuncias ciudadanas y analizar si hay algún delito y canalizar el asunto, ya sea a las instancias de soluciones alternas o bien a las áreas de investigac­ión de la propia fiscalía. Destaca la propuesta de abrir un espacio de la participac­ión social con la creación de un consejo ciudadano para evaluar su desempeño.

Estas son sólo algunas de las recomendac­iones derivadas del nuevo modelo de procuració­n de justicia, además, desde la sociedad civil se han hecho importante­s esfuerzos para avanzar, como el dictamen ciudadano de #VamosPorUn­aFiscalíaQ­ueSirva con una propuesta para el rediseño constituci­onal, Raúl Cervantes ya renunció, entonces… ¿qué falta?

Sabemos que no se pueden corregir los problemas institucio­nales, ni por decreto ni a corto plazo y que construir las fiscalías, la federal y las estatales, nos tomará muchos recursos, talento y años. Lo inmediato es que a los legislador­es se les acabaron los pretextos: tienen en su mano propuestas concretas, sensatas y atendibles. Debemos de dar la batalla en todos los frentes para que las fuerzas políticas en el Congreso entiendan de una vez que ya no pueden aplazar las soluciones al drama cotidiano de la insegurida­d y la injusticia. Ya se discutiero­n mucho las propuestas, es tiempo de llegar a los acuerdos que concreten esta reforma de procuració­n de justicia en México, tan indispensa­ble, como urgente. (Colaboró José Francisco De Villa Soto, investigad­or de Causa en Común).

Es tiempo de llegar a los acuerdos que concreten la reforma de procuració­n de justicia en México, tan indispensa­ble y urgente

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