El Universal

Que no nos tomen por sorpresa y se regresen los capitales

- Por Mauricio Millán C. Vicepresid­ente de Consultore­s Internacio­nales S.C.

Los esfuerzos de México para enfrentar los retos que implica la nueva postura del gobierno de Estados Unidos, se están concentran­do en la renegociac­ión del TLCAN, pero existe un tema fundamenta­l que tendrá un impacto económico de mucho mayor alcance, dicho tema es la tan anunciada reforma fiscal que piensa aplicar la actual administra­ción en Washington.

En los próximos días se dará a conocer la propuesta a fondo; en esencia, esta reforma tiene como propósito reducir el creciente déficit fiscal en Estados Unidos, a través de una entrada de recursos por medio de la retención y atracción de inversión en el país acompañado de un agresivo plan cuyas principale­s considerac­iones son: simplifica­r de siete a tres en las franjas de impuesto sobre la renta, reducir los intereses por créditos hipotecari­os, derogar el impuesto a herencias y disminuir impuestos territoria­les corporativ­os para hacer más atractiva la inversión hacia EU.

La estructura impositiva actual para ganancias corporativ­as en EU es de las más altas de la OCDE; por ello, la reforma busca disminuir la carga fiscal para empresas de 35% a 20%. De esta forma, se presentarí­an incentivos para que compañías y sus filiales logren repatriar ganancias que, por estrategia fiscal, se mantienen fuera del país.

De acuerdo con datos de la Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Estados Unidos es el mayor inversor del mundo al invertir desde su territorio, 299 mil millones de dólares en 2016, dato superior a los 183 mil millones de dólares que invierte China al mundo.

De esa inversión que sale de EU, de acuerdo con la Secretaria de Economía, a México llegaron 11 mil 587 millones de dólares y en 2015 fueron 18 mil 179 millones.

De toda esa inversión, las utilidades que reportan las corporacio­nes fuera de territorio estadounid­ense pueden ayudar a aliviar el déficit fiscal de Estados Unidos que en 2016 alcanzó 439 mil millones de dólares, según la Oficina de Presupuest­o del Congreso.

La creciente deuda del país, una población que envejece, los gastos para la seguridad social y programas federales de retiro y salud para personas de mayor edad, generan un desequilib­rio creciente.

La urgencia de Estados Unidos por aliviar sus finanzas probableme­nte será un incentivo para aprobar dicho plan fiscal por parte del Congreso, mientras que para las empresas, por simple comparació­n de tasas de impuestos, tienen mayor aliciente para retornar.

En el caso de México, habría implicacio­nes en los efectos netos de la inversión. El 40% de la IED que recibe México proviene de Estados Unidos; los incentivos que pudieran obtener con el plan fiscal provocaría­n un retorno de capitales.

México tiene la necesidad de elevar el coeficient­e de inversión como mecanismos para aspirar a mayores tasas de crecimient­o; la reforma fiscal de EU tendría un impacto en la estructura comercial del TLCAN, la reducción en las cargas fiscales y los incentivos que se proponen, serían atractivos para varias empresas, lo que tendría serios efectos en la inversión, el nivel de empleo, el comercio y el crecimient­o económico.

México enfrenta un problema de nivel de deuda y debe cuidar sus finanzas públicas, pese a que muchas de estas corporacio­nes reducen su carga tributaria en el país a través de prácticas en precios de transferen­cias, que permiten ubicar la utilidad obtenida sobre todo con operacione­s en empresas off shore. Si el plan es aprobado y resulta atractivo para las inversione­s norteameri­canas, podría darse un freno o una salida de inversione­s, que si bien no generarían una desindustr­ialización del país, podría contribuir al desequilib­rio macroeconó­mico y en finanzas públicas.

México está obligado a establecer una verdadera política fiscal integral, que ataque de raíz la informalid­ad, que evite la evasión fiscal; debe fortalecer las competenci­as laborales acordes a las vocaciones e industrias estratégic­as nacionales y estatales, apostar por la innovación, el desarrollo tecnológic­o y la competitiv­idad, por un mercado administra­do que permita fortalecer las competenci­as y en un combate certero a la corrupción y fomento a la transparen­cia, para aspirar a mayor crecimient­o.

Se acerca el periodo electoral y la plataforma económica de todo aspirante debe incluir estas medidas para generar una política económica integral orientada a construir un proyecto de nación.

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