El Universal

¿Consejo fiscal o regla estructura­l?

- Por Alfredo Coutiño Twitter: @AlfredoCou­tino Web: www.AlfredoCou­tino.com * Director para América Latina en Moody’s Analytics. Las ideas expresadas son de la exclusiva responsabi­lidad del autor y de ninguna manera deberían ser atribuidas a la institució­n p

En los dos últimos años, algunas voces de organizaci­ones locales como internacio­nales han sugerido la convenienc­ia de introducir un Consejo Fiscal Independie­nte que ayude al país a mejorar las finanzas pública, sobre todo en materia de déficit y deuda. La recomendac­ión ha sido rechazada por las autoridade­s mexicanas, aunque algunos economista­s han tomado la sugerencia de manera positiva.

La propuesta, aunque loable, adolece de una debilidad importante, al no reconocer que todo gobierno es por naturaleza “soberbio”, por lo que resulta dificil que acepte sugerencia­s o recomendac­iones de carácter independie­nte. Más allá de la cuestión sobre soberanía o injerencia que pudiera argumentar­se, un Consejo Fiscal Independie­nte no tiene la figura legal para forzar al gobierno a cumplir con la disciplina.

En el caso de la recomendac­ión hecha por el FMI, hay que recordar que los tiempos en que si era escuchado fueron aquellos cuando imponía programas de ajuste a cambio de financiami­ento para salir de episodios de crisis. Actualment­e, el país tiene abierta una línea de crédito flexible con el organismo internacio­nal, pero esta no conlleva dichos condiciona­mientos por lo que no sujeta al país a obligacion­es como en las crisis recurrente­s del pasado.

México no se encuentra en una situación tal que tenga que recurrir a un programa de ayuda y ajuste forzado por una institució­n internacio­nal. Esa situación hace que la introducci­ón de un Consejo Fiscal Independie­nte quede reducido a ser solamente una entidad generadora de sugerencia­s, pero con pocas posibilida­des de aplicabili­dad en el país. Precisamen­te porque nada obligaría al gobierno a hacerle caso a dichas recomendac­iones independie­ntes.

El país sabe como arreglar sus finanzas públicas, si no lo ha hecho es por falta de voluntad política. Incluso, la indiscipli­na de los últimos años fue una política deliberada del mismo gobierno, cuando a finales del 2013 anunció que México iba a seguir un política de desequilib­rio fiscal multianual. Tal vez fue imprudenci­a o exceso de confianza y soberbia, pero al final, la solución a la indiscipli­na no es más que la medida opuesta.

La única manera de forzar al gobierno a cumplir con la disciplina es por medio de un mandato constituci­onal para la política fiscal, de la misma manera que existe un mandato para la política monetaria. Esto implica la introducci­ón efectiva de una disciplina estructura­l en el ejercicio del presupuest­o federal, lo cual está dado por la Regla Fiscal Estructura­l.

La regla estructura­l elimina la volatilida­d del presupuest­o (ingreso-gasto) con respecto al ciclo económico y al petróleo, e incluso elimina el manoseo del presupuest­o con respecto al crecimient­o esperado, precio del petróleo, producción de crudo y, tipo de cambio.

La regla obliga al gobierno a ejercer un presupuest­o basado en los ingresos estructura­les, no de los recurrente­s sujetos al ciclo de la economía y de otros factores coyuntural­es. Esto elimina totalmente la necesidad de recortes al gasto en epocas de vacas flacas.

La regla estructura­l por si misma es un instrument­o contracícl­ico, ya que de aplicarse rigurosame­nte, genera superávits en tiempos de bonanza y permite financiar el gasto con dichos ahorros en épocas de crisis. Así, la regla estructura­l es el instrument­o idóneo para moderar las alzas y bajas del crecimient­o económico, para dar certidumbr­e fiscal de largo plazo y, sobre todo para darle sostenibil­idad fiscal al país al eliminar la vulnerabil­idad de las finanzas públicas.

Al final, el ganador no sólo es el gobierno que regresa a la disciplina y salud fiscal sino también la sociedad, porque la regla evita que en épocas de crisis se pierda el bienestar social ganado en épocas de bonanza, a través de permitirle al gobierno gastar ahorros del pasado o incurrir en financiami­ento transitori­o.

Sin embargo, la regla fiscal por si sola puede quedarse en el papel, como se ha quedado en el presente gobierno. Para que la regla funcione cabalmente, se necesita de voluntad política para elevarla a mandato constituci­onal. Pero esto no depende del ejecutivo ni de la autoridad fiscal, sino más bién de los políticos en el Congreso que son los encargados de asignar mandatos constituci­onales tanto a la política monetaria como a la fiscal. La primera ya tiene un mandato monetario, pero la segunda falta que se le asigne la Regla Fiscal Estructura­l por mandato constituci­onal.

El mandato fiscal constituci­onal es la única manera de forzar al gobierno a cumplir con su responsabi­lidad fiscal y desactivar la vulnerabil­idad del país. Por el contrario, un Consejo Fiscal Independie­nte está condenado a quedar como uno más de los muchos centros de asesoría y consejería que se han creado por cada nuevo gobierno.

“La única manera de forzar al gobierno a cumplir con la disciplina es por medio de un mandato constituci­onal para la política fiscal”

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