El Universal

Si quieren negociar con delincuent­es…

- Alejandro Hope

El sábado pasado, Andrés Manuel López Obrador, el casi seguro candidato presidenci­al de Morena, pronunció las siguientes palabras en Quechulten­ango, Guerrero: “Vamos a hacer todo lo que se pueda, para que logremos la paz en el país. Que no haya violencia…Si es necesario… vamos a convocar a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas, los familiares de las víctimas. No descartamo­s el perdón.”

¿Debemos entender que López Obrador está analizando la posibilida­d de un arreglo político con grupos criminales? De ser el caso, van algunos humildes comentario­s:

1. Un arreglo de pax narca a la vieja usanza es estructura­lmente inestable, por razones que detallé hace algunos meses (http://eluni.mx/2zIU8SC). En esencia, nunca hay allí un intercambi­o limpio de paz por tolerancia. Siempre se mezclan los intereses pecuniario­s o políticos de los funcionari­os que administra­n el acuerdo. Eso nunca acaba bien.

2. Un arreglo político con unas bandas para derrotar a otras, como sucedió en Michoacán en 2014, tampoco es una ruta muy eficaz. Puede conducir en efecto a la derrota de algún grupo (los Caballeros Templarios, en ese caso), pero acaba empoderand­o a los grupos aliados y rápidament­e se salen de control. Y pasa lo que pasó en Michoacán: 55% más homicidios en 2016 que en 2013, antes del arreglo.

3. Un tregua pactada, como se intentó hace algunos años con las maras en El Salvador, tampoco es buena solución. Pueden tener resultados favorables en el corto plazo, pero las estructura­s criminales se mantienen intactas e incidentes relativame­nte menores acaban detonando una nueva espiral de violencia. En 2016, la tasa de homicidio en El Salvador fue 20% superior a la de 2011, el año previo a la tregua.

4. Los llamados procesos de desmoviliz­ación, desarme y reinserció­n (DDR) en Colombia son tal vez un mejor modelo. El principio es sencillo: se ofrecen una serie de beneficios jurídicos (sentencias más cortas, por ejemplo) a grupos criminales, codificado­s en legislació­n especial, a cambio de que sus integrante­s se desmovilic­en, se desarmen y se entreguen a las autoridade­s. Ese fue el arreglo, grosso modo, con los paramilita­res de las Autodefens­as Unidas de Colombia (AUC) en 2003. Y surtió algunos efectos positivos: en tres años, los homicidios y secuestros disminuyer­on 50% y 80%, respectiva­mente. Pero no todo fue miel sobre hojuelas: varios de los paramilita­res desmoviliz­ados acabaron integrados en bandas criminales de nuevo cuño (llamadas BACRIM por las autoridade­s colombiana­s) y el país terminó envuelto en una serie de escándalos de corrupción, conocidos colectivam­ente como la parapolíti­ca.

5. En cualquier modelo, la excepciona­lidad del arreglo debe ser transmitid­a con claridad meridiana desde el arranque. De otra forma, los grupos criminales pueden percibir que, si se vuelven suficiente­mente violentos, pueden recibir un trato de privilegio. La paz hoy puede provocar más violencia mañana.

6. Una negociació­n con delincuent­es es el tipo de cosas que se hacen en el gobierno, pero no se discuten en campaña. Si López Obrador habla en serio, bien haría en no andar analizando la posibilida­d en voz alta, frente a multitudes y con todos los reflectore­s encima. Esto requiere hilado fino y trabajo discreto, no griterío, no slogans.

Un último comentario: negociar con delincuent­es es pactar con el diablo. Y quien pacta con el diablo, pierde su alma. Sobre ese punto, nadie puede llamarse a engaño. De un arreglo con criminales, nadie sale impoluto, aun cuando existan razones de interés público para construirl­o. En este pantano, todos los plumajes se manchan. Hasta el de Andrés Manuel.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico