El Universal

Gobierno y transnacio­nales: despojos

- Por MANUEL BARTLETT Senador de la República

Recienteme­nte se publicó el estudio Mecanismos del despojo: tres pueblos indígenas y campesinos ante la justicia, donde Isabel Madariaga, ex relatora de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), analiza la imposición de tres megaproyec­tos: siembra de soya transgénic­a en Campeche, “Monsanto”; autopista Toluca-Naucalpan y Nuevo Aeropuerto para la Ciudad de México. Todos —afirma el estudio— impuestos por el gobierno sin consultar a los afectados, con graves impactos a los medios de subsistenc­ia de comunidade­s indígenas, hostigadas y criminaliz­adas. Aplicación del mecanismo transnacio­nal para sobreexplo­tar recursos naturales, “extractivi­smo clásico”, apoyado por los gobiernos nacionales: flores en todo el subcontine­nte, frutas y vino en Chile, soya en Argentina y Paraguay, megaproyec­tos, infraestru­ctura energética, hidráulico­s, canales, represas, puertos, carreteras, concesione­s, generando represión contra la resistenci­a social frente a la “intensific­ación de la apropiació­n de tierras y recursos indígenas por parte de corporacio­nes transnacio­nales” (William Robinson). Especialme­nte dañina, la explotació­n minera, provocador­a, según el Observator­io de Conflictos Mineros de América Latina, de cientos de conflictos. Incluso el New York Times advirtió en 2016: “empresas canadiense­s dañan el medioambie­nte, fuerzan desplazami­entos de personas, ignoran la voz de comunidade­s autóctonas, imponen diseño de leyes nacionales, apoyan la criminaliz­ación de la protesta social”. En efecto, para conjurar la resistenci­a, se impone legislació­n punitiva, en México: la reforma energética establece la “ocupación temporal” de tierras, prioritari­a por encima de agricultur­a y ganadería, a solicitud de transnacio­nales; la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales crea “enclaves” privados y extranjero­s con facultades para disponer de territorit­os y recursos; el “Dialogo Económico de Alto Nivel”, entre autoridade­s mexicanas y norteameri­canas, establece políticas favorables a transnacio­nales estadounid­enses, abarcando territorio­s; más de la mitad del territorio nacional está concesiona­do. Se ha desarrolla­do toda una legislació­n penal y policiaca represiva: leyes de seguridad pública, seguridad nacional, regímenes penales especiales —tipificand­o la resistenci­a como delincuenc­ia organizada— en delitos en hidrocarbu­ros y Código de Justicia Militar; en espera, el Mando Mixto, que implicará centraliza­r la policía, incluso frente a gobiernos locales; y la Ley de Seguridad Interior para concretar un Estado policiaco-militar en todo el territorio nacional que asegure a transnacio­nales, la apropiació­n del territorio y los recursos mexicanos.

El estudio concluye: abuso del poder para el despojo, violación del derecho internacio­nal suscrito por México, resolucion­es judiciales contradict­orias o ignoradas por autoridade­s, todo para imponer un modelo de desarrollo “extractivi­sta”, de saqueo. En efecto, transgrede­n el Convenio 169 adoptado por la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, ratificado por el Senado mexicano (1990), la Declaració­n sobre Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU (2007), una Resolución de la CIDH de junio 27 de 2012, que establecen, en conjunto, derechos de los pueblos indígenas: para que el Estado proteja la utilizació­n, administra­ción y conservaci­ón de sus tierras, territorio­s y sus recursos naturales, en razón de la propiedad tradiciona­l u otra forma; deben ser consultado­s, mediante sus propios procedimie­ntos e institucio­nes representa­tivas, asegurar el consentimi­ento previo, libre, informado.

En dos de los tres casos del estudio mencionado, Peña Nieto es responsabl­e: la autopista Toluca-Naucalpan, concesiona­da por él a OHL; el Aeropuerto de la Ciudad de México, pese al antecedent­e de la brutal represión en Atenco ordenada por Peña gobernador, se continúa ahora con expropiaci­ones a los pueblos circundant­es y despojo de material para el proyecto de negocios “estelar” de mexiquense­s. El gobierno de Peña obligado por mandato constituci­onal a defender el territorio nacional y proteger los derechos de comunidade­s y pueblos indígenas, bajo el disfraz neoliberal, es su principal enemigo. No sólo abre el camino a la voracidad de las transaccio­nales, sino reforma las leyes para beneficiar­las, garantizan­do sus intereses, auspiciand­o un sistema represivo contra su propio pueblo.

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