El Universal

Comida y bebida para estrechar lazos familiares

Se obsequia a los parientes una muestra de la vianda que conforma la ofrenda

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Oaxaca de Juárez n la región de los Valles Centrales de Oaxaca se conserva y alienta una antigua tradición del Día de Muertos que consiste en estrechar los lazos familiares a través de la comida y la bebida.

Las familias, principalm­ente zapotecas, dedican estos días a celebrar el encuentro de los vivos con los muertos en un rito cultural propio que ha pasado de generación en generación. Aquí la gastronomí­a oaxaqueña, y particular­mente la de cada familia, es la protagonis­tas del intercambi­o, donde la alegría de reencontra­rse con las almas de sus familiares en el mundo terrenal se impone a la tristeza de la pérdida de un ser querido.

Consiste en la costumbre de obsequiar a parientes una muestra de las viandas que integran la ofrenda de muertos familiar; esta entrega se hace casa por casa, de ahijados a padrinos y entre compadres.

“Llevar los muertos” es la columna vertebral de la celebració­n de los fieles difuntos en diversas comunidade­s del centro del estado, como lo es San Jerónimo Tlacochahu­aya, ubicada a unos 17 kilómetros de la capital. De acuerdo con la tradición, la noche del

E31 de octubre comienzan a llegar las almas de los difuntos a los hogares, una vez que se colocaron los respectivo­s altares. El 1 de noviembre es la fecha de la tradición zapoteca. Después del mediodía, las calles de la población, como de la mayoría de los Valles Centrales, son un ir y venir de familias que se reencuentr­an.

Caminan a prisa, con seriedad, casi con luto; una canasta hecha de carrizo, una “olla de asa” o un recipiente de plástico, son la carga. Van a la casa de algún familiar o compadres.

Mole, chocolate, pan, naranjas, manzanas y mezcal son, entre otros, los alimentos que componen “la voluntad” a entregar a un pariente en su casa, en donde se llevará a cabo un convivio en honor a los muertos. Al término de la comida que ofrece el anfitrión, éste devuelve una ofrenda similar a los asistentes.

Al culminar, los invitados volverán a prisa para preparar otra canasta y las que sean necesarias; casi siempre, la visita para “llevar muertos”, se extiende hasta la noche. Se trata de una costumbre ancestral; los mayores de cada familia sólo recuerdan que desde niños celebran de esta forma a sus muertos, manera que han pasado a sus hijos, nietos y bisnietos.

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Mole rojo o negro y tamales de frijol es el menú ofrecido por el anfitrión.
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La costumbre consiste en llevar a los parientes algunos alimentos del altar.

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