México: ¿violencia o falta de paz estructural?
Para un gobierno que se propuso lograr un “México en Paz” como primera meta en su Plan Nacional de Desarrollo, el hecho de que este octubre hubiese sido el mes más violento en 20 años, debería provocar serios replanteamientos. Necesitamos un cambio de chip. México no está sumido solamente en “un problema de narcotráfico”, o siquiera en un problema de “altos niveles de violencia a causa del crimen organizado”; México padece una serie de circunstancias que se traducen en falta de paz. Y no es lo mismo. La paz no es únicamente la ausencia de violencia. Resolver las circunstancias que padecemos requiere de estrategias que no sólo estén orientadas a reducir picos de violencia como los que estamos experimentando, sino hacia construir las estructuras y las instituciones que crean y que sostienen sociedades pacíficas (IEP, 2016).
La paz tiene, en efecto, un aspecto negativo que consiste en la ausencia de violencia y la ausencia de miedo a la violencia. Sin embargo, esas son condiciones necesarias, no suficientes para que haya paz, toda vez que ésta tiene también un aspecto positivo: aquello de lo que se compone. Para poder entender en qué consiste el ADN de la paz, no basta estudiar la guerra o la violencia, sino que hace falta estudiar a las sociedades pacíficas, el entorno que las favorece, y los círculos virtuosos que producen. Así, a partir de investigación en decenas de países que muestran altos niveles de paz a lo largo de los últimos 65 años, distintos autores nos explican los factores estructurales que se encuentran detrás de esas sociedades. Condensando esos conceptos, el Instituto para la Economía y la Paz describe ocho indicadores en los que dichas sociedades, de manera clara y constante, muestran mejor desempeño que las sociedades que carecen de paz: (1) gobiernos que funcionan adecuadamente, (2) distribución equitativa de los recursos, (3) el flujo libre de la información, (4) un ambiente sano y propicio para negocios y empresas, (5) un alto nivel de capital humano, (6) la aceptación de los derechos de otras personas, (7) bajos niveles de corrupción, y (8) buenas relaciones entre vecinos.
Es decir, fomentar el crecimiento con desarrollo económico sustentable y con desarrollo humano, el bienestar, el empleo, la salud, la educación, la democracia, el respeto a los derechos humanos, el combate a la corrupción y el fortalecimiento de la transparencia y rendición de cuentas, el respeto al Estado de Derecho y una eficiente impartición de justicia, la cohesión social, la inclusión, la protección a los periodistas y el acceso a la información, no son temas “interesantes” o necesarios cada uno de manera independiente. Estos temas se encuentran vinculados de manera directa o indirecta, a las circunstancias de falta de paz estructural que vive México.
Los mismos factores, sin embargo, podrían aportar rutas de salida. De un lado, se requieren, efectivamente, estrategias de corto, mediano y largo plazo para reducir y prevenir la violencia. Pero al margen de ello, se necesitan también esfuerzos colaborativos entre los sectores público, privado, social, academia, medios de comunicación y otros, para diseñar e implementar estrategias de corto, mediano y largo plazo, a fin de atender otros temas como lo son, por ejemplo, el miedo a la violencia, así como estrategias para construir condiciones de paz positiva. Nos queda claro que no son cuestiones simples, pero no por ello podemos evadirlas. Dejar de trabajar en esos temas de manera suficiente nos tiene en el octubre rojo que estamos teniendo que vivir.