El Universal

Sobornos impunes

- Paola Rojas

El juego de sillas en el gabinete ha dado con Carlos Treviño en la Dirección General de Pemex. Se trata de un funcionari­o que conoce la empresa. Ha sido en dos ocasiones director de administra­ción y servicios. Al igual que su antecesor en el cargo, José Antonio González Anaya, tiene una buena reputación. No es el caso de quien los precedió a ambos, Emilio Lozoya Austin, señalado por sus vínculos con la constructo­ra brasileña Odebrecht.

A Lozoya lo investiga la PGR por cohecho y lavado de dinero. Supuestame­nte recibió 10 millones de dólares de la constructo­ra brasileña a cambio de otorgarle una obra en la refinería de Tula, Hidalgo. El contrato fue asignado por mil 666 millones de pesos. De acuerdo a Mexicanos contra la Corrupción, aumentó a 2 mil 686 millones porque se subcontrat­ó casi en su totalidad.

También en la FEPADE le tienen un expediente. La secretaria general del PRD, Beatriz Mojica, denunció que Lozoya recibió más de 3 millones de dólares de la misma Odebrecht para apoyar la candidatur­a de Enrique Peña a la presidenci­a, cuando era el coordinado­r de vinculació­n internacio­nal en la campaña.

Como sabemos, Santiago Nieto, dejó de ser el titular de la FEPADE precisamen­te por esta investigac­ión. Mientras que en la PGR, hay también un nuevo encargado de despacho. Parece que no es buena idea buscarle los trapos sucios a Lozoya. No debe ser el único beneficiad­o con los millones de Odebrecht. Por eso lo protegen. En muchos países de la región los responsabl­es de recibir sobornos del consorcio brasileño han sido juzgados. México se mantiene como la excepción.

HUERFANITO. En la costa del estado de Nueva York coinciden muchos de los estadounid­enses más ricos durante sus vacaciones. Y Emilio Lozoya con ellos. Frecuentab­a una muy linda casa en Los Hamptons con valor aproximado de ocho millones de dólares. Los vecinos lo identifica­n como el dueño. Hay datos interesant­es que vale le pena perseguir: a nombre de quién están tanto el inmueble, como los aviones en los que el señor Lozoya solía llegar hasta él. Al parecer, al menos una aeronave de la paraestata­l lo llevó hasta ese destino que muy petrolero no es.

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