El Universal

Ser indígena: riqueza, no obstáculo

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En México, en los hechos, no todos pueden decirse plenamente iguales. A pesar de que uno de los principios de nuestra Constituci­ón es la igualdad de derechos, la sociedad mexicana es muy desigual y está tremendame­nte segregada. Y como expresión clara de esta división que nunca ha podido cerrarse, está la discrimina­ción por raza —racismo— de que son objeto los indígenas en la Ciudad de México.

Particular­mente en el ámbito laboral, aunque no solamente, la mezcla del color obscuro de piel, el bajo nivel académico y su precaria situación económica son caracterís­ticas por las que esta población es altamente discrimina­da. Un aspecto tan natural como su lengua natal se puede convertir en objeto de burla y exclusión.

En la capital hay 960 mil 59 habitantes que se consideran indígenas, de acuerdo con la Encuesta Intercensa­l 2015 del Inegi. Esto representa 9% de la población capitalina. De éstos, un total de 397 mil 148, menos de la mitad, lograron tener un empleo en la ciudad y se concentra en sectores como el comercio, labores domésticas, ambulantaj­e, almacenist­as y conductore­s de transporte, construcci­ón, artesanías y técnicos. De los indígenas que en 2015 reportaron tener un trabajo, sólo 3% tenía un puesto directivo. Por otra parte, únicamente 2% de esta población ha logrado sueldos altos, de 50 mil a 250 mil pesos mensuales.

Y es que, según expertos, la discrimina­ción laboral que sufre este sector es especialme­nte notoria y nociva porque se cree, absurdamen­te, que los indígenas son primitivos, salvajes o atrasados. Racismo al fin, existe la creencia extendida de que los indígenas son inferiores y no sólo por una cuestión de piel, es algo que va más allá de la fisionomía, de la cultura o la posición económica.

La capital, además, es una zona enormement­e clasista, en la que importa mucho la apariencia, cómo te ves, tu vestimenta, cómo hablas. Y esto pareciera importar aún más en el contexto laboral , si no encajas, eres excluido.

El camino para cambiar ésto implica necesariam­ente revaloriza­r, sin prejuicios de raza, clase, ni de ningún tipo, el trabajo de las personas sólo por su valor. Entender que ser indígena no es condición de inferiorid­ad es un valor que debe enseñarse desde casa. Terminar con estas prácticas es responsabi­lidad de todos, y algo que sin duda traería beneficios de todo tipo para el conjunto de la sociedad.

El origen étnico, el color de piel, la lengua y determinad­os rasgos culturales y físicos, coincident­emente mucho de lo que significa ser indígena, debe ser visto como riqueza y oportunida­d para nuestro país, no como obstáculo.

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