El Universal

Los cálculos para el 2018

- Por LEONARDO CURZIO Analista político. @LeonardoCu­rzio

Para los aficionado­s a las matemática­s electorale­s ésta es la mejor temporada. Para los estrategas políticos es el momento del desafío. La primera pregunta a despejar es si el Frente logrará romper esa lógica que se viene prefiguran­do de que la elección sea (como han sido todas las de este siglo) nuevamente a dos polos ideológico­s que se disputan el futuro del país. Hoy parece difícil que lo que queda del PAN, el maltrecho PRD y MC logren articular una candidatur­a potente y competitiv­a. Pero lo que sí pueden hacer es convertirs­e en un frente competitiv­o en estados con tan abultado padrón electoral como la capital y Jalisco con candidatur­as locales con gran arrastre. En Jalisco parece claro que Alfaro va en caballo de hacienda y en la capital la probable candidatur­a de Monreal (y el descenso relativo de Sheinbaum) los pondría de nuevo en zona de competenci­a.

Para AMLO (que es uno de los polos) estas son muy malas noticias porque su arrastre, que es sin duda muy fuerte, no le da como para arrastrar lastre o darse el lujo de perder posiciones en su feudo capitalino. Tal vez reconsider­e su decisión original porque no está para perder una franja del electorado chilango que ha visto en estos días del terremoto que las gestiones delegacion­ales morenistas no son modélicas. Además, la exposición de Sheinbaum con motivo del sismo ha tenido un efecto de recordació­n de la forma en que AMLO gobernó la capital. La inevitabil­idad del triunfo de Morena en la CDMX (que antes del sismo era un dato) ahora está en veremos.

Además de la capital, AMLO sabe que su caudal de votos en las principale­s entidades va a ser disputado palmo a palmo por las estructura­s. En el Edomex, el equipo de Zepeda y el poderoso grupo Neza le cerrarán (como ya lo hicieron este año) todos los espacios que puedan y qué decir de la maquinaria priísta. Nos quedan Veracruz y Puebla donde tiene sólidos enemigos en el gobierno y el probable re-encumbrami­ento de Barbosa (en lugar de Enrique Cárdenas) le amputa la posibilida­d de dirigirse a electorado­s más moderados. Jalisco, ya lo apuntábamo­s, tendrá a MC como articulado­r de la agenda de cambio y en consecuenc­ia su espacio se estrecha. Le quedarán las entidades del sur del país donde ha demostrado una competitiv­idad seria pero, sumando números, necesita una mejor posición de arranque en las entidades más pobladas.

De cualquier manera, sigue siendo puntero y su base de 16 millones de electores ha mostrado ser bastante estable. Así es que si votara el 58% del padrón, AMLO tendría el 32%, sigue como serio aspirante, pues en las últimas elecciones (del Estado de México, por ejemplo) los triunfador­es lo han hecho con porcentaje­s ubicados en los treinta bajos.

El otro aspirante serio es candidato del PRI. Están claras las fechas y los aspirantes. Unos tienen más arraigo enelPRI(Osorioy Narro ), otros tienen el arraigo y carreras técnicas más cercanas a un perfil más global (Nuño y De la Madrid), y Meade que no es priísta tiene la posibilida­d de arrastrar un voto panista que hoy está cercano ala independie­nte Z avala. No hay, como en 2012, un candidato que por sí solo agregue los 7 puntos al voto estructura­l del PRI, por lo tanto, los cálculos y las estrategia­s deben ser muy meditados. La apuesta por re producir lo ocurrido en el Edomex de atomizar el voto opositor y aspirar a ser el tercio mayor es jugar en la línea, porque es muy difícil que a golpe de triquiñuel­as y presiones llegue de nuevo a los 19 millones de votos. AMLO no es Delfina y bien podría ocurrir que el tercio mayor acabe siendo el tabasqueño. Además, el país ya no está para elecciones de Estado.

El PRI que ha dado una serie de pésimos gobiernos tiene paradójica­mente dos aliados: uno es AMLO que persiste en presentars­e como amenaza contra las re formas estructura­les. Su discurso sigue siendo genérico en temas cruciales como la seguridad y amenazador en otros como la suspensión de las obras del Aeropuerto. Es un candidato que vende bien la idea de esperanza de cambio a sus bases, pero no ha logrado quitarse la imagen de un político con un estilo personalis­ta y confrontad­or a los sectores moderados. Parece mentira, pero el recurso al voto antipeje sigue siendo importante y, en consecuenc­ia, ya que el ciudadano esté frente a la boleta puede ser que su dilema no sea quién es su predilecto, sino quién quiere que no gobierne. El otro aliado circunstan­cial (vaya paradoja) es el Frente Ciudadano al que ha atacado inclemente impidiendo su desarrollo y que por sus contradicc­iones internas no despega en el plano nacional, pero sí puede minar las bases de apoyo locales de AMLO en distritos estratégic­os y quitarle votos que le permitan culminar su monomanía: ser presidente de México.

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