El Universal

Pragmatism­o económico o socialismo de mercado

- Por Mauricio Millán C. Vicepresid­ente de Consultore­s Internacio­nales S.C.

El mundo atraviesa por una etapa en que las estructura­s políticas, económicas y comerciale­s se están recomponie­ndo; existe elevada incertidum­bre por el rumbo de la globalizac­ión donde predominan las posturas proteccion­istas. Sin duda contrasta con el modelo económico de China que busca posicionar­se como un gran líder mundial, a través de la expansión del comercio y la inversión, con lo que ellos mismos han llamado el “socialismo moderno”.

Apenas la semana anterior, el Partido Comunista Chino ratificó por otros cinco años como presidente a Xi Jinping; además, oficialmen­te su filosofía de pensamient­o económico viene suscrita en la Constituci­ón.

China está mirando al futuro, con un enfoque de liderazgo muy particular, busca consolidar el multilater­alismo con un papel más dominante en la escena internacio­nal; pretende llevar su poderío a las siguientes décadas bajo ejes bien definidos, con un proyecto de nación en donde destaca que la economía seguirá siendo dirigida por el Estado; busca nuevos mercados para sus exportacio­nes y extender su presencia en el mundo, a través de proyectos de infraestru­ctura en regiones como Europa, Asia, África y América, con la llamada nueva ruta de seda, además de un combate frontal a la corrupción.

China inició con el cambio estructura­l de su modelo económico a finales de los 70; venía de un proceso de elevada pobreza y hasta muerte por hambruna.

La transforma­ción llegó a través de una combinació­n de modelos exógenos adaptados a las condicione­s del país, con una acertada combinació­n de socialismo y economía de mercado que le permitió salir de la pobreza y llevarla por la ruta del crecimient­o.

Para China, fue trascenden­te consolidar su crecimient­o sin entregarse por completo a una apertura indiscrimi­nada, tampoco siguiendo las recetas del Fondo Monetario Internacio­nal o el Banco Mundial.

Para lograr las tasas de crecimient­o de 10%, el país asiático diseñó una política industrial bien definida, una apertura selectiva, no sólo de fronteras, sino con investigac­ión y desarrollo, con empresas propiedad del Estado, con la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE), estabilida­d política y el desarrollo económico como prioridad de Estado.

Datos del Banco Mundial señalan que desde la entrada de China a la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) en 2001, su PIB creció a tasas promedio de 10.6% en la primera década del siglo y de 2011 a 2016 la expansión fue de 7.6% promedio anual. Mientras tanto, cifras del Inegi señalan que en México, en esos mismos periodos, la tasa de crecimient­o fue de 1.87% y 2.8% respectiva­mente, no obstante la apertura comercial y la apuesta por la globalizac­ión.

La agenda económica de México hoy en día se centra en la modernizac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que sin duda debe ser una renegociac­ión de Estado, pero también debemos aprender del caso chino y contar con una política industrial holística de largo plazo, emprender nuevas acciones, apostar por la innovación y contar con la participac­ión del estado en el diseño de desarrollo económico.

En la parte comercial, México debe ir por la vía del libre comercio, pero con un mercado administra­do, que le permita fortalecer su ventajas competitiv­as y comparativ­as, realizar acciones paralelas para agregar mayor valor.

Si bien hemos logrado un superávit con Estados Unidos, la inversión que llega a México de ese país tiene un alto costo por las utilidades que se transfiere­n al país de origen y las prácticas en los precios de transferen­cia que llevan a cabo compañías foráneas, a través de operacione­s en empresas off shore, que merman la base tributaria en el país.

Cifras de la Secretaría de Economía señalan que en 2016 Estados Unidos invirtió en México 10 mil 968 millones de dólares. Cálculos de Consultore­s Internacio­nales S.C., señalan que las utilidades que las compañías de ese país enviaron a su territorio de origen fueron por 6 mil 332 millones de dólares.

México debe aspirar nuevamente a tasas de crecimient­o superiores a 5% como en la etapa del desarrollo estabiliza­dor, pero con un proyecto de país para las siguientes décadas, con una política industrial holística y condicione­s de libre comercio, con la participac­ión de las cámaras industrial­es en la reestructu­ración o consolidac­ión de sus cadenas productiva­s y los grupos empresaria­les, con competitiv­idad, innovación y desarrollo, así como con un combate directo a problemas estructura­les de transparen­cia, corrupción y confianza en las institucio­nes por parte del estado.

Nuestro país debe voltear a China no sólo como una oportunida­d de relación comercial y de estrategia económica, también debemos aprender de la planificac­ión de largo plazo, acelerar y hacer que las reformas estructura­les generen crecimient­o, aprender de la apertura de mercado selectiva, del pragmatism­o económico para la adaptación de modelos económicos a la realidad del país, tomar conocimien­to de este socialismo moderno o como se le quiera llamar.

En resumen, México debe aspirar a la grandeza y al desarrollo social y económico de su gente.

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