Las famosas casas con cimientos de lava
Los Jardines del Pedregal se construyeron entre 1948 y 1975. De aquellas residencias que hicieran famosas Pedro Infante o Silvia Pinal en el cine mexicano solo quedan unas cuantas
La zona volcánica del sur de la capital, parte de la cual hoy ocupa Ciudad Universitaria, fascinó a prestigiados arquitectos y artistas, a tal grado que los llevó a crear hermosas casas residenciales que lograron integrar el paisaje y vegetación naturales a estas viviendas, así nació: El Pedregal de San Ángel.
El reconocido arquitecto Luis Barragán ideó la construcción, en 1948, del que se llamaría fraccionamiento “Jardines del Pedregal” al suroeste de la capital mexicana.
El plan partió de una fascinación personal con el terreno: kilómetros cuadrados de lava petrificada con particulares especies animales y de vegetación, con vista a los volcanes o cerros que rodeaban a la urbe.
Este espacio al que también se le denominó “Pedregal de San Ángel” había jugado parte en la historia de la nación, previo a la erupción del Xitle —que provocó la desaparición de todo un asentamiento prehispánico— la demarcación contaba con templos y centros ceremoniales.
En su momento, los conquistadores españoles le pusieron el dramático nombre de Malpaís. Se cuenta en leyendas, que la zona era sitio de destierro para los condenados en la época de los aztecas, quienes eran enviados para que murieran mordidos por las víboras de cascabel que ahí abundaban y, más tarde, fue escondite de campesinos revolucionarios.
Para Barragán se trataba de un paisaje que lo hacía sentir que no estaba dentro de la Ciudad de México, un aislamiento que el arquitecto solía buscar al momento de crear: con El Pedregal pretendía que el habitante de esas casas tuviera un espacio para descansar de la vida capitalina y poder reflexionar, alejados de los distractores que traía la modernidad.
Para lograrlo, Barragán reunió a un selecto grupo de amigos-artistas y colaboradores que lo ayudarían a proyectar y llevar a cabo su plan en un predio de 3.5 kilómetros. Entre ellos estaba el vendedor de bienes raíces José Alberto Bustamante, el urbanista Carlos Contreras, el arquitecto Max Cetto, los artistas Mathias Goeritz, Jesús Reyes, Diego Rivera y Dr. Atl —estos últimos fueron los que dieron las ideas para los nombres de las calles como fresno, escarcha, agua, fuego o risco, entre otras, inspiradas en la naturaleza local—, también el fotógrafo Armando Salas Portugal. La primera etapa se construyó de 1948 a 1975.
En un trabajo colaborativo se fueron definiendo caminos, la forma de construcción y el fraccionamiento de las casas —que fue apoyado por Diego Rivera y también por el ex presidente Miguel Alemán—, la instalación de agua y electricidad, plazas públicas y esculturas, se fijaron fechas de apertura de casas muestra, distribución de jardines y una amplia campaña de publicidad en prensa y radio.
El sello distintivo del fraccionamiento sería que para toda construcción se debía de respetar y aprovechar los recursos topográficos naturales, es decir, que las casas se adaptaran a la naturaleza; condición determinante para la arquitectura moderna de México ya que se alejaba radicalmente de los estilos neocoloniales, neogóticos o neocalifornianos que se produjeron en la parte Centro de la capital.
Así, los Jardines del Pedregal empezaron a tomar forma, sus calles curvas, fuentes y plazas públicas respetaban la disposición del terreno. Las casas resaltaban por sus plantas planas, ya fuera a nivel “de piso” o en las alturas, en medio de la vegetación y las formas rocosas. Arquitectos como Francisco Artigas, Félix Candela, Fernando Luna, Enrique del Moral, Enrique Castañeda Tamborrel, Antonio Attolini, José María Buendía, Raúl Fernández, entre otros, fueron autores de un par de casas.
El proyecto tuvo un éxito rotundo. Los anuncios publicitarios no se cansaban de enfatizar su exclusividad ya que el acceso era cerrado y si querías entrar a la zona tendrías que tener carro, ser propietario o acreditarse como invitado. Además se tenía estabilidad sísmica, un beneficio que otorgaba el suelo con lava petrificada.
Así fue como El Pedregal se convirtió en una de las zonas más exclusivas y codiciadas de la ciudad: era un fraccionamiento planeado con la intención de estar en la periferia. En este barrio vivieron desde ex presidentes hasta estrellas de cine de la época.
Hace un par de años, EL UNIVERSAL realizó un recorrido privado por varias casas del Pedregal guiado por el arquitecto Plutarco Barreiro. La lava se hacía presente en cada cuarto, ya fuera en una pared, el piso, la escalera o al exterior, en el jardín, con una especie de cascada petrificada que emergía de los suelos.
La mayoría de las casas originales que visitamos se encuentran en buen estado aunque otras han tenido intervenciones arquitectónicas contemporáneas, ya sea por necesidad del mismo inmueble o porque así lo decidieron los propietarios.
Pudimos platicar con algunos de los dueños, quienes nos dijeron que mantener las casas es costoso, además “antes eran más integrantes y solventar los gastos era más sencillo, ahora somos familias de 4 a 6 personas que tenemos que solventar los gastos de un terreno de 2,000 a 4,000 m2”. Debido a eso, varios optaron por venderlas y cada propietario decide si conservar o no el estilo arquitectónico creado entre 1948-1975.
Hoy, por algunas calles de El Pedregal circulan autobuses que van a Ciudad Universitaria o al C.C.H. Sur; también, edificios habitacionales u oficinas ocuparon los predios donde alguna vez hubo una casa representativa de este movimiento arquitectónico.
Así, fue como esta zona se fue transformando y junto con la desaparición de algunas de las casas originales, también se fue el ideal de que podemos co-existir con la naturaleza.