El Universal

“Lavado” de madera, el tercer delito del mundo

- Héctor de Mauleón @hdemauleon demauleon@hotmail.com

En noviembre de 2015, el buque Yacu Kallpa partió del puerto de Iquitos, en la Amazonia peruana, con un cargamento de madera valuado en 4 millones de dólares. A fines del mes siguiente, la embarcació­n llegó a Tampico.

La fiscalía peruana especializ­ada en Materia Ambiental había detectado —mediante un reporte del Organismo de Supervisió­n de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre, Osinfor—, que 96% de aquella madera era ilegal.

Se pidió al gobierno mexicano que el buque fuera retenido: de acuerdo con la prensa, transporta­ba “el mayor cargamento de madera de origen ilegal” registrado hasta entonces por las autoridade­s peruanas. Así ocurrió. El Yacu Kallpa quedó varado en Tampico. Al poco tiempo, sin embargo, se le liberó sin explicacio­nes. La fiscal ambiental del Perú declaró que “el Estado mexicano en ningún momento les consultó sobre esta decisión”.

Más tarde se supo que se había suscitado un intenso cabildeo de políticos peruanos y empresario­s mexicanos para que el cargamento fuera liberado. La madera fue internada en el país y probableme­nte ingresó a Estados Unidos. Por más extraño que parezca, la Ley Forestal vigente en México no prohíbe las importacio­nes de madera ilegal, que según el Centro para el Derecho Ambiental Internacio­nal, CIEL, es “el tercer gran crimen que se comete en el mundo”.

El Yaku Kallpa llevaba una década transporta­ndo madera para varias empresas exportador­as. No existe un cálculo de cuánta madera de la que no se comprobó su origen legal ha transporta­do desde entonces: lo cierto es que llega a realizar hasta cinco viajes por año.

Al analizar las exportacio­nes realizadas en 2015 desde el puerto de Callao, en Lima, Perú, el CIEL halló evidencias que revelan a México como una de las principale­s puertas de entrada del comercio de madera ilegal procedente de la Amazonia.

Más del 75% de los cargamento­s que ingresan en el país proceden de “bosques no autorizado­s” y llegan bajo el amparo de documentos aparenteme­nte legales que contienen informació­n falsa.

Las exportacio­nes de productos maderales en el puerto del Callao fueron de 39 millones 954 mil dólares en 2015.

De acuerdo con un reporte del CIEL sobre prácticas ilegales en el sector forestal del Perú —el cual se conocerá hoy en Washington— en dicho puerto operan 67 empresas exportador­as. Sin embargo, solo seis concentran 50% de las exportacio­nes a nivel mundial: Maderera Bozovich, Inversione­s La Oroza, Peruvian Flooring, Inversione­s Técnicas Maderables, Consorcio Maderero y Maderera Río Acre.

De ellos, Maderera Bozovich e Inversione­s La Oroza envían a México entre 65 y 90% de sus exportacio­nes. Según los reportes del Organismo de Supervisió­n de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre del Perú, dichas exportacio­nes “están en alto riesgo de estar movilizand­o madera ilegal”.

El grupo de empresas exportador­as mencionado ha sido colocado dentro de una “lista roja”, lo que significa: que han sido sancionada­s y multadas “por infraccion­es graves a la ley forestal”, y que son poseedoras “de títulos habilitant­es caducados o que se encuentran en proceso legales en curso”, según el reporte.

Con México, los países favoritos de destino para el “lavado” de madera son China, Australia, República Dominicana y Estados Unidos.

La empresa llamada Inversione­s WCA EIRL, señala el informe, envía el 100% de sus exportacio­nes maderables a México.

Los diferentes actores de la cadena de suministro utilizan documentos oficiales “para amparar madera extraída de zonas no autorizada­s”. Todo esto, concluye el reporte, deteriora la competitiv­idad del mercado legal y genera “corrupción, blanqueo de madera, tratos injustos con comunidade­s nativas, trata de personas y desaparici­ón del bosque”.

El Centro para el Derecho Ambiental Internacio­nal asegura que un metro cúbico de madera puede costar 70 dólares en la Amazonia y venderse hasta en 3,700 dólares al importador. Como en el caso de la droga, la red comienza en la selva e incluye una red de corrupción que se extiende a lo largo de todo el mundo.

En las aduanas mexicanas, mientras tanto, solo se solicita a los exportador­es documentos de carácter fitosanita­rio. Un negocio perfecto.

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