El Universal

José Manuel Zelaya Rosales Entre la brutalidad y la democracia

- Ex presidente de Honduras (2006-2010) Coordinado­r general de la Alianza de Oposición contra la Dictadura

No cabe duda de que la participac­ión popular y la democracia son cosas que le repugnan a las personas que dirigen Honduras. Su campaña actual, marcada por amenazas y augurios apocalípti­cos, muestra su enorme fragilidad y la certeza de su derrota en el proceso electoral del domingo 26. Su apuesta por mantener a la gente lejos de las urnas ha fracasado y de su bravuconer­ía han pasado a dar muchas señales de debilidad.

Y es que el régimen de Juan Orlando Hernández ha sido sostenido por una imagen de autoritari­smo regido en la práctica desde el norte: el Comando Sur, el Departamen­to de Estado y el FMI se reparten la administra­ción del Estado, mientras los políticos nacionalis­tas festejan como hienas los despojos que van quedando del patrimonio común de todos los hondureños. Ellos se han preparado para imponer, no para competir en democracia.

Las mentiras sobre las que ha erigido su gobierno han golpeado mucho la poca legitimida­d que le quedaba entre sus adeptos. Hoy se enfrentan a un rival reprimido por 8 años, con mucha determinac­ión para finalizar la tragedia que han significad­o los gobiernos golpistas. En una guerra completame­nte “asimétrica”, le negaron al proceso toda posibilida­d de transparen­cia, cerrando todas las vías posibles para que la oposición pueda creer en lo que hace el Tribunal Supremo Electoral.

La Corte Suprema de Justicia, igual que el resto de remanentes de la institucio­nalidad, han sido cooptados, y nadie les cree nada. Ningún hondureño en su sano juicio cree que un juez o un policía lo protegerá de alguna forma. Antes bien, es común que los ciudadanos le tengan mucho temor a estas pseudo autoridade­s. Nuestro proceso de Alianza de Oposición contra la Dictadura es una expresión del rechazo de la sociedad al autoritari­smo de Juan Orlando Hernández, a la ilegalidad sobre la que este se ha formado, y contra el modelo económico de empobrecim­iento y profundiza­ción de la desigualda­d que han implantado en Honduras. Las secuelas de los actos de corrupción y la degradació­n del Estado a condición de fallido, son males inaceptabl­es que se han vuelto inviables para nuestra sociedad.

Sin duda alguna, existe injerencia extranjera en este proceso, pero proviene de las transnacio­nales y del gobierno de Estados Unidos, de la ultraderec­ha cubana de Miami, y de toda la orquesta cavernícol­a de América Latina. Es absolutame­nte increíble que entes como la OEA y la Unión Europea se hayan comprometi­do a mantener la dictadura en Honduras, pero en la realidad, hoy actúan como dóciles cómplices del régimen espurio de Hernández.

Nosotros aspiramos a que respeten la voluntad de nuestro pueblo, que nos dejen tomar nuestras decisiones en paz, cualquier alteración a eso es responsabi­lidad directa de aquellos que ya citamos; esos que se nutren de la violencia y la guerra, que son decadentes por impulsar la ilegalidad mientras se disfrazan de campeones de la justicia. Vendrá ya el momento del pueblo hondureño, que, como siempre, abrirá los brazos a sus hermanos latinoamer­icanos.

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