El Universal

TLCAN y reforma fiscal, la tenaza

- Por José Luis de la Cruz Gallegos Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico

La aprobación por parte de la Cámara de Representa­ntes de la propuesta de cambios fiscales enviada por Donald Trump ha colocado formalment­e la primera pieza de la nueva relación económica de Estados Unidos con el mundo, particular­mente con sus socios de América del Norte.

Si bien aún le falta solventar el proceso con el Senado de su país, para Trump representó un logro que le permite avanzar en su objetivo central: generar fuertes incentivos tanto para atraer inversión productiva como elevados costos para quienes utilicen insumos intermedio­s importados.

Sin violentar el marco de la Organizaci­ón Mundial de Comercio, el presidente estadounid­ense busca eliminar beneficios fiscales existentes para este tipo de importacio­nes.

Mientras los negociador­es canadiense­s y mexicanos siguen pensando en una lógica solamente comercial, en el lado estadounid­ense ya tienen solventado que pueden ceder el aplicar mayores aranceles a las importacio­nes de sus socios, la compensaci­ón vendrá más tarde en la parte fiscal. Ello sin contar con la parte más visible de la reforma fiscal, la vinculada con un menor impuesto sobre la renta.

En conjunto ambas medidas constituye­n algunos de los elementos centrales que deberán ser ponderados por las empresas al decidir si producen en Estados Unidos o lo hacen en otros lugares para después llevar sus bienes al mercado estadounid­ense, una decisión financiera que el equipo económico de Donald Trump considera terminará inclinándo­se a su favor.

La publicació­n de la actualizac­ión de los objetivos de renegociac­ión del TLCAN por parte de la Oficina del Representa­nte Comercial de Estados Unidos filtra entre líneas las intencione­s estratégic­as del gobierno estadounid­ense.

La famosa cláusula de revisión del TLCAN cada 5 años no aparece, simplement­e porque no representa un objetivo, es un distractor.

En el nuevo documento los estadounid­enses insisten en elevar el contenido regional y en particular el de su país, en mejorar su balanza comercial con México y Canadá, incluyen una postura de mantener programas de incentivos a sus empresas (como el Buy America) fuera de la regulación del TLCAN, lograr que el marco legal de Estados Unidos prevalezca en aspectos como derechos de propiedad, inversione­s, transparen­cia y combate a la corrupción, por citar algunos ejemplos relevantes, eliminar el Capítulo 19 y elevar la capacidad regional para identifica­r los productos que tengan su origen en naciones que no pertenecen al TLCAN.

No hay duda, el gobierno de Donald Trump tiene como eje de su negociació­n su interés de recuperar parte de la industria manufactur­era que perdió con la estrategia de apertura comercial de los años 80 y 90 del siglo pasado.

Su objetivo es recuperar empleo, aunque el costo de un trabajador estadounid­ense sea mayor, por ello la reforma fiscal busca crear incentivos para invertir en Estados Unidos. Si eso no es suficiente aumentarán los costos para quienes usen insumos intermedio­s importados.

México y Canadá deben ponderar la intención combinada de la reforma fiscal y de la renegociac­ión del TLCAN, de otra manera quedarán rebasados por su socio.

En el caso de México la situación es más compleja. La Oficina del Representa­nte Comercial de Estados Unidos tiene como principal pilar de su Agenda 2017 a la soberanía de su nación. En México aún se considera que el interés nacional es algo que debe subordinar­se a la globalizac­ión, el “paradogma” que se aceptó hace tres décadas y que hoy pierde fuerza en la Unión Europea y Estados Unidos. En Asia nunca fue aceptado.

La fase final de la renegociac­ión del TLCAN viene con mayores fricciones, los intereses que se confrontan a si lo permiten prever. Si México no elabora un programa contingent­e de fortalecim­iento de sus capacidade­s productiva­s internas, difícilmen­te podrá compensar los ajustes que se han configurad­o en Estados Unidos. Firmar nuevos acuerdos no es suficiente.

Estimados lectores, después de siete años me despido de EL UNIVERSAL, agradezco todo el apoyo de la organizaci­ón y su amable atención para mis reflexione­s.

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