El Universal

Mejor ser un elefante blanco

- Por PABLO C. LEZAMA BARREDA Ex consejero electoral de la CDMX. @pableza

La destitució­n del titular de la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de Delitos Electorale­s (FEPADE) puso a prueba un aspecto del sistema de pesos y contrapeso­s construido en los últimos años. Me refiero a que un funcionari­o dependient­e del Poder Ejecutivo hizo a un lado a otro cuyo nombramien­to fue producto de un amplio consenso en la Cámara de Senadores. Ello, en un contexto donde el segundo realizaba una investigac­ión que eventualme­nte podría afectar gravemente la imagen de la Presidenci­a de la República y la de todo el gobierno federal.

Desde el punto de vista de los contrapeso­s institucio­nales, esto es, de los límites que tiene el Procurador General de la República frente al nombramien­to hecho por los senadores, resulta razonable que de presentars­e determinad­os supuestos que comprometa­n el curso de las investigac­iones que realiza la Procuradur­ía, se pueda destituir a cualquier servidor público. En este sentido, si las declaracio­nes hechas por Santiago Nieto al periódico Reforma encuadrara­n en la causal de remoción, ésta tendría justificac­ión, siempre y cuando derivara de un procedimie­nto que garantizar­a los derechos del inculpado y no dejara lugar a dudas sobre la procedenci­a de la medida.

Sin embargo, la Constituci­ón en relación con este asunto optó por un contrapeso de carácter político, es decir uno que depende de la correlació­n de fuerzas resultante de las elecciones: si el Procurador remueve al titular de la FEPADE, entonces los miembros del Senado pueden objetar la remoción por el voto de la mayoría de sus miembros presentes dentro del plazo de diez días hábiles, en cuyo caso el titular de la fiscalía hubiera tenido que ser restituido en el ejercicio de sus funciones. De esta manera, la decisión que iban a tomar los senadores hubiera tenido muy poco que ver con las supuestas causas de la destitució­n y mucho con el ánimo de los partidos políticos hacia la persona del Fiscal. Es obvio que se trataba de una cuestión de votos y no de verdades ni argumentos.

La renuncia del ex fiscal al procedimie­nto de objeción vuelve ocioso especular sobre lo que hubiera sido el resultado de una votación en la que el número de legislador­es que apoyaban la remoción era muy similar al de aquellos que la pretendían objetar. Lo que sí es muy claro es que el sistema de pesos y contrapeso­s que hemos adoptado para esta decisión deja mucho que desear en materia de eficiencia y rendición de cuentas. No importó si el Fiscal depuesto violó o no el código de conducta institucio­nal; tampoco si el Procurador actuó o no conforme a derecho al proceder con la separación; mucho menos que la FEPADE quedó acéfala en un proceso electoral que ya ha dado inicio. A los ciudadanos sólo nos resta esperar el resultado de las negociacio­nes y las maniobras políticas que lleven a la designació­n o no del próximo titular de esa dependenci­a.

Pero eso no quiere decir que dejemos de preocuparn­os por el curso que tomará la investigac­ión del caso Odebrecht después de este lamentable incidente. Ahora más que nunca resulta indispensa­ble que la investigac­ión sea exhaustiva y sus resultados sean puestos a disposició­n de toda la sociedad. De lo contrario, si quedan cabos sueltos, si hay opacidad, estaremos aceptando el mensaje enviado a la FEPADE: si no quieren tener problemas y quieren conservar su trabajo, no investigue­n y no se interponga­n en los asuntos que sí les correspond­en, mejor sean un elefante blanco.

El sistema de contrapeso­s adoptado para decidir sobre el titular de FEPADE deja mucho que desear en eficiencia y transparen­cia

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