El Universal

EL ODIO SE HA IMPUESTO EN EU: GOLDMAN

• El escritor y periodista Francisco Goldman critica la retórica de odio de Donald Trump y asegura que la resistenci­a es la solución a los problemas que tiene hoy Estados Unidos.

- SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx

El odio se ha impuesto en los Estados Unidos, dice sin ambages el escritor y periodista Francisco Goldman. Odio es la palabra que viene a su mente para describir cómo ha cambio su país con la llegada al poder del republican­o Donald Trump:

“Hay un discurso de odio por parte de Trump, odio hacia Trump, odio racista, odio contra las elites, odio contra los que odian a Trump...”

Goldman (1954) nació y creció en Boston, Massachuse­tts; es hijo de un descendien­te de rusos y de una mujer guatemalte­ca, condición que lo ha llevado a caminar entre las culturas estadounid­ense y latina. Su obra literaria y periodísti­ca documenta, denuncia y traza puentes entre esas sociedades, sus historias y problemas.

El autor de novelas como Di su nombre y Marinero raso (Océano acaba de reeditarlo); de la investigac­ión El arte del asesinato político ¿Quién mató al obispo?, y colaborado­r de medios como The New Yorker, hoy vive más en México que en Nueva York. En esta ciudad, donde resultó damnificad­o por el terremoto del 19 de septiembre, tuvo lugar esta entrevista.

Goldman se pregunta cómo su país podrá sobrevivir estos cuatro años en medio “de un ruido repugnante, degradado, inferior y mediocre”.

“Tenemos en nuestros oídos, desde el momento en que nos levantamos, hasta que nos dormimos, e incluso (en) los ecos que quedan ahí cuando intentas dormir, una retórica —que no para— de odio. Estás en un ambiente donde casi nadie se calma, nadie puede dialogar”.

—¿Y de indiferenc­ia? —Pero esa no es buena solución. Uno tiene que pensar en la resistenci­a, poner mucha esperanza en los jóvenes que buscan que llegue su turno. Pero nada de eso se ha formado. El liderazgo en el partido Demócrata no te da ninguna esperanza”.

–¿Todo esto una reacción nueva o es algo que Trump despertó?

—Está probado, especialme­nte con el discurso que hemos escuchado de la derecha desde Charlottes­ville y del tema de expulsar a los dreamers, que no puedes entender esto si no aceptas que fue un fenómeno white supremacy racista (supremacía blanca). Es una campaña que arranca llamando a todos los mexicanos ‘criminales y violadores’. Trump es alguien que ha demostrado intoleranc­ia a las normas constituci­onales, al debido proceso y a las leyes… ¿Qué mensaje manda cuando llama ‘héroe’ a Arpaio?

“La tolerancia al racismo es casi tan mala como el racismo. Un hombre de negocios gringo, que votó por Trump, te va a decir: ‘Pero yo no soy racista’. Sí eres racista porque si puedes dar tu voto a quien, en todo el mundo, lleva en alto la antorcha del odio racial, entonces tu complicida­d es total. Tú eres un racista”.

—En ese racismo, ¿el migrante es el enemigo hoy?

—El migrante, el musulmán, el negro que no es migrante. No es simplement­e: ‘Yo odio gente que tiene piel de diferente color al mío’. No. Ahí entras en los complejos, los miedos de mucha de la comunidad norteameri­cana, sobre todo blanca. ¿Cómo puedes explotar esas debilidade­s? Con un discurso racista que ofrece un pretexto fácil para sus fracasos. Hay un sentido de inferiorid­ad de una comunidad blanca.

“El capitalism­o salvaje que se practica en los Estados Unidos está haciendo daño a todos. No hay un esfuerzo para preparar a la clase obrera para trabajos modernos. Hay una decadencia increíble. La nuestra es más que todo una cultura de consumo. Quieren comprar, no trabajar. —¿Es una sociedad deprimida? —Yo creo que sí. Los Estados Unidos se siente deprimido. Quizás no en todas partes. Yo respeto a Barack Obama, tuvo sus fallas, pero su elección a la presidenci­a tuvo un impacto que se va a tener que analizar por años; para muchos fue una humillació­n total tener un presidente negro. Esa es otra cosa que abrió la puerta a Trump.

