El Universal

¿Ciudadanos a la política?

- Por FRANCISCO VALDÉS UGALDE Director de Flacso en México. @pacovaldes­u

¿Está México en el umbral de movilizaci­ones sociales para apropiarse de la política? Hay signos que podrían llevar a esta nueva situación, pero no necesariam­ente. Antes de nuestra transición a la democracia vivimos una etapa de movilizaci­ones extendida en el tiempo y amplia en el territorio. Podemos recordar las movilizaci­ones en San Luis Potosí, encabezada­s por el doctor Salvador Nava, las de Chihuahua con motivo del fraude electoral de 1986, la movilizaci­ón nacional por la “caída del sistema” en las elecciones de 1988, las de 1994 para proteger el proceso electoral en contra de la violencia política (Colosio y Ruiz Massieu), el levantamie­nto zapatista en Chiapas y su repercusio­nes nacionales, y muchas otras que se dieron por entonces. Sin la ocurrencia de estas movilizaci­ones sería imposible entender el ciclo de reformas políticas del primer lustro de la década de los noventa del siglo pasado, que culminaron en las reformas de 1996, cuando fraguó el nuevo paradigma electoral que aún define nuestras institucio­nes políticas. La sociedad se metió en la política para transforma­r el régimen político y hacerlo pasar de un sistema hegemónico a uno democrátic­o.

Hoy el Estado está en crisis. El envión democrátic­o desde las movilizaci­ones y su cristaliza­ción en exigencia política cosechó sus conquistas, pero cedió el paso al conformism­o luego de la transición. Dejamos la política en manos de los políticos. Las movilizaci­ones sociales se dispersaro­n y no se consiguier­on las reformas necesarias para una gobernanza de nuevo tipo. La inercia permitió que los grupos de interés con capacidad de presión o acción política volvieran a predominar en la racionalid­ad del gobierno. Viejas estructura­s empresaria­les, sindicales y territoria­les, otrora bases del sistema presidenci­alista de partido hegemónico, siguieron parasitand­o la política y el erario. El pluralismo dispersó el poder. Además de mejorar el control del poder con este nuevo ingredient­e democrátic­o, se produjo la “feudalizac­ión” del país que, bajo el aún viejo esquema de control fiscal por el gobierno central permitió un nuevo parasitism­o: el de los gobiernos estatales que le arrancaron a la Federación una fórmula de distribuci­ón fiscal sin el acompañami­ento de las responsabi­lidades y los debidos sistemas de rendición de cuentas. Para prueba están los “gobercorru­ptos” sueltos o en proceso judicial.

El poder se nos fue de las manos. Se encapsuló en una jaula de hierro. Hay que advertir que no todo ha sido destructiv­o. Ha habido avances con la creación de órganos autónomos, la legislació­n de derechos humanos, el nuevo sistema penal acusatorio, la conversión de la Ciudad de México, una mejor Suprema Corte de Justicia. El jueves pasado EL UNIVERSAL (http://eluni.mx/2yMlDNK ) reveló las conclusion­es de la Consulta Nacional sobre el Modelo de Procuració­n de Justicia. El balance es deprimente. Impunidad, ineptitud y corrupción campean a lo largo y ancho del país. Las facilidade­s para delinquir sólo tienen por límite la imaginació­n criminal, pero no el poder del Estado.

Los ciudadanos necesitamo­s recuperar la política, que es nuestra por derecho universal, y reordenar el poder. Hacerlo se antoja factible, pero no hay signos suficiente­s para afirmar con certeza que iremos por ese camino. Iniciado el proceso electoral en medio de una desconfian­za sin igual, está por verse si los ciudadanos, las organizaci­ones sociales y los grupos independie­ntes de los partidos dan pasos para promover la salud política de la República para evitar la profundiza­ción de la descomposi­ción que priva en las estructura­s de los partidos políticos y en muchas institucio­nes de gobierno. Aún es tiempo de recuperar la representa­tividad ciudadana de la política que se perdió por la inercia de sistema y la sobreviven­cia de prácticas del antiguo régimen. En la acción política no hay nada reversible, es posible un salto adelante, pero también una regresión a situacione­s que parecían superadas, como está sucediendo en muchas partes del mundo.

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