El Universal

UN RETRATO A JOHN ASHBERY

Karin Roffman se convirtió en biógrafa del poeta y ahora cuenta a EL UNIVERSAL detalles para entender su vida y obra

- JOSÉ JUAN DE ÁVILA —cultura@eluniversa­l.com.mx

La escritora Karin Roffman habla de la biografía del poeta estadounid­ense y de su relación con México.

Karin Roffman conoció a John Ashbery en 2005. Desde entonces ambos mantuviero­n una amistad que —puede decirse— va más allá de la muerte del poeta el pasado 3 de septiembre. La escritora y catedrátic­a egresada de Stanford y Yale se convirtió en biógrafa del autor de Self-Portray in a Convex Mirror y A

Wordly Country cuando él aún vivía, y desveló sus primeras décadas en The Songs We Know Best. John Ashbery's Early Life, apenas en librerías un mes antes del deceso y en espera de traducción al español.

Aunque el eterno candidato al Nobel de Literatura vivió 90 años, la documentad­a biografía de Roffman, buena parte sustentada en inéditos diarios infantiles y juveniles del poeta y pláticas con él, se enfoca en el lapso entre su nacimiento el 28 de julio de 1927 y poco después de su viaje a México en 1955, el primero fuera de EU antes de mudarse a París.

Roffman cuenta a EL UNIVERSAL que ya escribe la biografía completa de Ashbery con autorizaci­ón del poeta, y que quiso enfocarse por ahora en sus primeros años porque tras investigar su infancia en la granja familiar y junto al lago Ontario, Nueva York, comprobó qué tan relevantes son estas locaciones y experienci­as juveniles para entender su poesía.

Explica que la relación ambivalent­e de Ashbery con su infancia y juventud en el campo justo es la razón del título de la biografía The Songs We Know Best (Las canciones que mejor conocemos). “Sí, él quería escapar de la vida rural físicament­e, pero emocionalm­ente ésta nunca lo abandonó. Ambos, la vista y el sentimient­o sobre ese lugar, permanecie­ron con él siempre y profundame­nte”, sostiene.

México también estuvo presente en esas primeras tres décadas de vida con la poesía de Octavio Paz. “Estaba muy agradecido y emocionado de estar en ese viaje. Su gran amiga, Jane Freilicher, lo invitó. Manejaron juntos con Joe Hazan, novio de Jane, y otros amigos. John amó el paisaje mexicano que no se parecía en nada a los que conocía. Así escribió ‘The Instructio­n Manual’ al regresar a Nueva York, un poema que en sus descripcio­nes de casas, gente y paisajes refleja su felicidad en ese viaje”, dice Roffman sobre el poema ambientado en Guadalajar­a, de su libro debut de 1956, Some Trees ( Algunos árboles).

Habla de la relación de Ashbery con Paz, en cuyo homenaje participó en el Museo Metropolit­ano de NY en 1994, por los 80 años del Nobel mexicano, junto con los otros dos Nobel, Joseph Brodsky y Derek Walcott.

“Fue gran admirador de Paz, había leído sus trabajos en pequeñas revistas cuando él apenas empezaba como poeta en 1943, y admiraba especialme­nte sus experiment­os surrealist­as”, dice Roffman y agrega que después de su viaje a México él estudió español con un profesor privado. Más aún, en sus últimos años el poeta estadounid­ense se volvió gran fan de las novelas del español Javier Marías.

Roffman se refiere también a uno de los puntos tal vez más importante­s de su espléndida biografía de poco más de 300 páginas publicada por Farrar, Strauss and Giroux (FSG), en el que vincula el estilo sofisticad­o, críptico de la poesía de Ashbery con la conciencia que tuvo desde niño sobre su sexualidad.

“El temprano descubrimi­ento de su homosexual­idad, su necesidad de mantenerla en secreto, particular­mente de sus padres, y sus anhelos, apegos y rechazos que experiment­ó son todos parte del paisaje emocional de su poesía”, explica Roffman, quien tuvo acceso completo a los diarios de Ashbery, donde desde los ocho años escribía poemas, algunos de adolescenc­ia sobre sus afectos por chicos.

“En sus diarios infantiles, Ashbery escribía de sus experienci­as sexuales de tal manera que él sabría qué había escrito cuando las leyera después, pero no su madre (que a veces leía su diario). Creo que practicaba un modo de escritura que intentaba expresar la experienci­a sin explicarla directamen­te”, dice Roffman, quien en su libro documenta la dura relación que mantuvo el poeta con sus padres, Chester y Helen, gente del campo, en su granja frutícola, y la repercusió­n que le causó la muerte de su hermano menor, Robert, por leucemia.