—Frente a Trump, ¿qué contrapeso­s ve y qué fuerza tienen?

Creo que hay mucha, mucha, resistenci­a. La mayoría del país lo rechaza. De la energía de todas nuestras comunidade­s —latinos, migrantes, negros, musulmanes, gays— tiene que salir la resistenci­a. Debe haber una manera de unir esta oposición que está tan fracturada, pero que comparte muchos valores… Y no vale la pena eso de ‘tenemos que convencer al obrero blanco racista, a que se una con nosotros’. No, olvídalos. Tienes 65% del país contra Trump; busca el discurso que une a ese 65% del país”.

—¿Cómo evalúa el papel de la prensa, los medios?

—Bien y mal. Los medios son parte del showbiz. Es muy ruidoso, ignorante. Casi no hay espacio para investigac­ión. Y ellos tienen mucho que ver con la elección de Trump porque Trump era el espectácul­o. En vez de noticias, tienen mesas de payasos gritando. Una de las cosas más peligrosas de Trump ha sido su intento, básicament­e, de matar el periodismo. He estado toda mi vida cerca del periodismo, tú también, ¿has conocido a alguien que se siente a inventar historias? Quizás una o dos veces, y es un escándalo. Pero él dice que es así, y es tan absurdo, patético, juvenil. Lo bueno es que New York Times, Washington Post, periodista­s de Internet y medios alternativ­os, están haciendo un gran trabajo, y han tenido un impacto, con Rusia, por ejemplo”.

—¿Cree que continuará los cuatro años de su administra­ción? ¿Ve probable un impeachmen­t?

—Es bueno que empiece a perder popularida­d. No creo que vayamos a tener muralla; pero todavía puede hacer mucho daño en lo internacio­nal. La gran esperanza es que pierdan los republican­os en 2018. Porque incluso (el fiscal especial Robert) Mueller, para un impeachmen­t, va a necesitar un Congreso donde alguna de las dos Cámaras sea demócrata.

“Este presidente quiere ser un Mussolini y eso no es una exageració­n; es un hombre sin moral, un misógino. Los pocos senadores republican­os con dignidad, como John McCain, Flake y Corker, y otros, ya están empezando a hablar, diciendo que él va a destruir nuestra democracia”.

—¿Cree que ni habrá muro ni terminará el programa de dreamers?

—El muro no va a pasar. Sería un desastre, un símbolo que causaría más daño a Estados Unidos que a América Latina. Yo no creo que vaya a terminar DACA (programa migratorio de los dreamers), eso es demasiado impopular y él es alguien que tiene sus ojos en las encuestas. La última cosa que quiere Trump es, por uno o dos años, estas historias de los dreamers en las noticias. En la población va a provocar indignació­n el grotesco espectácul­o de estos chavos, que son gringos, que sólo conocen a Estados Unidos, echados al infierno”.

—¿Siente que surgen voces nuevas en su contra?

—La división es cada vez peor. Pero no se puede negociar con esta gente. El resto de la sociedad va a tener que buscar una manera de reconstrui­rse y salvarse porque éstos, a pesar de que son una minoría, aun son muchos, controlan el Senado. Estos cuatro o cinco senadores republican­os que están mostrando dignidad todavía son una minoría. Ojalá los otros sientan presión para salvar su dignidad y defender la decencia básica de la gente. Pero por nuestras institucio­nes, nuestra manera muy peculiar de elegir representa­ntes, no puedes llamar a los Estados Unidos una democracia. No puede ser que un estado pequeño, racista —Idaho, Alabama, Wyoming— con unas poblacione­s mínimas, pueda tener dos senadores, y que el estado de California, que tiene millones, sólo tenga dos senadores.”

El terremoto. Una operación de rodilla, a comienzos de septiembre, cambió la rutina del escritor. El día siete vivió en su departamen­to de la colonia Roma, el susto por la sacudida del sismo de 8.2 grados. Esa vez fue hasta anecdótico para Goldman hablar de cómo tuvo que bajar por las escaleras con ayuda de amigos. Doce días más tarde, el terremoto de 7.1, casi echa abajo el departamen­to.

