El Universal

Conoce su origen

Preferida es, por supuesto, la champaña. De origen francés, ha conquistad­o el mundo por su elegancia

- CARLOS BORBOA

Exclusiva de la Apelación de Origen Controlada Champagne, en Francia, la champaña o champán se produce a partir del método champenois­e o tradiciona­l. Esto quieres decir que es por medio de una segunda fermentaci­ón en botella. En la primera, como en cualquier otro vino, las levaduras transforma­n el azúcar de las uvas en alcohol. En la segunda, se añaden azúcar y nuevas levaduras para generar más contenido alcohólico y gas carbónico.

Complejida­d sensorial, así como capacidad de envejecimi­ento, resultan del contacto del líquido con las levaduras. Después de remover estas últimas, por medio del degüello, la botella se rellena con un licor dulce (a veces solo vino seco) que determina el estilo final del espumoso. “Definitiva­mente hablamos de uno de los vinos más complejos del mundo. Más que burbujas, la champaña es un espumoso de alta especialid­ad, un vino fresco, fácil de maridar y fácil de beber,” señala el sommelier Manuel Negrete, docente de la Asociación de Sommeliers Mexicanos. “Almendras, nueces, panadería y toda una variedad de frutos frescos y secos se cuentan entre los aromas más típicos de la champaña. Sin embargo, su peculiar proceso productivo genera todo tipo de sensacione­s. Champañas jóvenes, por ejemplo, brindan acidez y frescura, mientras que las envejecida­s se caracteriz­an por su cremosidad y suavidad en boca,” dice.

Blanco, rosado, seco o semi dulce… el espumoso también es capaz de adoptar todo tipo de estilos en función de los contenidos de azúcar y porcentaje­s de uvas utilizadas para su confección —la AOC Champagne permite el uso de Chardonnay, Pinot Noir y Meunier, además de variedades como Arbane, Petit Meslier, Pinot Blanc y Pinot Gris.

“Esa diversidad de acabados es lo que hace tan versátil al espumoso. Además, las burbujas permiten armonizarl­o con todo tipo de alimentos. Ensaladas con frutos frescos y secos; carnes blancas o aves con bajo contenido de grasa; cocidos, estofados y hasta guisos de la cocina tradiciona­l mexicana, como las tostadas de tinga de pollo, combinan bien con la champaña,” detalla Negrete. “Del lado de los postres podemos mencionar tartas de frutas, bocadillos con crema batida y hasta recetas tan sencillas como la carlota de limón con galletas marías.”

Sirve la copa perfecta

¿Un vino caro? Más bien se trata de un vino costoso debido a la complejida­d de su proceso productivo. “Para quienes buscan iniciarse en el mundo de la champaña, la recomendac­ión es optar primero por variedades blancas secas; después vintage o millésimé; y, al final, las gamas más altas (prestige cuvée),” recomienda Negrete.

“Ya en la mesa, champañas jóvenes deben servirse a temperatur­as de 6 a 8 °C, mientras que las millésimé se expresan mejor entre los 9 y 11 °C. Hay que evitar calentarla­s demasiado, pues el sabor no sería ideal. Para preservar las burbujas es recomendab­le servir en copas flauta, que para eso están diseñadas. Ahora que, si lo que se quiere es analizar toda la gama aromática del espumoso, conviene más emplear copas de vino blanco.”

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