Es tiempo de mudanzas…
Leyendo la prensa tan llena de comentarios al respecto y pensando en las regiones mesoamericanas, reconozco que la sismicidad en el territorio es una “condición preexistente e inherente”, esto es, va con el lugar, su geología, sus edificaciones y su gente; es la nuestra una gran región de regiones, en estado sísmico permanente, como la califica Luis Unikel.
Cada “evento sísmico mayor” produce una crisis y la condición de crisis es que nadie la espera. Y da pie a que se produzca una coyuntura, que por definición, según Fernando Bradel, “es la combinación de factores y circunstancias contingentes y cambiantes que caracteriza una situación en un momento determinado.
Es el nivel de tiempo histórico intermedio entre la larga duración y los acontecimientos puntuales. Sea pues, estamos gestionando esta nueva coyuntura con más o menos habilidades, y vamos dando respuestas que acosadas por la opinión pública y la ambición propia de la política, que estará siempre sometida a un principio de incertidumbre, tratan de resolverla y siempre desembocan en la reconstrucción.
Este valle del Anáhuac al decir de Octavio Paz, de cuerpo transparente atado a la piedra solar, permanece dividido, roto regado en partes distantes, descompuesto sin digerir bien a bien su condición telúrica, con códigos de conducta atados por la magnífica solidaridad de unos para con otros y el amor al prójimo.
Hay que reconocer que hacemos mucho y, gracias al aprendizaje por refuerzo, sabemos más; notable que se hable de códigos y protocolos antisísmicos, brigadas de rescatistas, de protección civil y coordinación entre autoridades y también dudas y preguntas de la sociedad sobre la probidad y eficacia de funcionarios asociados a la gestión de la coyuntura, que se ventilan en lo publico; sin embargo, tendemos a sobreestimar el efecto de estas tecnologías a corto plazo y subestimar su efecto en el largo plazo. (Roy Amara dixit).
Muchos aquí hemos vivido y sobrevivido varios temblores y, parte de lo que estos nos enseñan, que es mucho, está en que se establece un ciclo, que nos envuelve de manera intuitiva, pues pensamos que, de seguirlo, nos llevará a la supervivencia. Sí, un ciclo no escrito, pero que sucede cada vez igual y seguramente se repetirá en el próximo evento. Este hallazgo lo defino como “la conducta lineal y automática de las personas para preservar los bienes materiales, las instituciones, los partidos políticos y la buena conciencia pública y privada”.
Como reflejo de los impulsos editoriales, de las noticias en la prensa escrita y digital, algunas sin contexto, se manifiesta la impaciencia de la sociedad civil sobre las administraciones públicas que, como ya dije, gestionan el ciclo y que a todos los niveles sirve para exhibir su estado actual de eficacia, que en general derivado de llevar al extremo la practica de empleo por apoyo político, como prebenda y pago y que confunde hacer política con la tarea de administrar la cosa pública, han retrasado la inevitable capacitación y consolidación de un servicio civil de carrera en municipios, estados y Federación, que nos daría mejores operadores del territorio y más recursos de todo tipo para la planeación y el urbanismo. Parte de los conceptos centrales de la reforma urbana indispensable y urgente que le debemos a la sociedad y que debe ser tema en el futuro electoral por venir.