El Palacio de la Autonomía, historia de un monumento
El recuento del pasado histórico de nuestra sociedad y la historia de la Universidad no podía sino darse a través del rescate de este noble edificio realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México; los trabajos de investigación arqueológica, de restauración arquitectónica y los trabajos de investigación documental que dieron pie al proyecto arquitectónico de intervención han hecho de este edificio conocido hoy como “El Palacio de la Autonomía”, un digno documento físico del acontecer mexicano y la búsqueda de la equidad a través del proyecto educativo nacional.
Así entonces, el espacio que ocupa hoy el Palacio de la Autonomía es de suyo un espacio emblemático, ya que entre sus antecedentes más remotos subyacen en sus cimientos restos de las construcciones prehispánicas del Templo Mayor y de las antiguas casas de gobernantes mexicas; de igual forma se asoman entre sus ventanas arqueológicas el pórtico de una casa virreinal perteneciente a don Juan Luis de Rivera, tesorero de la Casa de Moneda de la Nueva España y los restos del convento religioso de la orden de las Carmelitas Descalzas, otrora dedicado primero a San José y luego al señor de Santa Teresa.
Pero su historia apenas comienza entre estas piedras y restos de construcciones antiguas, pues apenas corrían algunos años posteriores a la fundación del convento carmelita y entre sus muros ya se hospedaba brevemente Juana de Asbaje, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Así transcurrió plácidamente la vida de este espacio por los siglos XVII y los inicios del siglo XIX, porque conforme estallaba hacia 1810 la guerra de Independencia de México y se acercaba el mitad del siglo, entre sus muros y en la Ciudad de México acontecía primero un sismo que en 1845 derribaría la cúpula y altar de la excelentísima capilla del señor de Santa Teresa, que reconstruidos apenas una década después, no soportaría el segundo sismo político, que fue la exclaustración de las monjas carmelitas a la expropiación de los bienes del clero, decretados por las nuevas Leyes de Reforma.
Durante esta segunda mitad del siglo XIX, pasaría este inmueble religioso algunas vicisitudes entre demoliciones, ventas parciales de su superficie para vecindades, y ocupaciones hasta militares para por fin tomar el lugar protagónico de nuestra historia moderna, mismo que le sería conferido por el presidente en turno de la República, Gral. Porfirio Díaz Morí, quien en 1886 y a través de connotados personajes como Justo Sierra y Miguel Schulz, entre otros, dio por encargo al Ing. Enrique Laubscher la proyección y construcción de la primer escuela Normal de Maestros, misma que se inauguraría en 1887.
La Escuela Normal de Maestros inició sus actividades con gran júbilo y empeño y a los pocos años de su inauguración ya acusaba una remodelación y adecuación esta vez por parte del ingeniero arquitecto Manuel Francisco Álvarez, quien le otorgó ese carácter nobiliario de arquitectura ecléctica y palaciego; más acorde con los ideales porfiristas del proyecto educativo nacional, esta remodelación funcionó hasta 1910, año en que con la reapertura de la Universidad Nacional de México, la Escuela Normal de Maestros pasa a formar parte de la Universidad como la “Escuela de Altos Estudios” y que abandonaría hasta 1929 para separarse de la Universidad y ocupar sus propias instalaciones.
1910 es un año sumamente importante para el edificio que hoy nos ocupa; con motivo de la reapertura de la Universidad, el palacio se sometía una vez más a una nueva remodelación, esta vez por parte del Ing. Porfirio Díaz Ortega y el antropólogo y arqueólogo Leopoldo Batres; este último sería quien proyectaría uno de los espacios más significativos conocido como el Paraninfo; todo ello con el único fin de dar sede a la primera Rectoría de la Universidad.
Con la reapertura de la Universidad y como sede de la primer Rectoría, el salón de actos del Paraninfo fue testigo de solemnes eventos. En él sesionaron los integrantes del primer Consejo Universitario, encabezados por licenciado Joaquín Eguía Lis, primer rector de la Universidad, y en 1914 en este recinto se instalaría el ingreso de las Cátedras Humanísticas del famoso Ateneo de la juventud.
Para 1929 otro importante evento marcaría la historia de nuestro edificio, ya que derivado de un movimiento estudiantil, gestado en la escuela de Derecho y la escuela de Ciencias Sociales, en sus espacios y particularmente en su balcón circular se decretaría la huelga universitaria que unos meses posteriores concluiría con la obtención por parte de los universitarios de la Autonomía Universitaria, acta firmada y entregada por un representante del Presidente de la República a los integrantes del Comité de Huelga en el Paraninfo del actual Palacio de la Autonomía.
Los años posteriores fueron de gran actividad para el palacio, la Escuela de Altos Estudios se separó de la Escuela de Filosofía y Letras y se mudó dejando parcialmente vacío el edificio en 1929; la salida de la Rectoría de la Universidad entre 1932 y 1933 a la sede del Antiguo Colegio de San Ildefonso dio pie a la llegada de nuevas escuelas; así entonces en sus aulas se instalaron progresivamente y algunas veces de forma simultánea la Escuela de Iniciación Universitaria, la Escuela de Comercio y Administración, la Escuela Nacional de Odontología, la Escuela de Enfermería y Obstetricia, la Preparatoria #2 “Erasmo Castellanos Quinto” y la preparatoria #7 “Ezequiel A. Chávez” en turno vespertino.
A finales de la década de los 60, cuando se construyeron progresivamente las diversas instalaciones de la Escuela Nacional Preparatoria, el palacio cayó en el abandono y en el olvido; con el temblor de septiembre de 1985 sus instalaciones, al igual que muchos inmuebles en el centro histórico de nuestra capital, sufrieron innumerables daños; colapsos, grietas, humedad y escombros fueron el escenario de tan importante edificio; en 1990, la Universidad Nacional Autónoma de México inicia con las tareas de rescate y restauración de tan insigne inmueble universitario.
14 años después y la participación de diversos especialistas; así como de la Fundación UNAM, el Palacio de la Autonomía es reinaugurado en 2004 para lucir en todo su esplendor sus espacios que guardan la historia de México, la historia de nuestra Universidad, cumpliendo así las tareas encomendadas por la sociedad mexicana a esta noble institución: la investigación y la difusión de la cultura, misma que se incrementa, amplía y se reencuentra entre las aulas, galerías, salones, patios y auditorios del Palacio de la Autonomía Universitaria.