El Universal

“No había pasado algo similar en Agua Azul”

Nativos de la región creen que la desviación del agua puede ser un “castigo divino” por culpa de grupos invasores que llegaron a la zona; turistas aprovechan para nadar en el área, actividad que era riesgosa hasta hace 15 días

- FREDY MARTÍN PÉREZ —estados@eluniversa­l.com.mx

CSalto de Agua uando el agua empezó a mermar en las cataratas conocidas como Las Golondrina­s y La Licuadora —principal atractivo de Agua Azul—, y la roca calcara quedó desnuda, los indígenas tzeltales se preocuparo­n. Ascendiero­n al punto conocido como La Boquilla, donde vieron que el río tomó otro curso, “es como sí en ese lugar el lecho se hubiese desnivelad­o y cargado con mayor intensidad en el brazo izquierdo que discurre por una zona inexplorad­a”, señalan.

Los tzeltales platican que no tienen memoria que algo similar a lo que pasó la noche del jueves, haya ocurrido antes en Agua Azul. “Ni nuestros padres y abuelos que habitaron en aldeas en los alrededore­s de las montañas, vieron este fenómeno”, dicen.

Los nativos —quienes pidieron no se publiquen sus nombres—, aseguran que la desviación del agua, en este centro ecoturísti­co, puede ser resultado de un “castigo divino” por la insistenci­a de un grupo de invasores que llegó hace 12 años al área, de 500 hectáreas, en un intento por arrebatárs­elas a los ejidatario­s.

Narran que a finales de octubre en La Boquilla, un punto del río que comparten los municipios de Chilón y Tumbalá, cayó un árbol de unos cien años de edad. Quedó sobre el cauce derecho del río, justo donde la corriente se desvió en el brazo la izquierdo, también con rápidos y cascadas, pero inaccesibl­e para el turismo y, como consecuenc­ia, dejó sin agua la zona que es visitada cada año por unos 200 mil turistas.

En La Boquilla, donde se ubicó una antigua finca de la familia Astudillo, de Yajalón y que hoy es habitada por siete familias bases de apoyo zapatistas, el río alcanza un ancho de 70 metros, con pozas de hasta dos metros de profundida­d y es justo ahí donde se bifurca el afluente que la corriente se cargó en el brazo derecho.

Teoría de un experto. Un geólogo que llegó el pasado sábado a Agua Azul explica que en La Boquilla, las lutitas y areniscas (rocas sedimentar­ias detríticas) se rompieron como “si fuera un mazapán” y esto provocó un hundimient­o en el lecho del río y por eso el agua se “inclinó” hacia el lado derecho.

La deforestac­ión en las montañas por donde corre el río han erosionado el lecho y por esta degradació­n ocurrió el desnivel topográfic­o, lo que originó que el agua haya tomado el curso derecho, una zona también con cataratas, pero inaccesibl­e para el turismo, explica.

En la ribera izquierda del afluente en el punto de La Boquilla, puede verse la arena y las piedras como si estuvieran en un arroyo, pero hasta hace 15 días estaban sumergidas a una profundida­d de uno a dos metros.

Dice que hace millones de años Chiapas era una zona bajo el agua y el sitio que hoy conocemos, fueron rocas calizas que se formaron en el fondo del océano, pero estas en el caso del río Agua Azul, se han degrado, descompues­to y fragmentad­o, como resultado de la erosión de los bosques, aunque también puede haber influido el terremoto de 8.2 grados del pasado 7 de septiembre, explica el geólogo, quien pide no ser identifica­do.

Pudo ser el sismo. Para el geólogo Marco Antonio Penagos Villar, un movimiento tectónico como el que ocurrió hace dos meses, sí “puede generar cambios en cauces de ríos”, al dañar las estructura­s geológicas con fallas, fracturas y hundimient­os violentos del suelo.

Un ejidatario dijo que cuando vieron que el agua empezó a disminuir en el cauce izquierdo del río, procediero­n a romper algunas rocas con la esperanza de que retomara su curso, pero después de varias horas de trabajo, se dieron cuenta que no era posible y entonces optaron por esperar que los organismos como la Comisión Nacional del Agua (Conagua), Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y otras dependenci­as, digan qué hacer.

El comisarido ejidal de Agua Azul, Jeremías López Hernández está convencido que el terremoto del 7 de septiembre es una de las causas que provocaron que el agua se haya cargado en el brazo derecho.

Disfrutan la desviación. Más allá de La Boquilla, el río es el mismo de siempre, con sus rápidos, su color esmeralda y los bordes con cedros y ceibas de sombras frondosas.

Ahora que el agua dejó de caer en la catarata de Las Golondrina­s y la piedra caliza quedó al descubiert­o, los turistas se adentran para nadar en las piscinas naturales. Hace 15 días era riesgoso hacerlo.

Turistas nacionales y extranjero­s han entrado a las piscinas para refrescars­e. “Esto es una belleza. No sabía que Chiapas tuviera estas maravillas”, dijo una turista española quien vive en Inglaterra.

Los salvavidas cuentan que hasta la semana pasada el único punto de acceso para nadar, era donde en el punto donde el río entra a una zona de remanso.

Más arriba, en la catarata La Licuadora, los ejidatario­s cercaron el área, porque quien entraba ahí difícilmen­te salía con vida. “Yo vi que murieron muchas personas desde que tenía 10 años de edad. Yo soy de 1984”, asegura Pascual Moreno Álvaro, brigadista­s de Protección Civil.

Hace 38 años la estudiante de la Escuela Normal de Matehuala, Oaxaca, se plantó al pie de la catarata La Licuadora, donde pudo recibir la brisa que inundaba varios metros a la redonda, “con un sonido impresiona­nte que te llenaba de paz con la espuma blanca y caídas fuertes que soltaban mucho agua con el aire”, solo que en ese entonces, “sin la ciudad” que han formado los indígenas en el cauce del afluente, donde venden artesanías y alimentos.

El domingo llovió montaña arriba y el agua color esmeralda se tornó oscura en la mañana del martes, pero sorprenden­temente empezó a caer agua en las cataratas, anunció Jeremías López Hernández, comisario ejidal de Agua Azul.

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A indígenas tzeltales les sorprendió el fenómeno del jueves pasado, cuando el agua de las cataratas conocidas como Las Golondrina­s y La Licuadora, en Agua Azul, comenzó a mermar.
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Geólogos dicen que factores como el sismo de septiembre pasado y la deforestac­ión pueden haber incidido en la desviación del flujo de las cascadas.

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