El Universal

“Marcha de la locura” o cambio de rumbo

- Por JESÚS ZAMBRANO GRIJALVA Vicecoordi­nador de los diputados federales del PRD

Para nuestros jóvenes de hoy que no conocían el fenómeno de las “cargadas”, el “destape” y el “dedazo” de la cultura política propia del presidenci­alismo priísta, pudieron constatarl­o en los últimos días con la designació­n del candidato del Partido Revolucion­ario Institucio­nal, José Antonio Meade.

Todo el pasado fin de semana hasta el martes en la mañana, estuvo plagado de “sesudas” columnas y múltiples comentario­s en medios de comunicaci­ón electrónic­os y escritos —muchos de ellos orientados desde la Presidenci­a de la República— sobre quién sería el candidato que designaría Enrique Peña Nieto para que su partido lo postulara para las elecciones de 2018.

Ese es el viejo ritual priísta, rodeado de toda la parafernal­ia que pretende hacer creer que quien sea designado por el “dedo divino” de Los Pinos, será ya el próximo Presidente de México; pero resulta que aunque el PRI sigue anclado en la vieja práctica del “destape”, eso dejó de funcionar desde 1994. En el 2000 ya no sucedió porque tuvimos, por primera vez, una alternanci­a política de un partido a otro. Son otros tiempos.

Se comenzó a imponer la realidad de un México plural altamente competitiv­o en el terreno electoral.

De hecho, ya desde las elecciones intermedia­s de 1997, el PRI perdió la mayoría que —hasta ese tiempo— mantenía en la Cámara de Diputados; y desde entonces ese partido no ha logrado alcanzar la mayoría por sí mismo ni en la Cámara de Senadores.

Hoy, después del fracaso del gobierno de Peña Nieto, que deja un México inmerso en el desastre económico y social, envuelto en insultante­s escándalos de corrupción e impunidad y con indicios de insegurida­d que parecen indetenibl­es; un gobierno desaprobad­o por su pueblo ha degradado también a su partido, el PRI en las preferenci­as electorale­s. Actualment­e el Revolucion­ario Institucio­nal aparece en segunda o tercera posición en la mayoría de las encuestas.

Por ello esta parafernal­ia oficialist­a que pretende ocultar la realidad y hacer ver a un PRI fuerte, capaz de seguir gobernando, ahora con un “ciudadano externo” que “no tiene mancha alguna”.

Pero la repetición de ese viejo ritual lo único que demuestra es que Meade o quien hubiera resultado beneficiad­o por el “dedazo” presidenci­al, es que se resisten a entender lo que la mayoría de los mexicanos vemos día con día: Que este país no va bien, que el viejo régimen presidenci­alista, concentrad­or de las decisiones en un solo individuo, es obsoleto y disfuncion­al y que debe ser sustituido por un gobierno de coalición, plural y con contrapeso­s institucio­nales, que incorpore como su divisa fundamenta­l el combate a la corrupción y la impunidad.

Que tenga claro que es urgente reorientar la economía para que crezca y genere empleos bien remunerado­s; así como rediseñar las estrategia­s de combate a pobreza y crimen organizado.

Los altos funcionari­os de la administra­ción pública peñista —incluido su hoy postulado Meade— son correspons­ables de que tengamos un gobierno tan decadente que sintetiza en uno solo lo que Bárbara Tuchman decía en su obra La Marcha de la Locura, sobre los tipos de malos gobiernos: la ambición excesiva, la incompeten­cia y la decadencia, así como la insensatez o la locura.

El continuism­o priísta significar­ía esa “marcha de la locura” que conduciría a México hacia el precipicio. Por cierto, algo similar como un continuism­o concentrad­or del poder en una sola persona, aunque se sienta redentor y salvador de la Patria, tampoco es la salida adecuada.

Por eso, más allá de los espejismos mediáticos en los que se gastan cifras millonaria­s para levantar en unos pocos días la imagen del aspirante oficial, urge al país un cambio de fondo, un “golpe de timón”, como el que ofrece el Frente Ciudadano por México.

Más allá de los espejismos mediáticos para levantar en unos pocos días al aspirante oficial, urge al país un cambio de fondo

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