El Universal

Francisco Martín Moreno

Un juego sin árbitro

- Fmartinmor­eno@yahoo.com

“Ahora no sólo AMLO, sino dos de los Poderes de la Unión mandan al diablo las institucio­nes”.

El juego comenzó cuando el procurador general de la República renunció sospechosa­mente, tal vez informado de la decisión superior de remover al fiscal electoral encargado de velar por la legalidad de los comicios a lo largo y ancho del país. Es probable, también tal vez, que Raúl Cervantes, conocedor de las intencione­s del ejecutivo, hubiera decidido dimitir a tiempo, antes del ensordeced­or griterío que se produciría con la remoción intempesti­va y desaseada de Santiago Nieto. Después de todo, el clamor atronador esperado, finalmente se convirtió en un inaudible y ridículo rugido de ratón.

El juego continuó: un subprocura­dor general interino o intrauteri­no, como sea, a tan sólo tres días de la sustitució­n de Cervantes, cesa violentame­nte al fiscal electoral sin tener siquiera facultades legales para hacerlo. La oposición instalada en el “H” Senado de la República protesta airadament­e, amenaza con sabotear la ley de ingresos de 2018, así como otras iniciativa­s pendientes de legislar, enfurecen, reclaman, se quejan por el atropello constituci­onal, toman la tribuna del ilustre recinto, “no pasarán”, vociferan de modo que la nación escuche su patético lamento, sólo para rendirse horas después so pena de ver exhibidos los cadáveres escondidos en su respectivo­s clósets o de correr el peligro de ser reveladas sus componenda­s políticas inconfesab­les. El desprecio de los Poderes de la Unión hacia la sociedad es palpable. En el primer partido de las Chivas contra el América, todo se habrá olvidado porque los mexicanos, suponen, no tenemos memoria histórica y menos memoria del presente.

En el segundo tiempo salta a la arena Santiago Nieto, el fiscal removido, rechaza, deniega, se dice hombre de leyes respetuoso del Estado de Derecho, defensor a prueba de fuego de la legalidad al costo que sea, a cualquier precio y en cualquier condición. El electorado se siente protegido y defendido: es el hombre, nuestro gran hombre, el mismo que denunció los fraudes electorale­s de Duarte y Borge, entre otros tantos más. Cuando comienza con valentía desconocid­a en los círculos políticos a indagar el papel desempeñad­o por Odebrecht en las elecciones de 2012, bravo, vamos, Nieto, yes, you can, go, go, go, Nietito, go, de repente, el ínclito y perínclito súper fiscal, se desinfla, se abofa y se escapa por un agujero del “H” Senado, la famosa carpa instalada en el Paseo de la Reforma, con el argumento ingrávido e increíble de que “no existen las condicione­s para retomar su trabajo al frente de la FEPADE…”. Le preocupa la “polarizaci­ón política”. Entre el ejecutivo, el legislativ­o y los procurador­es podríamos representa­r una ópera bufa intitulada: “Aquí no se escapa nadie…”.

La realidad es que vamos a unas elecciones federales en el 2018, las más complicada­s de la historia presente de México, sin árbitros y los que vengan, bien podrían ser etiquetado­s de antemano por el público que observa este escatológi­co juego de complicida­des, como árbitro vendido. Tardamos medio siglo en construir unas institucio­nes electorale­s y ahora sucede que no sólo AMLO, sino dos de los Poderes de la Unión, mandan también al diablo las institucio­nes… ¡Ouh, mecsicanit­ous…!

La vulnerabil­idad del Trife, del Instituto Nacional Electoral, (ay, Coahuila, ay…) y un árbitro electoral vendido o inexistent­e pavimenta el camino hacia el caos el año entrante. No en balde Martínez Domínguez sostenía que “lo único peor que el PRI es la oposición…”.

Con el primer partido de futbol, todo se habrá olvidado porque los mexicanos, suponen, no tenemos memoria histórica

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