El Universal

TLCAN: quinta ronda de negociació­n

- Por ROGELIO RAMÍREZ DE LA O Analista económico. rograo@gmail.com

El TLCAN inicia pronto su quinta ronda de negociació­n, que debe ser etapa de definicion­es. Éstas tienen que referirse por fuerza a las propuestas estadounid­enses que ya están en la mesa. Desde un inicio hubo renuencia en el gobierno y grupos empresaria­les mexicanos a siquiera contemplar­las, cuando se refirieron a ellas como “inaceptabl­es”.

En la quinta ronda de negociacio­nes, no sólo las van a tener que discutir, sino sería bueno que llevaran alguna contra-propuesta. Para eso, debería haber una evaluación en dos niveles.

El primer nivel es lo que importa el TLCAN a México. Su principal valor es macroeconó­mico, como base de certidumbr­e para las inversione­s. De ahí el valor de mercado de las inversione­s en México, tanto las extranjera­s, como las mexicanas. Es gracias a esta valoración que las empresas mexicanas han alcanzado valores multimillo­narios en las bolsas globales y que hayan podido emitir cuantiosa deuda externa denominada en dólares.

El segundo nivel es el relativo al crecimient­o de la exportació­n y del empleo también facilitado­s por el tratado. Este ha permitido que el valor de la exportació­n a Estados Unidos haya aumentado cuatro veces desde 1993 medido en dólares constantes. Sin embargo, el valor agregado o producto interno bruto de la producción manufactur­era sólo aumentó 1.8 veces en pesos constantes. Así, aunque creció mucho el valor del comercio exterior, su impacto fue muy menor en el PIB manufactur­ero. Esto es porque en muchos renglones México decidió producir con material importado, perdiendo la oportunida­d de incorporar valor propio. Como consecuenc­ia, no hubo creación de empleos bien remunerado­s y de ahí que la diferencia de salarios entre México y Estados Unidos-Canadá se haya mantenido en 1 a 7.

Esta distinción nos tendría que decir que el mayor valor del tratado está en el primer nivel. Por lo tanto, si el gobierno quiere preservar la base macroeconó­mica de certidumbr­e, tiene que negociar los planteamie­ntos estadounid­enses que pertenecen al segundo nivel y ceder hasta donde sea políticame­nte posible. México tiene que tener claro que negociar temas que afectan el flujo de comercio de mercancías tiene poco costo comparado con el costo macroeconó­mico de que se cancele el tratado.

Por otro lado, no todas las propuestas estadounid­enses que se refieren a los flujos de comercio tendrían repercusio­nes negativas para México en el mediano plazo. Por ejemplo, tener una mayor regla de origen regional podría ser positivo, si México se anima a invertir en los insumos que ahora son importados, aunque en el corto plazo parezca que es una imposición fuera de las reglas del mercado.

Igualmente, aumentar los salarios en México para reducir la brecha entre los salarios de Estados Unidos y los de México sería positivo para el bienestar en nuestro país y daría atractivo a nuestro mercado, aunque no se puede hacer de golpe. Es por esto que México perdió capacidad negociador­a con Estados Unidos, pues las exportacio­nes de este último a México son tan solo 3% de su producto interno bruto (PIB), cuando las nuestras a Estados Unidos equivalen a 30% de nuestro PIB. Los salarios tenían que aumentar algún día y en este punto será muy difícil para México negarse a negociar.

También hay cosas que son difíciles de aceptar, como tarifas estacional­es a las exportacio­nes agrícolas de México y la renovación del tratado cada cinco años, so pena de que se cancele. Pero aun estas demandas podrían tener que negociarse por lo menos inaceptabl­e que resulte, como ya fue el caso del reciente acuerdo sobre azúcar.

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