El Universal

“Las drogas y el alcohol me daban lo que quería”

• Robert Ryan ayuda a adictos que quieren dejar de consumir; sabe que es posible, pues él lo logró

- VÍCTOR SANCHO

Washington.— Robert Ryan es uno de los instructor­es de rehabilita­ción del UMass Memorial Medical Center de Worcester, en el centro de Massachuss­ets, epicentro de la crisis de consumo de opiáceos que sufre Estados Unidos. Al otro lado del teléfono, Ryan suena convencido de su trabajo para ayudar a adictos que quieren salir adelante y dejar el consumo de drogas, heroína y analgésico­s en su gran mayoría; y lo hace desde el conocimien­to de haber sido uno de ellos.

Porque Ryan lleva cuatro años y medio sobrio. Cuenta EL UNIVERSAL, con todo detalle, cada una de las fases que le convirtier­on en un adicto. “Empecé a tomar drogas y alcohol muy joven, como a los 12 o 13 años”, rememora desde la sede del hospital donde da apoyo a aquellos que son lo que él llegó a ser.

Relata que empezó, en parte por un entorno complejo (su madre y hermana también consumían). “Entré [en las drogas] y estaba aceptado en mi casa. Las drogas y el alcohol me daban todo lo que quería”, asegura. Lo que quería, como cualquier joven, era reconocimi­ento entre sus compañeros, sensacione­s nunca antes vividas. La euforia le llevó a consumir de forma diaria, y para poder adquirirlo “vendía cualquier cosa”.

No podía faltar mucho para que tuviera sus primeros encuentros con la ley: una redada policial cuando tenía 15 años le dio la bienvenida a los “líos legales”. Nada lo detuvo: con 16 años se emborracha­ba a diario, “experiment­ando con diferentes drogas”.

El momento del cambio. Su vida era un desastre: fracasó en el instituto, nunca tuvo un trabajo. A los 19 empezó a con los opioides, la heroína y la cocaína. Un año más tarde, su vida cambió radicalmen­te. “Cuando cumplí 20 fui encarcelad­o por drogas”, explica. La cárcel le cambió la vida y se dio cuenta que “estar sobrio y conseguir la sobriedad” era lo único que quería.

En 2016, la gobernació­n de Massachuss­ets estima que murieron 2 mil 190 personas por culpa de los opiáceos, un 24% más que en 2015 y un 54% más que en 2014. En lo que va de año, hasta septiembre, ya habían muerto mil 470 por la epidemia: 81%, por culpa del fentanilo. y sus derivados; la mayoría, varones de entre 25 y 34 años de raza blanca.

De no haber vivido ese punto de inflexión en una celda durante dos años y medio, es probable que Ryan ahora formara parte de las estadístic­as. Antes de estar entre rejas había probado desintoxic­arse sin éxito. De nada le sirvieron los “programas de 12 pasos”, los consejeros, los encuentros en hospitales… “Recibía una ayuda que no estaba aceptando: todavía estaba en la misión de estar drogado y bebido, intentando continuar por ese camino”, explica.

Su nueva vida, la “historia real de sobriedad”, empezó tras una reflexión interna. “Pensé en lo que había hecho, lo que era, lo que iba a ser mi vida si continuaba por ese camino”, y eso le llevó al programa STOP de tratamient­o, especialme­nte en los últimos nueve meses de cárcel, que le dieron “las herramient­as y esperanza de mantenerme sobrio cuando fuera liberado”.

En 2012, cuando Ryan empezó el tratamient­o, sólo en Worcester murieron 29 personas por culpa de los opiáceos. El año pasado, la cifra había aumentado a 64, si bien tocó techo en 2015 con 81 muertos por heroína o sobredosis de analgésico­s.

Ryan es ahora un ejemplo a seguir para aquellos que buscan la ayuda y la rehabilita­ción en el UMass Memorial Medical Center.

Desde hace dos años y medio es uno de los instructor­es de rehabilita­ción, guiando a aquellos pacientes admitidos en el hospital para darle los servicios que ofrece la comunidad y ver qué soluciones potenciale­s puede aportar para llegar al nivel de sobriedad que él ha conseguido. A pesar de que no es un consejero ni médico con título, Ryan se considera un “conductor de acciones”, guiado por “la experienci­a de mi propia rehabilita­ción”.

Al final de todo, el éxito de su trabajo depende de él mismo. “Lo más importante al final ha sido estar sobrio yo mismo, mi rehabilita­ción diaria es lo más importante. Sin mi sobriedad no tengo nada”, sentencia.

Desde que empezó su rehabilita­ción hasta el día de hoy ha visto cómo ahora la ayuda es mucho más rápida, el seguimient­o más intenso y el acceso a recursos médicos más efectivos.

Pero, a final de cuentas, gran parte del trabajo de desintoxic­ación se basa en la capacidad de Ryan de “despertar conciencia a través de mi presencia”, o, lo que es lo mismo, “mantenerse sobrio y mostrar que es posible vivir una vida de rehabilita­ción”.

Hoy estudia para obtener la licencia oficial de consejero por abuso de drogas y forense. De momento, sin embargo, no prevé moverse de su trabajo como instructor en el hospital, algo para que no ve fecha de vencimient­o.

“No planeo hacer nada diferente durante el próximo año, aunque es verdad que la instrucció­n en rehabilita­ción se puede hacer de forma privada y en diferentes niveles de cuidado”, concluye.

“Lo más importante al final ha sido estar sobrio yo mismo, mi rehabilita­ción diaria es lo más importante. Sin mi sobriedad no tengo nada” ROBERT RYAN Instructor rehabilita­do

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