El dormitorio en Arlés.
Van Gogh a la mexicana
Vincent van Gogh es uno de los artistas genios más importantes.
En su momento, su visión del mundo fue más apreciada por su círculo cercano, en especial por su hermano Théo, a quien escribió una carta cuando realizó la primera versión de su ahora afamado cuadro El dormitorio de Arlés.
“Es simplemente mi cuarto. Sólo que aquí el color es lo es todo... para sugerir descanso o sueño en general. En una palabra, al mirar la imagen se debe descansar el cerebro, o más bien la imaginación”, consideró.
Pese a esa sensación de “solidez, de permanencia, de tranquilidad” que quería proyectar, la obra de Van Gogh es contrastante: para muchos es angustiosa, reflejo del momento de desequilibrio psicológico que el pintor vivía. Un cuarto vívido, pero solitario e inestable.
El Museo del Palacio de Bellas Artes presenta la tercera versión de este cuadro que pintó el holandés para su hermana —luego de que la original se dañara y el pintor hiciera una segunda versión que hoy conserva el Instituto de Arte de Chicago—.
La obra se presenta como parte de la muestra “Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte”, que también reúne trabajos de artistas como Diego Velázquez y Auguste Renoir. Cada uno de los cuadros tiene una peculiaridad: fueron pintados con grana cochinilla, un insecto de origen mexicano que vive en los nopales o tunas y que sirvió como colorante natural para obtener un tono rojo intenso.
Van Gogh habló de este color: “(Es) el color rojo del vino, es cálido y vivo como el vino”.