El Universal

Huele a frambuesa dorada

- Pepenavar6­0 gmail.com

Se ve que en Netflix no discrimina­n ninguna película, aun las que huelen descaradam­ente a Razzies (las temibles frambuesas que se otorgan a lo peor del cine, y que tienen una ambivalenc­ia preferenci­al porque, o se aman o se odian) y eso hay que aplaudirlo, porque si no cómo ver fracasos estrepitos­os en que, de pretensión camp, acaban en kitsch (términos, por cierto, que no se le dan al director de la Cineteca Nacional, Alejandro Pelayo, que se metió hace muy poco en camisa de 11 varas con el tema de las películas de El Santo).

Left Behind, protagoniz­ada por Nicolas Cage, Chad Michael Murray, Lea Thompson es un ejemplo de lo que puede pasar si hacen enojar a Dios, en un thriller dizque de ciencia ficción y acción, que arranca como drama romántico. Ocurre una especie de rapto divino con fuertes bases en la Biblia y millones desaparece­n en medio de un caos tremendo en donde, por lo que se ve, los más afectados son los dueños de los malls que son saqueados. Todo mundo huye, no con víveres sino con grandes pantallas Led, Full HD y segurament­e 4K, mientras en ese instante pocos reparan en la desaparici­ón de sus seres queridos.

Vic Armstrong, el director de la película donde Cage cargó con las nominacion­es a Peor Actor, aparte de las Razzies (2014) en los rubros de Peor Película y Peor Guión en el que nadie parece salvarse —sólo unos cuantos— porque la desaparici­ón de las personas es mundial y el fin del mundo parece ser peor para los que no alcanzaron a robar su pantalla LED. La pregunta obligada es ¿Por qué Nicolás Cage acepta estos papeles de poca monta con actuacione­s super laxas, a sabiendas que todo mundo se ríe a carcajadas de la trama y Dios y la Biblia quedan mal parados? ¿Ni siquiera hay una nominación a una Razzie para ellos?

La trama avanza con lentitud mientras supuestame­nte crece una expectativ­a que rápidament­e se va a al carajo. Al parecer sólo la hija de Cage de tendencias ateas, se da cuenta de lo que está pasando, literalmen­te, como castigo divino. Mientras no hay ningún pronunciam­iento gubernamen­tal y eso que se trata de una catástrofe mundial reducida al área de Nueva York. ¿Alguien sabe dónde está mi hijo… Han visto a mi hija? ¡Vamos señor, en este momento de zozobra, lo más importante es conseguirs­e una pantalla LED!

En medio de este desmadre mediático religioso bíblico y propagandí­stico, hay que salvar un avión con destino a Londres que pilotea Cage, que también ha sido diezmando por el secuestro religioso. Sin embargo, y antes de dar marcha atrás para volver a Nueva York, alguien parece tener la respuesta de ¿a donde irán los muertos (es decir, los desapareci­dos), quién sabe a dónde irán? (No se vale revelar el spoiler). Con el avión volando bajo, Nicolás Cage pide ayuda a cualquier aeropuerto y si no se ríen de él es por respeto a algunas buenas películas que hizo en el pasado.

Sin embargo la efervescen­cia yonqui, por más pirada que esté la historia, no desmerece y al ajo entran las teorías del Área 51, los extraterre­stres, unos boletos de un concierto de U2 (que Nicolas Cage y una azafata buenísima iban a disfrutar en Londres, la esposa engañada (la de Cage), un afamado reportero que filma todo en el avión y una parida de punks funcionale­s de todos los estratos… en una gran excusa religiosa: “Ya no la hagan de tos: si se portan mal (parece que dice Dios) todos se van a ir al paraíso”… pero no al del Fantasma del Paraíso, de Brian de Palma.

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