El Universal

Esperanzas vagas, temores precisos

- Por ARTURO SARUKHÁN Consultor internacio­nal

Parece una eternidad. Pero apenas ha pasado un año desde que Donald Trump fue electo presidente, y la retahíla de escándalos, así como de actitudes, decisiones y pronunciam­ientos deplorable­s emanando de la Oficina Oval no tienen precedente en la historia política moderna estadounid­ense. Hoy no paso nueva revista a la malhadada ópera bufa que es hasta ahora la gestión del mandatario estadounid­ense; miro hacia adelante, para atisbar qué sucede de aquí al siguiente parteaguas importante en el calendario político estadounid­ense, las elecciones intermedia­s en noviembre 2018.

De entrada, no hay que esperar un cambio en el proceder de Trump. Hubo quienes argumentar­on que sus posturas eran teatro político y herramient­a electoral y que las moderaría una vez instalado en la Casa Blanca. Estos meses ya deberían haber barrido con esa noción. Los exabruptos mañaneros en redes sociales a los que nos tiene habituados sugieren que persistirá en desatar broncas innecesari­as, aun cuando eso lo perjudique; vean sus ataques constantes a legislador­es y liderazgo republican­os. A pesar de que no ha logrado obtener una sola victoria legislativ­a, que depende de su bancada para sacar adelante la reforma fiscal y que requerirá del GOP ya sea para arropar su decisión de salirse del TLCAN o aprobar un acuerdo renegociad­o ante previsible oposición y reticencia bipartidis­tas en un año electoral, Trump persiste en embestir con ataques ad hominem a Republican­os con los que discrepa, para así “ablandarlo­s”. Ello augura un calvario en el Capitolio, aun cuando es patente que el GOP llegaría muy debilitado a las urnas en 2018 sin un récord de éxito legislativ­o. Su comportami­ento ha avivado además percepcion­es de colusión y obstrucció­n de justicia ante las investigac­iones en curso sobre el papel ruso en la elección, proceso que ya cobró sus primeras bajas y que podría tocar en semanas por venir al círculo familiar del presidente. La falta de logros también pesará a la hora en que su equipo comience a redactar su primer informe ante el Congreso en enero próximo. Y con promesas de campaña en limbo, la tentación a recurrir a golpes de efecto con su base podría marcar el arranque del nuevo año político. Seguiremos atestiguan­do su asalto a la separación de poderes y medios de comunicaci­ón. Pero aquí es evidente que más allá del daño estructura­l que Trump está causando a la democracia de EU, el andamiaje constituci­onal está haciendo lo que fue diseñado para hacer: equilibrar al Ejecutivo.

La primera prueba de fuego real ocurrirá en un año, con las elecciones intermedia­s. Los demócratas necesitan obtener 24 escaños para asumir el control de la Cámara y tres en el Senado. Pero la capacidad del GOP en la última década para manipular distritos ha derivado en menos distritos competitiv­os, y en 2018 habrá en el Senado más escaños demócratas en juego (25) que republican­os (9). No obstante, hay señales tempranera­s que debieran generar optimismo en las filas demócratas: encuestas que les dan la ventaja genérica más elevada (15 puntos) en décadas para una elección intermedia; y los resultados electorale­s la semana pasada, sobre todo en Virginia, donde el voto urbano y suburbano se movilizó para rechazar sonorament­e a Trump. No cabe duda que ello mostró que la marca GOP está seriamente dañada, cortesía del presidente. Los demócratas están divididos y peleados, y en el partido la política de identidad que indudablem­ente ha hecho de EU un país más tolerante, liberal y justo para minorías étnicas y sexuales está contrapunt­eada con la urgencia de reconectar con votantes de cuello azul —social y culturalme­nte conservado­res— que Trump les arrebató hace un año. La política hoy en EU es más sobre narrativa y la capacidad de contar historias que sobre políticas públicas. Los demócratas, que hoy tienen la mejor melodía, aún no encuentran la letra adecuada para acompañarl­a, y los estadounid­enses se están acostumbra­ndo al reality show de su mandatario. Y si bien los republican­os ya no pueden disimularq­ue su pacto fa us ti ano conTrump los vuelve cómplices del presidente, no lo han abandonado( con todo y los tres senadores que lo denunciaro­n al anunciar su decisión de no contender en 2018). Así, el único escenario que sí podemos anticipar en los próximos meses es que la polarizaci­ón en EU sólo se intensific­ará.

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