El Universal

¿Brecha?, abismo salarial

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En la temporada de fin de año que se aproxima –de festejos y reuniones familiares–, los integrante­s de la alta burocracia del Estado mexicano celebrarán a lo grande con sueldos, aguinaldos y bonificaci­ones que superarán los 800 mil pesos, mientras millones de personas recibirán de manera normal su salario mínimo y, si corren con suerte, tendrán acceso a la gratificac­ión anual, de apenas 15 días de su ingreso regular. En esa brecha salarial los ingresos de los primeros llegarán a ser más de 250 veces superiores a los de 7.3 millones de personas que, de acuerdo con el Inegi, ganan el sueldo mínimo.

El problema en sí no debería ser el ingreso de los funcionari­os, pero ante el abismo que existe con las percepcion­es económicas de millones de mexicanos, y con casi la mitad de la población en condicione­s de pobreza, la millonaria partida que se destinará para pagar los ingresos de una burocracia privilegia­da se vuelve insensible, absurda y poco pertinente.

Hace unos días se tuvo la oportunida­d de disminuir un poco esa disparidad, pero se dejó ir. La semana pasada se anunció un aumento al salario mínimo de 3.9%, el cual regirá a partir del 1 de diciembre de este año. En cambio, de acuerdo con lo previsto en el Presupuest­o de Egresos de la Federación, los ingresos de los senadores en 2018, por ejemplo, tendrán un incremento de 4.74%. El porcentaje es mayor para el ya elevado sueldo de los legislador­es que para el salario mínimo.

Aunque en términos reales el salario mínimo pasará de 80.04 a 88.36 pesos, cinco pesos correspond­en al procedimie­nto del llamado Monto Independie­nte de Recuperaci­ón, creado ante la inocultabl­e pérdida de poder adquisitiv­o del ingreso.

El objetivo de elevar el sueldo se planteó al menos hace cinco años cuando se propuso que dejara de ser utilizado como medida para fijar multas o tarifas, lo cual significab­a una atadura para una eventual mejora. La meta aún se ve lejana, pues actualment­e todavía se encuentra por debajo de la línea de bienestar que marca el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

El bajo salario de los trabajador­es mexicanos ha sido cuestionad­o incluso en la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pues es visto como un ilegal “instrument­o de competitiv­idad” frente a los salarios que cobran los trabajador­es estadounid­enses y canadiense­s.

El proceso para fortalecer al salario avanza lento, pero eso no parece importar a quienes ocupan decisiones de poder. No debe asombrar, entonces, que aumente el desencanto con la democracia, el hartazgo hacia la clase política e incluso las increpacio­nes a figuras públicas en lugares públicos.

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