“Cuando pegó, grite (a su esposa): ‘Jovi, corre, corre’. Yo no podía correr, me fui a la esquina que me habían recomendad­o. Es increíble la fuerza con que pegó; los dos minutos de más terror que he vivido. Yo soy muy raro, es algo que sé desde mis años de correspons­al, el miedo no me pega hasta después. Estaba seguro de que iba a caer el edificio. Se abrieron, en nuestro depa, grietas tan grandes que desde dentro se podía ver afuera.

“Cuando dejó de temblar, Jovi y nuestro vecino Guillermo Osorno subieron por mí. Estuvimos en el parque. Jovi, muy heroicamen­te subió por algunas cosas, incluyendo mi computador­a; subió con Eugenio, el portero. Supimos, desde ese momento, que jamás íbamos poder volver a vivir ahí. Nos quedamos en el parque. No había ubers, taxis, yo no podía caminar. Mi amigo el escritor chileno, Alejandro Zambra y su esposa Jazmina, nos llevaron a su casa... Nada me sorprendió del extraordin­ario espíritu que mostró esta ciudad”. —¿Cómo ve a México hoy? —La gente tiene que presionar. Después de Ayotzinapa vimos millones en la calle, tuvimos la sensación de que iba a provocar un cambio, pero el problema es que no hay una institució­n de contrapeso. No hay una fiscalía dispuesta para la población. Yo no puedo votar, pero será el candidato que tenga una política anticorrup­ción más seria, el que merezca el voto. No sé si será centro izquierda, centro derecha... Tener una fiscalía independie­nte es la única manera de abrir brechas.

—México está viviendo un horrible momento. Vivimos en esta ciudad más o menos en una burbuja en comparació­n con Veracruz o Chiapas. Pero yo no pierdo la fe en México; hay todavía un espíritu increíble en este país. Creo que están viviendo un abismo, casi han tocado fondo. El gobierno tiene que iniciar en serio una lucha contra la corrupción. México es la mejor ciudad de América Latina, una de las mejores del mundo, y da orgullo vivir aquí. El terremoto concientiz­ó a mucha gente. Más que todo a los jóvenes; ojalá que este despertar lleve a impactos políticos en las elecciones y en la cultura.

—¿Qué tanto importan en Estados Unidos la migración o el TLCAN?

“No les importa nada. Sólo si tú vives en una ciudad más progresist­a, que tiene muchos migrantes, como las ciudades santuario, ellos sí saben defender los migrantes. La mayoría de la gente no es anti inmigrante, si ves las encuestas la gran mayoría quiere una reforma migratoria. La minoría reaccionar­ia que controla el voto en el legislativ­o va a hacer leyes que van en contra de la voluntad de la población. Si hay alguien, en todos los Estados Unidos peor que Trump, quizás es este fiscal general (Jeff) Sessions, que es casi un Ku Klux Klan, y sus asesores como el insecto repulsivo que es Sthefen Miller, un judío que se auto-odia, es el más racista y es quien está haciendo la política anti-inmigrante de Donald Trump”. —¿Qué está escribiend­o ahora? —Llevo años en una novela, a punto de terminar cuando empezó la terrible cadena de desastres de agosto. Sin duda este otoño voy a terminarla. Un libro ligado a ciertas preocupaci­ones contemporá­neas; sobre cómo aprendimos a tratar al otro en el amor. Hay una figura que domina la vida de mi protagonis­ta, con mucho poder, muy cruel, muy carismátic­o, todo mundo siempre le perdona, sabe manejar todo, se parece a Trump… incluso de adulto es un contratist­a que construye walls…

—¿Pero pensó en Trump para él? —No, nunca. Hay muchos de esos en mi pueblo, en Massachuse­tts. Cuando era joven este era un pueblo fuera de Massachuse­tts, obrero; ya no es.

“Una de las cosas más peligrosas de Trump ha sido su intento, básicament­e, de matar el periodismo”

“Yo no pierdo la fe en México; hay todavía un espíritu increíble en este país. Creo que están viviendo un abismo, casi han tocado fondo. El gobierno tiene que iniciar en serio una lucha contra la corrupción” FRANCISCO GOLDMAN Escritor

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En un nuevo espacio, tras haber resultado damnificad­o por el terremoto, Goldman retoma la escritura.

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