La población, con sentimiento agridulce
••• Barcelona.— Normalidad cotidiana y mucha incertidumbre, así amaneció Barcelona un día después de que el Parlamento de Cataluña aprobara la creación de una República independiente, hecho que provocó que el gobierno español destituyera al Ejecutivo de la región y convocara elecciones autonómicas el 21 de diciembre.
“Hoy me levanté bien, contento, aunque con sensaciones encontradas: la alegría es contenida porque todo es muy incierto y no sé que va a pasar”, señaló a DPA Joan, un ingeniero informático de 43 años.
“Hoy es todo normal, pero la verdad es que no sabemos qué va a pasar, quién va a controlar el territorio, si van a detener a alguien”, añadió Joan, quien tiene muchas dudas, pero está convencido de que el pueblo catalán opondrá resistencia pasiva a las decisiones del Ejecutivo español.
En la ciudad, los abuelos conversaban sentados en los bancos de las plazas como siempre. En los bares servían cafés, cervezas y vermuts como cada sábado y algunos turistas se paseaban ajenos a los acontecimientos sociopolíticos.
“Yo intento vivir ajena a todo esto, pero estoy harta, angustiada y con una sensación rarísima porque ayer, cuando se proclamó la República, pensé que al menos se había decidido algo, pero la decisión de Rajoy volvió a abrirlo todo”, dijo Mari Pili, empresaria hostelera de 40 años.
Estresada y “triste por la fractura social que han provocado en esta ciudad que era cosmopolita”, llevaba a su hija a un cumpleaños. “La República no la tenemos. Lo que se hizo ayer fue simbólico y creo que las elecciones de 21 de diciembre es lo mejor que se puede hacer para que esto se decida lo antes posible”, añadió.
“Tengo miedo. Creo que las elecciones van a ser peores. Si las convocara un gobierno más permisivo, quizá servirían de algo, pero con el PP [Partido Popular] va a ser peor”, dijo Julia, estudiante de criminología de 18 años.
“Sería inocente e ilusorio pensar que ya vivimos en la República catalana. Lo de ayer fue un momento simbólico importante”, coincidió Xavier Farré, un ex empleado de banca de 69 años.