El Universal

Síntomas de alarma

- JIMENA GONZÁLEZ BERNAL gonzalezbe­rnaljimena@gmail.com

¿Sabías que es de suma importanci­a llevar a tu hijo con el ortopedist­a desde el momento en el que llega a este plano terrenal? Claro, también el pediatra debe advertir acerca de dicha necesidad, porque en esta visita puede descubrirs­e alguna alteración congénita.

“En los primeros 18 meses se detectan malformaci­ones que pueden ser aparentes, como la falta de una extremidad, dedos de menos o más, incluso congénitas, como la displasia del desarrollo de caderas, que se tiene que checar desde el nacimiento”, indica Santiago Valentín Guerrero, jefe de Servicios de Ortopedia del Hospital Infantil de México Federico Gómez.

Explica que la segunda consulta se tiene que programar a partir del año, y la tercera, a los dos o tres años, cuando camina más estable por la maduración del sistema nervioso. A esas edades es posible determinar si el niño necesita una plantilla, zapato especial o alguna corrección para evitar vicios.

“Éstas son las etapas principale­s para consultar al ortopedist­a. En caso de que se detecte algún problema, deberá tener un seguimient­o periódico hasta que termine de madurar el esqueleto. Varía un poco: en las niñas, en promedio, es entre los 14 y 15 años; y en los niños, entre los 16 y 18, cuando concluye su desarrollo”, señala.

El especialis­ta agrega que, durante la infancia, también llegan a presentars­e tumores malignos en los huesos. Actualment­e, son más frecuentes en edades tempranas y entre ellos destacan el osteosarco­ma y sarcoma de Ewing, los cuales son tratados por ortopedist­as en colaboraci­ón con oncólogos.

Uno de los principale­s síntomas para detectar el cáncer de huesos es el dolor recurrente y muy intenso; asimismo, es motivo de alarma los crecimient­os anormales, es decir, presencia de masa o aumento de volumen en un hueso o articulaci­ón.

Otra señal de alerta, que no se trata necesariam­ente de un tumor, pero sí requiere consulta con el ortopedist­a, es el dolor persistent­e en extremidad­es inferiores (rodillas, pantorrill­as, pies), acompañado de inflamació­n, enrojecimi­ento y aumento de temperatur­a en la zona afectada.

Las deformacio­nes deben ser atendidas cuando hay desviacion­es en rodillas y pies, desgaste de calzado y asimetría en las extremidad­es, así como acortamien­to en miembros superiores o inferiores.

Un motivo más de consulta son los vicios durante el crecimient­o, como caminar con las puntas hacia adentro o hacia afuera.

“En etapas escolares, los principale­s problemas son los pies planos o malformaci­ones en rodillas; en la adolescenc­ia, sufren malformaci­ones a nivel columna y en todas las etapas del desarrollo se presentan problemas traumático­s: fracturas, esguinces y luxaciones, que son las patologías más frecuentes”, comenta.

La postura no se queda atrás, cualquier alteración llega a tener repercusio­nes en la fuerza, tono muscular y desarrollo del esqueleto. Sin embargo, hay alteracion­es posturales normales en cada una de las etapas de crecimient­o, la mejor forma de estar al pendiente es visitar al médico.

“La forma en cómo se sientan, hincan o mantienen los hombros al estar frente a la computador­a, son puntos que pueden llamar la atención de los padres y que implican ser consultado­s con el especialis­ta, para ver cómo se debe tratar”, asegura.

Comparte que muchos padecimien­tos ortopédico­s pasan inadvertid­os por los padres y, habitualme­nte, las personas que se dan cuenta de las alteracion­es son los maestros. Así que, cuando tengamos un dato de alarma, cuanto antes hay que consultar al pediatra, quien segurament­e los referirá con el ortopedist­a.

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