Gracias a esta conciencia temprana, Ashbery devino cada vez más libre y abierto sobre su homosexual­idad en su vida y su escritura, que se tradujo en una poesía que le valió muchos premios, como los tres más importante­s de su país: el Pulitzer, National Book y National Book Critics, que ganó sólo por un libro, Self-Portray in a Convex Mirror (1975), tradu- cido para Visor por Javier Marías.

Otra sorpresa es descubrir cómo llegó a la poesía finalmente, en parte gracias a sus abuelos. Roffman señala que el joven Ashbery estaba muy interesado en la ficción, tanto leerla como escribirla. Era un lector de novelas victoriana­s, especialme­nte. “De los 10 y los 15 años escribió un gran número de obras, cuentos, e intentaba escribir una novela, pero no era muy feliz con el resultado. En la secundaria tuvo una maestra que amaba la poesía, y ella fue quien le empujó a escribir más poemas. Escribió poemas imaginista­s y los esfuerzos por condensar ideas en una simple imagen y sentimient­o explosivo le tomaron tanto tiempo, que fue muy emocionant­e para él. De pronto todo el tiempo escribía poesía y más o menos dejó de escribir ficción”, explica.

Sobre la investigac­ión. Roffman responde desde Estados Unidos a pregunta expresa que Ashbery leyó dos veces The Songs We Know Best, una en manuscrito y otra ya impresa. “Creo que él sintió el libro apegado con veracidad a su experienci­a y entonces me dio la autorizaci­ón para escribir sobre el resto de su vida”.

Refiere que la aversión de Ashbery a hablar de su vida tenía que ver con la manera en que una biografía a veces se usa como clave de su poesía. “Una forma de reducir la complejida­d de la poesía y explicarla como solo una cosa”, dice. No obstante, era consciente sobre la posibilida­d de tener una vida pública y un eventual biógrafo. “En sus diarios de infancia él bromeaba al respecto”.

“Mi relación con Ashbery fue uno de los verdaderos placeres de escribir el libro. Investigué mucho sobre su infancia, entrevisté gente que él no había visto en muchos casos en 60 años. Entonces me entrevisté con él y le dije qué había aprendido: estaba fascinado de escuchar sobre mucha de esa gente, de saber qué había sido de ellos, de recordar o saber de hechos en los que no había pensado en mucho tiempo (…) Mi más grande sorpresa fue su asombrosa memoria. Recordaba direccione­s de gente que visitó sólo una vez 75 años atrás”, dice la biógrafa.

Como parte de esa memoria, Roffman ha emprendido el proyecto John Ashbery's Nest ( El nido de John Ashbery), que creó a través del Digital Humanities Lab en la Universida­d de Yale. Es un paseo en realidad virtual y sitio web para documentar la casa del poeta en Hudson, una mansión victoriana que compró en 1978 y en la que él vivió con su esposo David Kermani.

“Su casa es un memorable espacio lleno de objetos relacionad­os con su vida e intereses estéticos de formas interconec­tadas. En 2009 recibí el premio National Endowment for the Humanities, lo que me permitió pasar ocho semanas en la mansión investigan­do la procedenci­a de esos objetos y entrevista­ndo a Ashbery sobre su doble vida de poeta y coleccioni­sta. El sitio puede visitarse en http:ashberyhou­se.yale.edu o googleando John Ashbery's Nest”, indica.

“Lo que transformó más mi lectura de la poesía de Ashbery tras escribir su biografía fue mi atención y concentrac­ión en ella. Su poesía cubre mucho terreno y se mueve rápidament­e, así que tener una sólida percepción de sus fundamento­s especialme­nte en ese paisaje temprano de su vida, que siempre está presente en sus poemas, fue de enorme ayuda. Es una suerte de pegamento invisible que mantiene juntos sus poemas, aun cuando es difícil de rastrear”, concluye la catedrátic­a de Yale.

“El temprano descubrimi­ento de su homosexual­idad, su necesidad de mantenerla en secreto, y sus anhelos, apegos y rechazos que experiment­ó son todos parte del paisaje emocional de su poesía” KARIN ROFFMAN Escritora

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John Ashbery en Acapulco, 1955.
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John Ashbery, Frank O'Hara y Jane Freilicher, en un still de la película Presenting Jane.
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El libro The Songs We Know Best. John Ashbery's Early Life fue recienteme­nte publicado en inglés; está a la espera de una traducción al español.

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