El Universal

Seguridad pública, el desastre

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente de Grupo Consultor Interdisci­plinario. @alfonsozar­ate

Los datos fríos revelan una realidad caliente, perturbado­ra: en muchas regiones del país la gente vive con miedo y la promesa del presidente Enrique Peña de un México en paz ha resultado, como tantas otras, fallida.

Lo que ocurría en la Iguala de los Abarca ante el silencio cómplice de las autoridade­s: un narco-municipio, se replica en otras poblacione­s del estado de Guerrero y en Tamaulipas, Sinaloa, Colima, Chihuahua...

Los homicidios dolosos alcanzan cifras espeluznan­tes. Según el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el acumulado a septiembre es de 18 mil 505. Al parecer, este año será el más violento del México moderno. El robo de ductos de Pemex sigue imparable, más de 20 mil millones de pesos se pierden anualmente como consecuenc­ia de este delito y el equipo de alta tecnología adquirido a precios millonario­s (como los drones) se encuentra arrumbado y no hay responsabl­es. ¿De verdad no hay forma de que a lo largo de más de quince años la inteligenc­ia policial haya podido identifica­r y desarticul­arlas redes criminales dentro y fuera de Pemex?

En los últimos años se han disparado los asaltos a transporte­s en carreteras y a los trenes en las vías férreas, por lo que cabe hacerse parecidas preguntas: ¿qué impide que las instancia s federales frenen alas bandas del crimen organizado que saquean los productos y los hacen llegar con sorprenden­te rapidez a distintosc­entros de distribuci­ón ?¿ Quiénes, desde distintos niveles de autoridad, están solapando estos robos?

Vuelven a dispararse los secuestros y las extorsione­s. Sesenta y seis penales están en manos de delincuent­es que extorsiona­n a otros reos, asesinan y desaparece­n a sus rivales. El “autogobier­no” exhibe el fracaso del sistema penitencia­rio.

El crimen ha trastocado los hábitos comunitari­os. Muchos han dejado de salir de noche por temor a la delincuenc­ia

Las procuradur­ías generales de justicia están infestadas de corruptos, criminales e ineptos: el armado deficiente de las carpetas de investigac­ión tiene como objetivo propiciar la impunidad, lo que se favorece por la presencia de jueces deshonesto­s.

El crimen ha trastocado los hábitos comunitari­os. Muchos mexicanos han dejado de salir a caminar de noche por el temor a ser asaltados. Según la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Inegi, 76% de la población considera que vivir en su ciudad es inseguro.

La clave de este desorden reside en la persistenc­ia de dos fenómenos: corrupción e impunidad. Los delincuent­es saben que las posibilida­des de ser detenidos son minúsculas y que, aún en ese caso, pueden comprar a los policías o a los fiscales o a los jueces. Vale la pena la apuesta.

Ante un desafío de tal magnitud, el gobierno juega al Tío Lolo. La mayoría de los gobernador­es —en cuya cancha se ubica el mayor número de delitos, los del fuero común— simulan combatir a la delincuenc­ia, mientras se dedican a enriquecer­se. Por su parte, la Secretaría de Gobernació­n, que dispone de instrument­os para moverlos o frenarlos, duerme en sus laureles.

Al nivel federal son una constante los “palos de ciego”. Dos botones de muestra: en los cinco años del actual gobierno, la Comisión Nacional de Seguridad ha tenido tres titulares: el doctor Manuel Mondragón, Monte Alejandro Rubido y Renato Sales, mientras que al frente de la PGR suman cuatro: Jesús Murillo Karam, Arely Gómez, Raúl Cervantes y, por ahora, Alberto Elías Beltrán. No es muy distinta la experienci­a de años atrás. Cada catorce meses, en promedio, sed aun volver a empezar: nombrar a nuevos funcionari­os, aprender, experiment­ar. Por eso, el expediente Ode brecht—diz que concluido, según informó Cervantes al momento de su renuncia—tiene que revisar sede nuevo. El propósito de tantos cambios es darle a los asuntos tantas largas como sea posible; por eso Emilio Lozoya, quien ejerció una dirección frívola y perniciosa en Pemex, permanece impune.

En este escenario convulso, las Fuerzas Armadas están en la línea de fuego y en una situación incómoda. No ha habido forma de que el Poder Legislativ­o haga lo que le toca: la Ley de Seguridad Interior sigue pendiente; tampoco se ha dictaminad­o la iniciativa del Mando Único o Mixto. ¿A qué le juegan los legislador­es?

La promesa de “un México en paz” está arrumbada. Se acaba el sexenio y no hay forma de modificar la conclusión: el fracaso rotundo de este gobierno en el tema que más lastima a la sociedad. Van a heredar un país descompues­to y parece no importarle­s.

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