En el club de los amigos
Sin duda, uno de los encuentros sociales más amenos que ha realizado el Club de Industriales últimamente fue el almuerzo que organizaron el incansable Pepe Carral, su presidente honorario, y Tere Zermeño, una de las procuradoras más fieles de la Academia Mexicana de Gastronomía, en honor de Ingrid Yrivarren y, en paralelo, a su recién celebrado evento Viva Perú en México.
La ocasión también fue propicia para distinguir, a través de sus platillos, el talento de varios afamados chefs de ese país que estuvieron de visita en la CDMX, halagando a muchos comensales mexicanos con delicias de su propia autoría y con su ADN muy peruano, como James Berckemeyer, Palmiro Ocampo, Marilú Madueño y María Zúñiga.
Lo curioso es que a esta comida, fuera totalmente del programa del evento peruano, asistimos solo unos cuantos amigos en petit comité, como comentó Alejandro Rodríguez a Paco del Cueto en plena sobremesa.
Por otro lado, estaba Luis Domenzáin saboreando hasta la última gota de la jugosa salsa de leche de tigre de un auténtico Cebiche limeño, que tan solo fue para abrir boca.
En otro grupito, muy metidos en la charla, vi a Patrick de Sayve, a Malú Montes de Oca, Alfonso de Robina, Javier Fernández de Angulo, Amílcar Olivares, Beto Cinta, Rose Ruiz y Raúl Ibáñez.
A varios conocidos más saludé en la terraza del segundo piso del club, que ni con calentadores de pedestal calmaron la fría contingencia otoñal que de repente azotó la tarde.
Se hizo silencio total hincándole el diente con ganas a un Tiradito de pulpo con salsa arriera y al tradicional Ají de gallina, que estuvieron para chuparse los dedos.
Entre bocado y bocado, Ingrid Yrivarren, como presidenta y creadora del evento, mencionó las obras donadas por varios artistas peruanos relevantes que fueron subastadas hace unos días apenas, para apoyar a la reconstrucción tras el sismo que azotó a nuestra capital y a las entidades de Morelos, Oaxaca y Chiapas.
Encabezando la lista de obras, supe que destacó una de Fernando de Syzslo de incalculable valor que él mismo entregó a Ingrid para el noble objetivo, justo unos días antes de fallecer.
Le siguieron trabajos de Mateo Liébana, Aldo Chaparro, Patricia Jenkins Gibson y de Kylla Mónica Piqueras, mi vecina de mesa, con quien tuve el placer de departir durante la comilona, que culminó con los digestivos de rigor y carajillos con pisco.