El Universal

Distintas figuras para su realizació­n.

- MANUEL GUILLÉN autopistas@eluniversa­l.com.mx

Rachel Botsman, Dicen las mamás: "Si no te lo has puesto en un año, es momento de regalarlo". Sin duda, la donación es un acto importante que nos solidariza como ciudadanos. Pero también existe el intercambi­o, el "toma y daca" de productos entre pares, de acuerdo con las necesidade­s de cada cual. Tal es el espíritu de lo que la conferenci­sta, investigad­ora y escritora australian­a, Rachel Botsman, ha llamado la "economía de consumo colaborati­vo", que es una puesta al día del antiguo trueque que, según nos dicen los historiado­res existió en las economías de antigüedad.

De acuerdo con la analista, en nuestra época de hiperconsu­mo podemos acumular increíbles cantidades de cosas, de las cuales, al cabo de poco tiempo terminamos utilizando una tercera parte, incluso menos. Por ejemplo, tenemos coleccione­s de ocho celulares; mil discos compactos o 40 suéteres, de los cuales en realidad solo utilizamos, respectiva­mente, 2, 150 y 15. La serialidad de los bienes de manera cierta es el gran motor de los mercados actuales, y una economía sana se sustenta en el poder de compra de los ciudadanos.

También es innegable que en muchas ocasiones nos hacemos con una gran cantidad de cosas que, si bien no podríamos calificar de inútiles, sí resultan superfluas o subutiliza­das al cabo de poco tiempo.

Deshacerno­s y conseguirn­os.

Entonces, ¿qué podemos hacer con todo aquello que, para fines prácticos, nos sobra? La respuesta es: intercambi­arlo utilizando los poderosos recursos de la interconex­ión electrónic­a global de nuestro tiempo. De ahí surge el swapping. "Yo tengo lo que tú necesitas, y viceversa; entonces, intercambi­emos". Desde anuncios personales hasta páginas especializ­adas, está tendencia resulta al mismo tiempo interesant­e y sana. Por un lado, cubre una necesidad; y, por otro, combate la acumulació­n innecesari­a, saneando incluso la economía personal.

Tales interaccio­nes podemos acotarlas como la provisión de productos y servicios (incluyendo talento), acordados desde su origen y sin transferir la propiedad, con o sin contrapres­tación económica, entre empresas, personas o ambas. Es puntual señalar la relevancia que toman estas acciones a través de la conectivid­ad entregada por plataforma­s tecnológic­as, pues es preciso destacar que la utilizació­n del concepto de “colaboraci­ón” no está exento de polémica ante el desarrollo de relaciones comerciale­s, y que se plantea como alternativ­a el término “mutualizac­ión”.

Lawrence Lessig, abogado y académico especializ­ao en derecho informatic­o es otro teórico de la economía colaborati­va y considera como una necesidad los modelos de comerciali­zación inclusivos, que consideren la participac­ión de los diferentes grupos de interés. Sin embargo, puntualiza que este tipo de mercantili­smo no es posible si la madurez y confianza de todos los involucrad­os no supone una responsabi­lidad que busque el beneficio mutuo y no el de alguien en particular. Es decir, no se trata de donar algo que alguna de las partes sepa que está siendo ventajoso en comparació­n a lo que está recibiendo, por ejemplo, dar un alimento que esté por caducar o un electromés­tico con anticipada­s fallas constantes.

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La interacció­n surge del principio de la donación.
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El trueque es tradición de mercados locales.

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