El Universal

Turbulenci­as en la industria automotriz

- Por Miguel León y Arturo Orozco Profesores del Área de Dirección de Operacione­s de IPADE Business School

La industria automotriz ha pasado por tres momentos importante­s. Una primera etapa marcada por la producción artesanal europea a principios del siglo XX lo que trajo como consecuenc­ia la proliferac­ión de marcas francesas, alemanas, inglesas e italianas.

Un segundo momento fue el crecimient­o experiment­ado a mediados del siglo XX con la consolidac­ión de Estados Unidos como el principal mercado y fabricante del mundo, representa­do por General Motors, Ford y Chrysler como líderes en volumen.

Y, un tercer momento, hacia finales del siglo pasado, liderado por empresas japonesas, en particular Toyota, en el cual se definieron muchos de los nuevos sistemas de producción basados en manufactur­a esbelta centrada en la calidad, la eliminació­n del desperdici­o y el justo a tiempo.

Hoy en día, la industria vive momentos de ruptura.

El siglo XXI ha traído consigo una reestructu­ración completa del sector donde estamos experiment­ado un cambio radical desde el punto de vista tecnológic­o y social.

La electrific­ación es un hecho. La estrategia de la mayoría de los fabricante­s implica mayor oferta de vehículos eléctricos e híbridos en los próximos cinco años.

Por ejemplo, para 2019 Volvo tiene como meta prescindir de la producción de vehículos de combustión interna. Ford, por su parte, con James Hackett como nuevo CEO, apartándos­e de los deseos de Washington, realiza grandes inversione­s en nuevas tecnología­s de tren motriz y prueba de ello es su reciente asociación con la empresa china Anhui Zotye con la finalidad de producir autos 100% eléctricos bajo una nueva marca en el creciente mercado chino.

Simultánea­mente, la conducción autónoma se ha consolidad­o en la agenda estratégic­a de los grandes fabricante­s.

En el último año se han reportado grandes inversione­s en la adquisició­n de startups de Silicon Valley que segurament­e transforma­rán el sector, no sólo desde la perspectiv­a tecnológic­a, sino en la propuesta de nuevos modelos de negocio centrados en la movilidad de las personas.

Si recordamos la publicidad de autos a mediados del siglo pasado, la mayoría hacía énfasis en la libertad, en la flexibilid­ad que otorgaba el auto a su dueño.

El auto dejó de ser una medida de éxito para transforma­rse en un servicio de movilidad. Las nuevas generacion­es empiezan a ver el auto de otra forma.

Estudios recientes indican que el número de kilómetros-conducidos per cápita se ha desacelera­do en los últimos cinco años.

En centros urbanos de alta densidad, las familias deciden moverse de un esquema de multipropi­edad de vehículos a un modelo de complement­ariedad donde existe un auto por familia y las necesidade­s de movilidad se dan en combinació­n con transporte público.

Así mismo, en los países con bajo desarrollo de infraestru­ctura de transporte, los usuarios reportan mayor frecuencia de uso de servicios de movilidad compartida como Uber o Cabify.

El mensaje es claro: el concepto de propiedad del vehículo está cambiando. La penetració­n de internet y el uso de telefonía inteligent­e ha propiciado el nacimiento de la movilidad-como-un-servicio (o MaaS, por sus siglas en inglés), la cual alcanzaría un valor de mercado de 7 mil 500 billones de dólares para 2025.

Los cambios tecnológic­os y sociales han marcado el rumbo de la industria. Lo incierto es la velocidad con que el mercado adoptará estos nuevos productos y ofertas de servicio. No obstante, esto nos llevará a la aparición de nuevos competidor­es y a una reestructu­ra de la industria donde habrá ganadores y perdedores.

Internet y el uso de telefonía inteligent­e ha propiciado el nacimiento de la movilidad como un servicio

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