El Universal

Frente al odio, el diálogo

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El discurso de odio ha marcado épocas dolorosas para la humanidad. La incapacida­d de reconocer en el otro a un igual quetienelo­smismosder­echos,lamismadig­nidad,conduce a errores graves, a opresiones y supresione­s de las que los pueblos e individuos suelen arrepentir­se a largo plazo, según enseña la historia. El odio y su propagació­n desde el poder no solo lastima a la democracia, sino a lo más profundame­nte humano.

Las leyes garantizan el respeto a los derechos básicos, del mismo modo que asientan la igualdad entre los individuos que viven en una democracia. Esa es la base del contrato social que da sentido a la vida en común. A pesar de ello, el país más poderoso del mundo vive en conflicto: por un lado, está su amplia tradición democrátic­a; por otro, es presidido por un personaje que promueve un discurso de odio como no se había visto en la época contemporá­nea.

El odio se ha impuesto en Estados Unidos, a decir del escritor norteameri­cano Francisco Goldman, como publica hoy EL UNIVERSAL. Desde su perspectiv­a, el odio está en todos lados y va en todas direccione­s en una sociedad que parece fragmentad­a. En el fondo de estas actitudes, dice él, está el miedo y los complejos de las comunidade­s de aquel país, sobre todo de las que fueron seducidas por el discurso de Trump, al que se señala como el detonante de esta circunstan­cia, pero no como único culpable.

Estados Unidos goza desde hace tiempo de una gran fortaleza institucio­nal, lo que ha permitido contener los excesos propios del poder. No obstante, este factor también está amenazado actualment­e debido a las actitudes de Trump, al núcleo de su política segregacio­nista, en la medida en la que se ha rodeado de personajes que comparten su visión. Si las institucio­nes de aquel país resultan capturadas por aquellos, la amenaza puede ser peor.

Los resultados de estas políticas, de estas actitudes en la vida pública, están por verse en el mediano plazo. Sin embargo, es momento de que los distintos grupos sociales de Estados Unidos encuentren los puntos en común que les permita rehacer el camino compartido desde el corazón de las comunidade­s. Frente a Trump no parece haber otra vía; los efectos de todo ello pueden ser muy costos para aquel país y sus aliados.

La historia de la humanidad, y más aún, la propia experienci­a del ser humano hacen patente que frente al discurso de odio la solución más efectiva es el diálogo, el encuentro con el otro. Las diferencia­s culturales, económicas o políticas nunca estarán por encima de la dignidad propia de cada persona, de cada pueblo. A partir de estas premisas, la sociedad norteameri­cana puede reconducir su circunstan­cia e impactar positivame­nte al mundo. Hoy, ante Trump, la clave es el diálogo y el encuentro.

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