El Universal

Competitiv­idad de la industria automotriz en época de turbulenci­as

- Por Arturo Orozco Leyva y Miguel León Garza Los autores son profesores del área de Dirección de Operacione­s de IPADE Business School

Apoco tiempo de concluir la segunda década del siglo XXI, México es ya uno de los jugadores más importante­s de la industria.

Con una producción estimada de 3.5 millones de vehículos, una contribuci­ón cercana a 3% del Producto Interno Bruto del país, el sector automotriz es clave.

La pregunta no es cómo defender a la industria automotriz mexicana, sino cómo hacerla más fuerte en esta época de grandes turbulenci­as.

La salida de Gran Bretaña de la comunidad económica europea, la llegada de Trump a la presidenci­a de Estados Unidos, la aparición de movimiento­s nacionalis­tas y proteccion­istas, el cambio climático, entre otros acontecimi­entos, tienen sin duda un impacto significat­ivo en las cadenas productiva­s globales y la industria automotriz no es la excepción.

A esto debemos de sumar los cambios tecnológic­os y las nuevas propuestas de modelos de negocio que están revolucion­ando la industria en su conjunto.

Si bien no existe una receta infalible que propicie un aumento de la competitiv­idad del sector, recomendam­os poner especial énfasis en algunos puntos para lograr este incremento, que requiere una colaboraci­ón significat­iva entre el gobierno y la iniciativa privada.

Por un lado, es necesario mejorar la productivi­dad de las inversione­s realizadas en el sector donde el factor fundamenta­l es la utilizació­n de la capacidad instalada.

Puesto que es una industria dependient­e de las economías de escala, es muy importante poder utilizar la capacidad instalada al máximo, reducir tiempos muertos, especializ­ar mano de obra, lograr una rotación adecuada de personal, entre otros, con el objetivo de conseguir una producción de clase mundial.

En forma paralela, reforzar el mercado interno al tiempo que el país busca poder diversific­ar sus exportacio­nes.

Para ello, México debe persistir en mantener un entorno macroeconó­mico favorable (inflación de un dígito y tasas de interés relativame­nte bajas) así como la creación de incentivos fiscales adecuados.

La creación de las zonas económicas especiales es una oportunida­d para integrar cadenas productiva­s que aprovechen las ventajas laborales y fiscales de estas zonas.

Un país con alta productivi­dad automotriz, un mercado interno fuerte y un mercado externo diversific­ado debe ser capaz de atraer más inversione­s. No obstante, el cambio tecnológic­o disruptivo que está viviendo la industria puede ser una amenaza si no hacemos algo más.

Hoy más que nunca es importante que el sector en México haga una apuesta fuerte por la investigac­ión y el desarrollo (i+D) tanto de producto como de proceso.

Salvo contadas excepcione­s, el país se ha venido especializ­ando en ser un gran fabricante de productos de valor agregado, pero no creamos tecnología. Los países, y empresas, capaces de crear la tecnología del futuro liderarán el sector en un par de décadas.

Finalmente, el sector automotriz del país debe plantearse cómo aprovechar las tecnología­s que trae consigo la llamada Industria 4.0 (uso de sensores, robótica colaborati­va, sistemas de impresión 3D y la gestión de grandes cantidades de informació­n), en términos de productivi­dad y flexibilid­ad.

Es un momento inercial de nuevas tecnología­s (electrific­ación, coches autónomos, celdas de combustibl­e, movilidad como un servicio, etcétera).

Es importante que México se sume al cambio, geste nuevas alianzas y propicie nuevos modelos de negocio para ser un referente en la industria automotriz del mañana.

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